Aunque algunos lo quieran negar, el cambio climático está afectando a cada vez más actividades desarrolladas por el ser humano. En este caso hablaremos sólo de lo que le atañe a la aviación comercial. Sin duda, algo que le causa mucho temor a los pasajeros es el fenómeno de la “turbulencia”. Mucha gente se pone, en verdad, muy nerviosa cuando el avión comienza a sacudirse un poco.

Durante los años que volé como sobrecargo de Mexicana de Aviación sólo sufrí dos turbulencias severas: la primera rumbo a Chicago; lo que recuerdo de esa ocasión es que iba poco pasaje a bordo. Sí se asustaron mucho pero fue poco antes del descenso, así que ya se les había dado el servicio correspondiente y todos nos quedamos sentados hasta que pasó.

La segunda sí estuvo horrible; la verdad ya no recuerdo de dónde venía el vuelo, pero lo que sí sé es que el destino era Zacatecas, y a diferencia de la otra, en la que los pilotos nos pudieron advertir con tiempo suficiente de que se iba a mover el avión, en la de Zacatecas fue turbulencia en aire claro, y justo terminando de dar el servicio de comidas.

Fue la primera vez que sentí que no la íbamos a librar, porque sucedió alrededor de las dos o tres de la tarde; por las ventanillas el cielo se veía de un azul precioso y el sol brillaba a todo su esplendor, sin nubes por ninguna parte.

La turbulencia fue tan abrupta que “nos agarró” llegando al galley posterior, con los carros de servicio de comida. Lo que pudimos hacer, con dificultad, fue ponerle el freno a los carritos y dejar que todo volara a nuestro alrededor; y fue la primera vez en la vida que aterricé de pie agarrada de la puerta, mientras la supervisora daba el anuncio de turbulencia. Pasados unos minutos la información fue ampliada por los pilotos; en esa ocasión sí se salieron algunas maletas de los compartimentos superiores, y todo aquello que no estaba debidamente guardado salió -literalmente- “volando” por los aires.

No quiero platicarles cómo quedó el galley: una mezcla de aromas inenarrable, pues las botellas de alcohol que llevábamos se rompieron, se salió el café de las cafeteras y desparramaron jugos y refrescos por todo el piso; yo quedé bañada de un refresco que estaba destapado, y cuyo contenido terminó encima de mí.

Esto que les cuento que se daba cada campanazo de San Juan. Pero ahora será mucho más frecuente a causa del cambia climático, derivado de las corrientes de chorro. Este fenómeno de simpático nombre es fundamental en la planeación de los vuelos, pues sirve para acortar la duración de los vuelos, y con ello generar importantes ahorros de combustible.

Con el cambio climático estas corrientes se han visto afectadas. En el año 2015 la revista Nature Climate Change publicó un artículo a partir de un estudio realizado con una base de datos de más de 20 años. Con él se pudo comprobar cómo afectan estos cambios en las corrientes de chorro, pues chocan entre sí, las que provienen del polo norte, con los chorros subtropicales.

Esto es lo que genera el fenómeno de la turbulencia, y de ellas la que más preocupa es la de “turbulencia en aire claro”, que se presenta en mayor medida en vuelos de mediano y largo alcance. Si bien en los planes de vuelo que utilizan los pilotos se pronostican largas aéreas, la presencia en la atmósfera de chorros de bajos niveles de pequeña escala, son los que producen cambios bruscos en la intensidad y dirección de viento en la vertical, también llamada “cizalladura vertical”.

La altura promedio a la que vuela un avión comercial es de 34 mil pies. A causa del cambio climático, poco a poco se está aumentando la altura de crucero para evitar la zonas de turbulencia, pero en dicho estudio se estima que vamos encaminados a duplicar las turbulencias severas, e incluso podrán llegar a triplicarse para el 2050 en caso de no hacer nada para combatir el cambio climático.

Por supuesto que estas turbulencias severas pueden traer muchas consecuencias, como pasajeros heridos por alguna maleta u objeto que durante la misma haya salido disparado. Esto generará pérdidas para la aviación, pues las empresas tienen que correr con los gastos de la recuperación del pasajero, en caso de que este requiera atención médica.

Pero también, hay más probabilidades, como el caso de que se lastimen tripulantes, pues es dejar de contar con algunos de ellos, trastocando la operación. Muchas veces me pasó que cuando íbamos en temporada invernal al norte del continente, traíamos viento a favor y hacíamos menos tiempo de vuelo a nuestro destino, pero el regreso, con el viento en contra, podíamos tardar en llegar más tarde de lo que marcaba el itinerario, a pesar de no haber tenido demora alguna en aeropuerto.

La aviación es sumamente susceptible al clima, es una industria que literalmente depende de él; si es bueno, todo sale a pedir de boca, pero si en algún lugar hay una tormenta, niebla, nieve, tifón, huracán o ciclón, termina afectando toda la operación y trayendo demoras que a nadie gustan, ni a pasajeros y mucho menos a los trabajadores.

No es posible cambiar las circunstancias, las estaciones ni el viento, pero sí es posible cambiarse uno mismo. Necesitamos aceptar la responsabilidad, y hacer lo que nos toca como habitantes del planeta, para cuidarlo.