Andrés Manuel no se opone a los vuelos en aviones privados. Quien pueda pagarlos con su propio dinero, que los pague y disfrute. Lo prohibido es utilizar recursos públicos para financiarlos. Tampoco está permitido aceptar raites en costosas aeronaves rentadas por —o propiedad de— empresarios acaudalados.

Paola Félix Díaz perdió su cargo en el gobierno de la Ciudad de México por haber viajado de aventón a Guatemala en un jet alquilado por el dueño de El Universal, Juan Francisco Ealy Ortiz. La jefa de gobierno capitalina, Claudia Sheinbaum, la despidió segundos después de haberse enterado de que su hoy excolaboradora había violado de esa manera el código de ética de la 4T.

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No será expulsado del Senado el morenista Julio Menchaca Salazar, pero deberían castigarlo con severidad en el partido de izquierda. Lo que hizo no es correcto: aceptar el raite, para volar a Sinaloa, que le ofrecieron hombres de negocios supuestamente progresistas y honestos. Lo que se cuestiona no es el origen del dinero de quienes le hicieron el favor al despistado e ignorante legislador: lo indebido, en este caso —además de contradecir un principio establecido por el dirigente del movimiento, AMLO—, es el hecho de que Menchaca Salazar haya disfrutado un regalo costoso. Es ilegal que un funcionario reciba obsequios caros, como un asiento en aeronave privada.

Anatema

El anatema es contundente: cualquier funcionario público que utilice aeronaves privadas queda fuera de la 4T. Es una posición extrema, sin duda, pero justificada porque en el pasado todas las personas más o menos importantes en la estructura de los distintos niveles de gobierno abusaban de ello. Para no fatigarse haciendo colas en las salas de espera de los aeropuertos comerciales, gobernadores, alcaldes, ministros de la corte, legisladores, líderes de los partidos, candidatos y secretarios del gabinete presidencial, o bien utilizaban como propios los aviones comprados con recursos del erario o, mejor aún, los pedían a empresarios generosos que, por supuesto, después cobraban el favor exigiendo contratos y otros privilegios corruptos.

Una de las razones por las que Andrés Manuel López Obrador ha sido siempre un político tan popular —en 2018 arrasó en las elecciones presidenciales— se debe a su compromiso, nunca incumplido, de no utilizar jets privados para transportarse. Hace días estuvo en Nueva York, a donde fue y vino en aerolínea comercial. En un par de días viajará a Washington y volará, supongo, en Delta Air Lines o en United Airlines.

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¿Y si Andrés pierde el vuelo de regreso?

Me asalta una duda: ¿recurriría Andrés Manuel a un avión privado si se suspendiera el vuelo de regreso desde Washington y con ello se pusiera en riesgo su presencia en el desfile, el sábado, del 20 de noviembre, tan importante para el presidente de México? Creo que ni en ese caso rompería su promesa de no utilizar aeronaves de lujo y para su uso exclusivo. Buscaría opciones, así implicaran numerosas conexiones, para estar a tiempo en el desfile en la capital de nuestro país?

La escasez de aviones privados

He leído, en el Financial Times, que hay una crisis en la producción de aviones privados. Es decir, se fabrican bastante menos aeronaves de ese tipo de las que demandan los ricos del mundo, incluidos los mexicanos. Los ricos y las ricas, por utilizar el complicado, pero necesario, lenguaje inclusivo.

Dice el diario británico que hay ahora un número récord de vuelos privados: “Este año se han realizado más de 4.2 millones de vuelos privados en jet, según el proveedor de datos de aviación WingX… En la primera semana de noviembre subieron un 54 por ciento en relación al mismo período del año pasado y un 16 por ciento más que en 2019″.

Una especialista en tal industria dijo que “por primera vez en mucho tiempo estás viendo compradores angustiados... la gente está pagando por encima del precio de venta y, simplemente, hay una escasez de disponibilidad que nunca se había visto”. Quien desee adquirir un avión nuevo debe esperar hasta dos años antes de tenerlo.

Solo los pobretones entre los ricos no tienen helicóptero además de su avión

Las personas que en México tienen recursos suficientes están en tal situación emocional: enfermas de los nervios esperando con gran angustia que les llegue su avión nuevo. Pero las más adineradas no solo demandan aviones, sino también helicópteros porque, qué güeva, no es de gente bien trasladarse en coche desde Toluca a las Lomas o a Polanco. Eso es de nacos. El problema es que también puede ser peligroso el trayecto, tal como han demostrado algunos accidentes. Con lluvia o neblina volar entre la capital del Edomex y la CDMX implica riesgos muy elevados.

Riesgos inexistentes en el nuevo aeropuerto, el de Santa Lucía, que cuenta con instalaciones amplias para la aviación privada incluida una terminal para helicópteros. El trayecto desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles a las colonias donde se mueven los ricos en la Ciudad de México es muchísimo menos complicado que desde Toluca.

Los ricos con helicóptero —no los riquillos a quienes solo les alcanza para el avión— no van a batallar: despegarán desde —y aterrizarán en— Santa Lucía. Como les irá tan bien en tales vuelos, los ricotes lo platicarán entre sus amigos y con sus empleados y, de esa manera, convencerán a los aspiracionistas, como yo, de las ventajas del bello y funcional aeropuerto construido por los militares.

Así son las tendencias: normalmente las imponen los de arriba. Doña Ana María Olabuenaga y don Héctor Aguilar Camín, tan aspiracionales como el que más, ya llegarán de raite a Santa Lucía en el helicóptero de alguno de sus jefes o clientes de la mafia del poder, y entonces hablarán maravillas del aeropuerto que, hoy por hoy, por simple ignorancia, desprecian.