El despotismo ilustrado es un concepto político acuñado por los historiadores para describir al régimen absoluto del siglo XVIII caracterizado por el dominio monárquico en el contexto de la ilustración europea.

México, con el dominio del partido gobernante, parece caminar inexorablemente hacia un régimen despótico. Sin embargo, a diferencia del siglo XVIII, a Claudia Sheinbaum y los líderes morenistas no les distinguen las ideas ilustradas.

La propuesta de reforma constitucional, hace unos días aprobada en el Senado, es quizás la prueba más transparente del carácter autoritario del régimen. Con la supuesta “supremacía constitucional”, se descarta cualquier tiempo de controversia constitucional o acción de inconstitucionalidad, sea de forma o fondo, que pretenda invalidar cualquiera tipo de atropello cometido por la Legislatura.

Esta reforma, misma que deberá ser votada eventualmente por la Cámara de Diputados y los congresos locales, forma parte de una serie de cambios implementados al vapor que buscan corromper la estructura constitucional, y con ello, desmantelar el sistema de contrapesos.

En otras palabras, el Poder Judicial, y más alarmante, la Suprema Corte, no contaría con los recursos jurídicos para echar para abajo un texto que atentase contra cualquier disposición constitucional, trátese de derechos humanos o la estructura fundamental del Estado mexicano.

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En este contexto, conviene recordar que el Poder Judicial, a diferencia del Ejecutivo y el Legislativo, no existe para defender los intereses de las mayorías, sino por el contrario, para ofrecer a los ciudadanos la protección necesaria ante los abusos de las autoridades administrativas.

Bajo el discurso manipulador que pretende destruir la legitimidad del Poder Judicial, el régimen de la 4T busca apoderase del Estado mexicano mediante el sometimiento de los jueces y magistrados con unas elecciones populares que distarán de ser transparentes y no harán más que sembrar el caos en un país capturado por el crimen organizado.

Claudia Sheinbaum, por su parte, luce a veces superada por una coyuntura que parece ponerla contra la pared, sumado al dominio legislativo de Adán Augusto López y Ricardo Monreal. Ella deberá alzarse a la altura del alto cargo que ostenta, y sobre todo, evitar convertirse en lo que muchos temen: una déspota poco ilustrada.