Con la presidenta Claudia Sheinbaum gozando de niveles de aprobación superiores al 70%, con una oposición extraviada y desarticulada que todavía no atina a saber las placas del trailer que le pasó por encima en las elecciones de 2024; con los primeros frutos de la Cuarta Transformación sintiéndose plenamente en el nivel de vida de los mexicanos, uno podría pensar que Morena, el partido que López Obrador levantó de la nada en menos de 15 años hasta convertirlo en el más fuerte de la historia reciente de México, gozaría de una salud envidiable que le permitiría augurar muchas décadas en el poder.

Si bien las denuncias sobre el uso de viejas y corruptas prácticas políticas han acompañado a Morena desde su inicio, la fortaleza moral que representa AMLO sirvió durante estos primeros años como antídoto contra la perredización del partido guinda, y como válvula de paso que mantuvo el delicado equilibro entre el pragmatismo político y la pureza ideológica. En otras palabras, la figura de AMLO era garante de que no obstante la llegada masiva a Morena de las peores lacras del PRIAN, su conversión al lopezobradorismo -así fuera meramente cosmética- aseguraba en teoría que se mantuvieran la esencia y los principios del movimiento.

Mientras López Obrador estuvo en el centro del escenario político, y el fragor de las batallas electorales ensordecía las quejas internas, éstas no tuvieron mayor eco. Pero hoy que AMLO se ha retirado de la palestra, y especialmente en este sui generis año “no-electoral” -no hay comicios nacionales y sólo eligen ayuntamientos Durango y Veracruz- las contradicciones y debilidades de Morena son más evidentes que nunca, en particular en el estado jarocho, por irónico que parezca ya que éste a diferencia de Durango, es gobernado por el morenismo.

Cuando más fuerte debería estar Morena en Veracruz como maquinaria electoral, más evidentes son las debilidades que arrastra, producto de un proceso interno que ha dejado más damnificados que en los años en que se luchaba contra el PRI. Hoy, los enemigos más virulentos de los morenistas de base veracruzanos no están en el otrora invencible partido tricolor, sino dentro del propio partido guinda. La ironía es que la poderosa aplanadora electoral que llevó al triunfo a la hoy gobernadora Rocío Nahle -con todo y los millones de pesos que la oposición gastó en una guerra sucia donde le dieron hasta con la cubeta-, hoy amenaza con desbielarse de cara a las próximas elecciones municipales, donde el oficialismo podría perder, debido a fracturas internas, una buena parte de los casi 120 municipios que hoy gobierna.

El cáncer que corroe a Morena Veracruz tiene nombre: es la propia dirigencia estatal del partido guinda. Son múltiples los señalamientos que se hacen a la gestión del Comité Ejecutivo Estatal, acusando designaciones opacas, desprecio a la militancia de base, y hasta presunta venta de candidaturas, aunque esto último debe señalarse que nadie ha podido probarlo.

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A lo largo y ancho de la geografía veracruzana se repiten las mismas quejas: el proceso interno para la definición de las candidaturas que ha conducido la dirigencia estatal, está viciado. Morena Veracruz no solo está nombrando por todo el estado a “Promotores de la 4T” que no representan los principios e ideales por los que se han luchado, sino que además su postulación se realiza sin criterios claros, certeza ni transparencia de los métodos utilizados.

El modus operandi es sencillo, de acuerdo con versiones que nos han hecho saber militantes de diferentes municipios: quienes se inscribieron para participar en la “encuesta” que supuestamente determinaría quiénes serían candidatos, son citados por el Comité Ejecutivo Estatal para acudir a la Ciudad de México a que les informen los resultados de la encuesta que, ojo, nadie sabe quién, cuándo y bajo qué metodología fue levantada, si es que realmente ocurrió tal cosa. Simplemente, al llegar a las oficinas de Luisa María Alcalde son previamente interceptados por la dirigencia morenista de Veracruz para advertirles: si quieres entrar a la reunión, firma aquí. ¿Qué le piden a los aspirantes que firmen? Prácticamente, un cheque en blanco: deben manifestar que están “de acuerdo” con los resultados del proceso y renunciar a cualquier recurso partidista que pudieran interponer ante los órganos internos de Morena si es que hubiera algo que no les pareciera correcto.

