Me permito suspender temporalmente mi segunda entrega sobre el rol que jugó la prensa escrita oficialista en México, los criterios políticos e ideológicos allí contenidos (columnas en La Prensa, “Política en las Rocas” y principalmente, “El Granero” firmada con el seudónimo de “el Sembrador”) para desencadenar el crimen de Estado cometido en Tlatelolco el 2 de octubre de 1968, para abordar el gran tema del momento que es el conflicto Palestina-Israel en Medio Oriente.

Cualquier odio a Israel como nación históricamente es inadmisible. Cualquier condena a la causa palestina como defendida solo por terroristas es falsa y absurda. Y cualquier amenaza de uso de la fuerza en aguas internacionales (en este caso el Mar Mediterráneo) tiene como objetivo estratégico preservar el orden internacional atlántico en esta zona y problemática, ignorar las trasformaciones de fuerzas habidas (China Rusia, Irán, Turquía) e impulsar el bloqueo a la solución de la causa palestina que es la formación de un Estado Nacional Palestino Soberano en los términos de la Resolución 242 del Consejo de Seguridad de la ONU, y la Resolución 181 de la Asamblea General del mismo organismo, del año 1947, es impulsar y apoyar a la ultraderecha israelí (sionista) en estos propósitos, la cual durante distintos gobiernos ha desarrollado el terrorismo de Estado contra el pueblo palestino, y que pone al actual orden internacional en transición, por lo tanto con diversas fragilidades manifiestas, al borde de una conflagración militar regional e internacional. Las “democracias occidentales” al final, defienden también la vigencia del orden internacional atlántico que tantas ventajas y privilegios les ha dado en todos los aspectos del mismo. Nadie debe engañarse en ello.

La batalla de Siria (incluso con la abierta intervención militar de Israel y otros, incluso de Arabia Saudita en esa coalición), la perdieron las potencias occidentales debido principalmente a la intervención del aparato militar ruso, con el apoyo en alguna medida de Irán y China. La actual guerra en Ucrania la está perdiendo EUA-OTAN a pesar del inmenso apoyo otorgado a dicho gobierno con la guerra económica contra Rusia (“sanciones económicas”).

No olvidar que el “Proyecto EUA-Israel-OTAN” a partir de la buscada derrota de Siria y del control territorial para concretar los negocios de gasoductos en toda la región dominados por las grandes empresas petroleras y gaseras de los países de la OTAN, fue reconvertir todo el orden político-religioso y geográfico en Medio Oriente y Levante (Siria) a partir del proyecto presentado por Inglaterra-Francia, el cual reconoció en un programa de televisión en Francia el excanciller francés.

Esto constituyó un gran fracaso histórico, y de las cenizas de estas políticas atlánticas de corte colonialista, emerge hoy un nuevo orden regional en Medio Oriente y Levante, justamente, con una poderosa alianza oriental de quienes triunfaron en Siria, que abortaron la reconfiguración colonialista y van ganando en Ucrania. Por supuesto que el ataque a Israel de tipo terrorista (porque se ejerce violencia armada contra objetivos humanos no combatientes, y por lo tanto indefenso, como lo define la ONU) desde la Franja de Gaza por Hamás, en tal contexto alarmó a EUA y las otras potencias occidentales, porque su gran bastión aliado de poder militar, económico y político en toda la región es Israel.

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Pero, aunque no lo quieran, aducir solamente “la legítima defensa” de Israel ante el genocidio que desarrolla el ejército israelí en Gaza, y que pretende extender a Cisjordania, es ignorar a sabiendas que ello nutre la fuerza y el odio de la ultraderecha sionista israelí y retarda intemporalmente la solución real al problema histórico Palestina-Israel, además de mantener un poderoso factor de inestabilidad geopolítica y geoestratégica regional que puede desbordarse en cualquier momento. Hablar solamente del “derecho a la legitima defensa” de Israel es por lo menos profundamente irresponsable. El tema no empieza ni se agota allí y en estos días.

Consideramos que el gravísimo error de la derecha sionista en Israel (que quiere destruir y eliminar de la faz de la tierra las aspiraciones soberanas del pueblo palestino) fue en alguna forma, y como hipótesis, auspiciar o tolerar, o apoyar implícitamente, un doble asesinato: el del exministro de defensa y entonces primer ministro Yitzak Rabin y el de Yasser Arafat, líder indiscutido de la causa palestina, quienes mediante los Acuerdos de Oslo en 1993 trazaron con el apoyo del gobierno de los EUA y de sus respectivas naciones, una ruta clara para la paz mediante la formación en etapas del Estado soberano e independiente de Palestina y el derecho perpetuo de Israel a contar con fronteras seguras, estabilidad y protección para sus habitantes en la convulsa región.

