Venimos de escuchar los debates acalorados en San Lázaro sobre la reforma energética en donde las intervenciones de Fernández Noroña del PT en defensa del proyecto de ley; de Jorge Romero del PAN con la postura en contra y la contundente solicitud para excusarse de votar que hizo Andrea Chávez de Morena hacia Margarita Zavala, fueron los discursos más sonoros del recinto.

La política requiere pasión pero también conocimiento y práctica. La capacidad discursiva que da la oratoria, marca diferencias abismales entre las y los legisladores al momento de subirse a una tribuna y eso se nota, se percibe, se siente. Lejos estamos de aquellas peroratas con lenguajes rebuscados y de extensa duración. Hoy, la rapidez de la información y la escasa atención del público, exigen narrativas cortas y de impacto, pero sobretodo cargadas de emoción. Quienes no lo entiendan así, no podrán permanecer en la mente de las y los ciudadanos que les escuchan, ni mucho menos conectar con el público.

Hay discursos bien logrados producto de un proceso a conciencia desde su redacción y posteriormente pulidos con la dedicación que implica la práctica. Por mucho tiempo hemos visto a grandes oradores hombres porque de ellos había sido la tribuna, la participación política de las mujeres es reciente. Por ende, se entiende que estamos en un despertar de reconocer a nuevos rostros, nuevas voces de mujeres que emiten posicionamientos acordes a la postura política que representan.

Es grato escuchar el debate de las ideas, a veces con más adjetivos, a veces con más argumentos. Los estilos no son debatibles, dependen de la personalidad. Lo que sí merece la opinión que hoy nos trae a esta reflexión, es la articulación del pensamiento que hacen nuestros representantes en medio de un debate sobre la nacionalización de los recursos naturales de México. Por eso merece toda la atención cada intervención que hacen las y los legisladores de México.

Ayer, el debate en la cámara alta sobre el litio estuvo enmarcado por tres intervenciones de mujeres senadoras: Lilly Téllez del PAN, Citlalli Hernández de Morena y Beatriz Paredes del PRI. La primera con el estilo histriónico que la caracteriza, repetitiva y con elevaciones del tono de voz constantes, preguntó al senador de Morena José Narro sobre el destino del fondo minero, a lo que dio respuesta de forma sencilla: invitó a la panista a salir de la comodidad de su curul y recorrer el país para constatar la operación del programa “La escuela es nuestra”, y pueda conocer el destino de esos recursos, aprobados por el mismo Senado, le recordó.

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A Citlalli Hernández le tocó defender una amplia cantidad de ataques de opositores. Lo hizo a su estilo, con toda serenidad y calma. Tocó el turno de Beatriz Paredes, quien desde su asiento inició diciéndole que ella no era ninguna traidora a la patria. Un mensaje de escasas palabras que daba muestra de la escuela que por años ha generado el PRI en su narrativa discursiva. Precisa pero engañosa. De ímpetu progresista pero de votaciones conservadoras. A Citalli le faltó recordarle la traición a las mujeres que promovió en 2009 siendo dirigente nacional del PRI para penalizar, junto con el PAN, el aborto en 17 estados del país. Esa traición no la olvidamos.

Nunca como en estos tiempos habíamos visto un país con cada vez más ciudadanía politizada, atenta a los debates, aunque sea domingo de resurrección. Da inmensa alegría avizorar el espíritu de pensamiento crítico y la participación informada de la población. Más mujeres y más jóvenes en los debates y también en las curules.