“Siempre se puede ser mejor”.
Tiger Woods
Uno de los primeros libros de Medicina que leí desde que era estudiante de preparatoria, el último año de gobierno del presidente Carlos Salinas de Gortari, fue “El Jinich”, como se le llamaba al texto que escribió el Dr. Horacio Jinich sobre los síntomas y signos de las enfermedades, a quien tuve el honor de conocer personalmente en el año 2007 en una de sus visitas a México, ya que como muchos grandes intelectuales de México, el Dr. Horacio Jinich se fue a ejercer su práctica profesional a los Estados Unidos, particularmente a San Diego, California.
Era verano del 2007 cuando desayuné con el Dr. Horacio Jinich en un restaurante de la colonia Roma, en la Ciudad de México, recuerdo que me comentó que sabía del Dr. Manuel Mondragón y Kalb, quien iba a ser propuesto como jefe de la policía capitalina en esa época panista, y me comentó el Dr. Jinich que lo conocía muy bien, que además de haber sido su ayudante médico acá en México, era campeón de Judo.
La práctica profesional del Dr. Jinich siempre fue muy reconocida, todos sus pacientes lo respetaban con gran admiración, incluyendo a mi abuela materna, a quien la atendió de joven, gozaba de una reputación grandiosa como médico y como ser humano, además, fue un extraordinario maestro y conferencista, sobre todo de temas humanistas.
Muchos médicos mexicanos, estadounidenses y de todo el mundo han considerado al Dr. Horacio Jinich como un ejemplo a seguir, en todos los aspectos, incluyendo físicos y emocionales, hasta en su muy particular manera de hablar, incluyendo al Dr. David Kershenobich, próximo secretario de Salud de México, a quien también tengo el honor de conocer personalmente y de haber trabajado con él durante mi servicio social de Medicina en el Instituto Nacional de la Nutrición, el Dr. Kershenobich, al igual que el Dr. Jinich, por su profesionalismo médico y humano, también es un ejemplo a seguir, y de conseguirlo nacionalmente, en México podríamos superar la atención médica de la misma Dinamarca.
El Dr. Horacio Jinich vivió 94 años, nos vimos varias veces acá en la Ciudad de México y nos escribíamos correos electrónicos, en uno de ellos me comentó que él era descendiente directo del rabino nombrado “Gaón de Vilna”, quien vivió en el siglo XVIII en lo que ahora se conoce como Bielorrusia.
Estoy seguro que todos los que conocimos al Dr. Horacio Jinich lo recordamos con gran admiración, cariño, y hasta placer existencial.