Giuseppe Tomasi, publicaba su novela El gatopardo, inspirada en la historia de su bisabuelo Giulio IV di Lampedusa.

El nombre de la novela proviene del escudo de armas del principado de Salina que contenía un leopardo jaspeado (gattopardo en italiano). De ahí que al protagonista de la novela, don Fabrizio Corbera, príncipe de Salina, se le apodara “el gatopardo”.

En la novela, se detalla cómo la nobleza siciliana y en particular, el gatopardo, mantiene una actitud pasiva y permisiva frente a la unificación italiana, todo con el objetivo de evitar que desaparezca del todo su influencia y puedan mantener sus riquezas.

“Si queremos que todo siga como está, es preciso que todo cambie”, le dice Fabrizio Corbera a su sobrino Tancredi Falconeri.

Y justo esa frase es la que da origen al gatopardismo, que se entiende como una expresión o una filosofía en donde quienes buscan mantener algún beneficio o ventaja, aceptan y/o promueven cambios.

Las columnas más leídas de hoy

Pero, ¿qué tiene que ver esto con la reforma judicial y la recientísima elección de este domingo 1 de junio?

El presidente decidía ministros

Previo a la reforma judicial de 2024, los ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación eran propuestos en una terna al Senado de la República para que éstos eligieran, de entre los propuestos, al nuevo ministro.

Es decir, en primera instancia era el presidente de la República, quien decidía quién podía ser ministro.

Sin embargo, la polarización política que existió de 2018 a 2024 y la consiguiente composición del Congreso de la Unión, particularmente la del Senado electo en 2018, empantanó la elección del sucesor de Arturo Zaldívar quien renunció para sumarse a las filas de Morena.

Ahí un primer signo de que algo no terminaba de funcionar para el presidente. Aunque claro, la misma Constitución estipulaba ese escenario y facultaba al Presidente a nombrar directamente al nuevo ministro tras el rechazo del Senado de la República.

Así llega Lenia Batres a la Suprema Corte, nombrada directamente por el presidente, utilizando por primera vez en la historia la facultad constitucional que tenía.

Sin embargo, la señal fue bien percibida por el Ejecutivo. Si el presidente quería seguir teniendo fuerte incidencia -para no llamarla facultad o privilegio- de decidir ministros, algo debía cambiar.

Y eso fue lo que propuso y logró con la reforma judicial. El método de selección cambió, pero cambió justamente para que nada cambiara.

Me explico.

Todo cambió para que nada cambiara

La misma reforma judicial dictaminó que los ciudadanos elegirían libre y democráticamente a los ministros en elecciones libres, auténticas, genuinas y periódicas.

Los candidatos serían propuestos en partes iguales por el titular del Poder Ejecutivo, por el Poder Legislativo y por el Poder Judicial, y así se hizo, no sin el rechazo de la lista por parte de la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Llegaron las campañas y las explicaciones de la nueva forma de votar. Todo novedoso para el mexicano. Novedoso y complicado.

Campañas complejas por el pésimo modelo comunicacional y financiero que se estableció en la ley, y que da paso para un futuro artículo donde se analice a profundidad.

Confusión y/o desconocimiento por el exceso de candidatos que debíamos de conocer y el exceso de cargos a elegir.

Pero como bien se dice, el ingenioso mexicano le encuentra vuelta a todo y surgieron los famosos acordeones donde se expresaba cómo quería particularmente alguien que se votara en esta elección.

Vimos muchos acordeones, entre ellos, uno atribuido a afines de la Cuarta Transformación.

Y con todo ello, vale la pena preguntarse, más allá del porcentaje de votación y los resultados. ¿Esta fue una elección libre, auténtica y genuina?

La presidenta decidió ministros

Pero volvamos al gatopardismo.

Si no cambian los resultados que van al momento de escribir esta columna, computadas ya dos tercios de las actas totales, la presidenta habrá elegido a los ministros por selección en su propuesta y por impulso movilizador de sus afines. Veamos.

Sin demeritar su capacidad, su trayectoria y su idoneidad para el cargo, todos fueron o propuestos por la actual presidenta como candidatos o fueron candidatos pues se encontraban en funciones de ministros al haber sido propuestos por el presidente López obrador.

En total se eligieron ayer 5 ministras y 4 ministros, todo indica que serán:

1. Hugo Aguilar Ortiz, propuesto por la presidenta.

2. Lenia Batres, en funciones de ministra desde el periodo de López Obrador.

3. Yasmín Esquivel, en funciones de ministra desde el periodo de López Obrador.

4. Loretta Ortiz, en funciones de ministra desde el periodo de López Obrador.

5. María Estela Ríos, propuesta por la presidenta y quien fue consejera jurídica de AMLO.

6. Giovanni Azael Figueroa, propuesto por la presidenta.

7. Irving Espinosa Betanzo, propuesto por la presidenta.

8. Arístides Guerrero, propuesto por la presidenta.

9. Sara Irene Herrerías, propuesta por la presidenta.

Esto evidencia que seis de los nueve virtuales ganadores de la elección fueron propuestos por la presidenta y los nueve además se encontraban en los acordeones que se atribuyen a Morena.

Sin juzgar el fondo la reforma, sino solo sus resultados en la práctica, podemos decir que todo cambió para que nada cambiara. El resultado hubiera sido el mismo si el método no hubiera cambiado. La presidenta propuso a los ministros elegidos, que fueron elegidos por la mayoría oficialista.

Así que sí, existe el gatopardismo mexicano.