Así, como cualquier plutócrata neoliberal que obliga a sus trabajadores a firmar sus renuncias en blanco so pena de quitarle el empleo, Morena Veracruz en voz de sus dirigentes estatales se asegura de que todos los que abrigan la esperanza de salir “favorecidos” no hagan olas y acepten los resultados sin chistar.

La puntilla viene una vez que los que aceptan firmar, pasan a la reunión con la secretaria general de Morena, Luisa María Alcalde. Ahí, se les hace saber que “la encuesta la ganó Fulano” (o Fulana); si alguien intenta protestar, es acallado al tiempo que los dirigentes veracruzanos le echan ojos de pistola a quien se atreve a disentir, y se demanda “disciplina”. Acto seguido, todos juntos y felices proceden a tomarse la “foto de unidad”, que es rápidamente subida a las redes sociales del partido. Gracias por venir, y váyanse haciendo menos, porque tenemos a los aspirantes del siguiente municipio esperando en la antesala.

Lo anterior, si bien les va a los aspirantes que confiaron en las reglas que Morena emitió para el proceso interno. Porque en algunos municipios el partido ni siquiera se ha tomado la molestia de avisarle a los participantes que no salieron favorecidos; se enteran del resultado por la página de Facebook de Morena o por los medios de comunicación. Tal fue el caso en municipios tan importantes como Coatzacoalcos o Poza Rica, donde la dirigencia estatal no tuvo cara ni siquiera para informarle a los participantes del resultado de la mítica encuesta y prefirió sólo tomarse la foto con quienes -ellos dijeron- que salieron favorecidos con la candidatura.

Como escandalosos botones de muestra, estos dos municipios ubicados en los extremos norte y sur de la geografía veracruzana pintan de cuerpo entero la ínfima calidad moral con que Morena Veracruz ha conducido el proceso. En Coatzacoalcos, dicen los que saben, la ex diputada local Eusebia Cheva Cortés tenía la candidatura prácticamente en la bolsa, o al menos eso le había prometido su amiga, la gobernadora Rocío Nahle. Pero afuera de las oficinas de Luisa María Alcalde, los pequeños dirigentes estatales de Morena Veracruz tenían otros planes, y ya habían citado a tomarse la foto del “triunfo” a otro recién llegado al morenismo pero que trabajó con “la Jefa Nahle” en la refinería de Dos Bocas. La “amiga” de la gobernadora ni siquiera fue informada…

Y en Poza Rica, otrora capital petrolera de México y actualmente “gobernada” por un grupo caciquil priísta travestido de morenista (uno más), la definición fue aún más burda. Según versiones salidas del Partido Verde, aliado de Morena en estos comicios estatales y cuya dirigencia también estaba presente el día que se formalizó la designación de la candidata, todos tenían en la mesa los resultados de la encuesta: ganó la ex síndica del Ayuntamiento de Poza Rica, Carmen Carballo. Pero en ese momento Esteban Ramírez Zepeta, el dirigente estatal de Morena, interrumpió: “no, pero ya aquí afuera tenemos a la que va a ser la candidata”. Los demás en la mesa se miraron entre sí, incómodos y no dando crédito. “Pero la encuesta dice que…” “¡Que no! Afuera está nuestra candidata. Que pase!” Y así, los demás fueron testigos de cómo, por sus pistolas, el pequeño presidente estatal de Morena Veracruz impuso a quien él quiso. Ninguno de los presentes osó contradecir al morenista, quien se ufanó de venir “con instrucciones de la gobernadora”.

Está por culminar el proceso interno de Morena Veracruz para elegir a los “Promotores de la 4T” en los 212 municipios del estado. Mientras el malestar y las protestas de la militancia de base no cesan, y las denuncias por el desaseo van en aumento, la gran pregunta es: ¿cuántos ayuntamientos que Morena podría haber considerado ganados de antemano, perderán por la mala cabeza de los dirigentes estatales? ¿Cuántos municipios perderá Morena como castigo de unas bases encabronadas por la torpeza y la corrupción de sus dirigentes? Y la más importante:

¿Estará de acuerdo la gobernadora Rocío Nahle con todo lo sucedido hasta el momento?