Si observamos en retrospectiva histórica lo sucedido desde entonces, por lo menos en sus grandes trazos históricos, observamos tres tendencias dominantes: el fortalecimiento militar inusitado de Israel que le permite someter la causa palestina a sus necesidades de seguridad y protagonismo geopolítico regional; la continuación de la inestabilidad regional en donde se formaron otros epicentros: además del conflicto Palestina-Israel, los relacionados con el Pacto Nuclear con Irán, y sus vaivenes, las sanciones económicas (guerra disfrazada) en su contra y su recuperación como potencia regional, y el conflicto en Siria, principalmente, lo cual ha provocado la incorporación de nuevos actores en la región; y la fuerte división al interior de la causa palestina ante la ausencia de un liderazgo, como el que llegó a ejercer Yasser Arafat, y distintas estrategias de respuesta con distintos liderazgos (Autoridad Nacional Palestina, Hezbolhá, Hamás) frente a la política de colonización israelí en tierras palestinas (la intifada y los ataques armados en suelo judío), las incursiones militares del ejército de Israel con matanzas reiteradas de palestinos. En suma, la no resolución del conflicto histórico Palestina-Israel.

Abortar mediante el doble asesinato este Acuerdo de Oslo I de 1993, y los Acuerdos de Oslo II (o Acuerdos de Taba) (oficialmente llamado “Declaración de Principios sobre las Disposiciones relacionadas con un Gobierno Autónomo Provisional”) que con muchas dificultades, retrasos y regresiones se concretaron en el actual territorio de Cisjordania con la Autoridad Nacional Palestina, pero el cual no avanzó ya más (el acuerdo daba 5 años para avanzar hacia un pacto definitivo), aunado al trazado de una ruta de paz y entendimiento negociado de las demandas históricas de ambos, que fue un extraordinario acierto con el triunfo de la política y la diplomacia sobre las armas, los genocidios del pueblo palestino y los ataques terroristas sobre el Estado de Israel, nos ha llevado históricamente al momento actual y lo que sigue.

El asesinato del primer ministro de Israel Yitzhak Rabin (un atentado) el 4 de noviembre de 1995 “el hombre de la paz” decían encabezados de la prensa mundial, fue un devastador golpe al proceso de paz, y reconocimiento con y de Palestina, perteneciente al Partido Laborista encabezado por Shimon Peres. Ese 4 de noviembre se había convocado a una marcha por la paz en la Plaza de los Reyes, en Jerusalem, misma que ahora lleva el nombre del primer ministro, la cual contó con la presencia de masas entusiastas. Podemos rescatar de su discurso algunas frases significativas. Dijo en aquel acto y le costó la vida:

“Este gobierno, que tengo el privilegio de encabezar junto con mi amigo Shimon Peres, decidió darle una oportunidad a la paz. Una paz que solucionará casi todos los problemas de Israel… Este es un camino lleno de dificultades y dolor. Para Israel, no hay camino sin dolor, pero el camino de la paz es preferible al camino de la guerra.”

Revista Universidad de Córdoba Argentina 14 de dic., 2020

El 11 de noviembre de 2004 murió Yasser Arafat (no era su nombre real) luego de una larga agonía (en el hospital de especialidades francés se informó que se desconocían con precisión las causas de su fallecimiento) quien hasta el día de su muerte, siendo presidente de la Autoridad Provisional de Palestina, y líder de la Organización para la Liberación de Palestina, había evolucionado en su postura política e ideológica, desde “la destrucción del Estado de Israel” (hoy retomada por Hamás) hasta el reconocimiento de dos Estados soberanos, Israel y Palestina. Notable cambio que permitió la firma de los Acuerdos de Oslo.

Su muerte fue considerada por especialistas de diversos países “una muerte bajo sospecha”. Investigaciones científicas posteriores que llegaron hasta la exhumación de su cadáver, concluyeron que “fue asesinado con polonio radioactivo” (sustancia con alto grado de letalidad) que le produjo una grave y agónica enfermedad, de acuerdo con el Informe del Instituto de Radiación Física de Suiza que examinó el cadáver mediante pruebas de laboratorio que duraron un año. (Euronews, 6 de noviembre 2013).

La brutalidad y salvajismo de las ideologías extremistas siempre llevan a situaciones extremas que solo afectan gravemente las verdaderas causas de los pueblos. Las teorías conspirativas en la lucha por el poder y todo lo que el mismo implica, son absolutamente existentes.