¿Cuándo Arturo Zaldívar se convirtió en presidente de la corte alguien recordó a su esposa? Nadie lo hizo ni para bien ni para mal. Y fue correcto: la pareja no está en la cancha.

¿Por qué ahora dos columnistas importantes —Guadalupe Loaeza y Salvador García Soto— han dedicado espacio al compañero de Norma Piña, electa ayer presidenta de la SCJN?

Respuesta: porque no es el único techo de cristal que deben romper las mujeres ese que la ministra Piña hizo pedazos en el poder judicial.

Antes de continuar explico qué es el techo de cristal. Cito una definición que ayer publicó El Universal, tomada del Glosario para la Igualdad del Instituto Nacional de las Mujeres: “El techo de cristal es un término acuñado en el campo de la psicología para referirse a las barreras invisibles, difíciles de traspasar, que representan los límites a los que se enfrentan las mujeres en su carrera profesional, no por la carencia de preparación y capacidades, sino por la misma estructura institucional”.

Norma Piña rompió un techo de cristal, pero hay otros que siguen firmes. Por ejemplo, el de los prejuicios, que llevó a Guadalupe Loza, en Reforma, a recordar la excelente relación que la ministra presidenta tiene con su marido, Enrique Martínez.

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No crítico lo que dijo Loaeza, solo digo que si la presidencia de la corte la hubiera ganado un hombre nadie estaría en este momento contando bellas historias familiares, como la que recordó la articulista de Reforma: en una entrevista con Katia D’Artigues de hace unos años, Norma Lucía Piña Hernández narró —cito a Guadalupe Loaeza— que “recién casados, un día su marido le dijo a la ministra Piña: ‘Te voy a ayudar a tender la cama’. ‘No me vas a ayudar a tender la cama, hay que tender la cama, pero no me vas a ayudar a hacerlo. Si no quieres tenderla, no lo hagas, pero no me vas a ayudar…’, así de clara es la ministra Piña, cuya grosería preferida es: ‘encabronada’…”.

La ministra encabronada

Encabronada no estará la ministra presidenta con la columnista Loaeza; a Norma Piña hasta le habrá gustado tal referencia a las virtudes de su marido.

Pero encabronada tal vez sí quedará cuando la ministra presidenta lea —seguramente ya lo leyó— el escrito de hoy de Salvador García Soto en El Universal.

El articulista del periódico propiedad de Juan Francisco Ealy Ortiz habló de dos ganadores —hombres, por cierto— con la ministra Piña.

El primer ganador con la elección de ella como presidenta de la corte, dijo García Soto, es el exconsejero jurídico de Peña Nieto, Humberto Castillejos. ¿Es demostrable? No lo sé, pero no importa porque este señalamiento no es el verdaderamente insultante para la mujer que hoy encabeza el poder judicial.

La verdadera ofensa para la ministra presidenta está en “el segundo ganador”, que según García Soto “es el realmente importante y surge de este dato: el esposo de la ministra Piña es Enrique Vega Martínez, secretario general del Sindicato Nacional de Trabajadores de Sanborns Hermanos, Productora de Alimentos. Nunca en la historia de Sanborns, la empresa que dio origen al emporio que hoy es Grupo Carso, ha habido una huelga de sus más de 2,300 trabajadores acreditados por el sindicato ante la Secretaría del Trabajo ni mucho menos conflicto alguno. ¿Será entonces que la Suprema Corte de Justicia de la Nación, también pasará a ser, como todo México, territorio Telcel?”.

Si no venía al caso recordar en el triunfo de una mujer que ella se lleva muy bien con su esposo —porque eso nada tiene que ver con el desempeño profesional—, realmente lamentable es lo otro: comentar que el marido manda en la familia, lo que sería irrelevante si tal situación solo se diera en el ámbito doméstico, pero… en el caso que nos ocupa se ha utilizado para abiertamente decir que Norma Piña no mandará en la corte suprema, sino la gente con la que trabaja su cónyuge. Pinche machismo.

Por lo visto, que la ministra presidenta haya roto el techo de cristal del poder judicial no ha servido para hacer pedazos otro techo de cristal, el de los prejuicios que no imaginan a una mujer sin un tipo al lado.

En fin, la comentocracia ha celebrado la llegada de una mujer a la presidencia de la corte suprema, y qué bueno. ¿Celebrarán con tanto entusiasmo cuando en 2024 —como es posible y en mi opinión deseable— Claudia Sheinbaum rompa un techo de cristal mucho más alto y duro? ¿O para los y las columnistas solo es correcto que avancen las mujeres que no están de acuerdo con AMLO y la 4T?

La principal ventaja con Norma Piña es que podrá no simpatizar con la izquierda mexicana en el poder, pero no es conservadora. Así que difícilmente será vista como ejemplo por las mujeres políticas —como Lilly Téllez y Margarita Zavala— que se oponen a un derecho fundamental que la ministra presidenta ha defendido, el del aborto. En esto la señora Piña se parece más a Jesusa Rodríguez que a las iglesieras del PAN. Ya es ganancia.