En una coyuntura como la actual, donde los tres principales partidos, Morena, PRI y PAN han dejado manifiesta su incapacidad organizativa, su falta de conexión con la ciudadanía y, sobre todo, las deficiencias de sus liderazgos.

Debilidad que pone en duda su capacidad para enfrentar y, por sí solos, lograr el triunfo en una contienda electoral por la sucesión presidencial, e incluso en los comicios de Coahuila o Estado de México, queda claro que el partido o candidato que quiera ganar tendrá que hacerlo por la vía de las alianzas.

Los liderazgos de Mario Delgado en Morena, Alejandro Moreno del PRI y Marko Cortés en el PAN, han generado una confrontación al interior de sus partidos, donde las militancias exigen su relevo, su redefinición y propuestas aliancistas.

En el caso Morena se complica aún más, principalmente por el fracaso del gobierno de AMLO y más porque el presidente, legalmente no podrá estar en la boleta, lo que desvanece la idea de un partido hegemónico al estilo del viejo priismo y de un presidente caudillista que controle a su antojo las elecciones y el sistema de partidos.

La alianza que vendrá

Quien diga que la “alianza está muerta” se equivoca, el asunto cobra cada vez más importancia y parece ser la única vía, que no se dará en un solo plano, ya que los escenarios para las elecciones en el Estado de México y Coahuila y en 2024 en la elección presidencial, obligan forzosamente a la negociación.

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Consolidar una alianza opositora requiere forzosamente de su legitimación, no basta que sean las élites partidistas las que decidan, debe explicarse el propósito de unir esfuerzos para que los ciudadanos tengan alternativas que resuelvan sus problemas cotidianos y no solo sea una suma de votos, sino de causas

El dilema, sin embargo, es cómo y quién con quien irán de la mano. De momento, por la forma en que se está desarrollando la sucesión presidencial, en el contexto de un gobierno fallido, enfrentados entre ellos mismos, polarizados y, en el caso de Morena, atacando sin mesura a cualquiera que se oponga o difiera de AMLO, dentro o fuera de su organización, queda clarísimo que las negociaciones serán complicadas.

El agua y el aceite

En las últimas elecciones los candidatos han ido en alianzas y coaliciones donde parece que se mezclan el agua y el aceite. Empezando por Morena con el PT y PVEM. Dos partidos hechura de Salinas que desde los noventa han mantenido los mismos liderazgos financiados por el expresidente, Alberto Anaya en el PT y la familia González Torres en el PVEM.

Nadie hubiera imaginado que se aliarían con AMLO, pero es una alianza agotada, que no garantiza el triunfo de Morena y pone en peligro el registro de los satélites.

La alianza, para muchos “antinatura”, de Sí por México, conformada por el PAN-PRI-PRD, se ha sostenido y en ocasiones con excelentes resultados, enfrenta una gran desventaja, los partidos que la conforman han ido perdiendo la competitividad que alguna vez tuvieron por sí solos.

Los escenarios

Morena y sus aliados.

AMLO ya lanzó a sus tres precandidatos, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López Hernández, los tres ferozmente confrontados. A Adán Augusto lo han empezado a tupir con el llamado “fuego amigo”, exhibiéndolo en dos ocasiones por utilizar recursos públicos para actos proselitistas, mientras el canciller, que parece casi fuera de posibilidades de abanderar a Morena, podría asegurar por otra vía su aparición en la boleta.

Si no es el elegido, seguramente buscará la candidatura por Movimiento Ciudadano de Dante Delgado, de hecho, para su destape, el canciller eligió el estado de Jalisco, bastión de MC y no algún estado gobernado por Morena.

Además, si Marcelo es candidato, tiene posibilidades de que se sumen los partidos salinistas PT y PVEM, con quienes mantiene un vínculo mayor que AMLO. Otro factor importantísimo, es que podría lograr lo que el presidente nunca pudo, sumar al PRI a su candidatura.

Este escenario dejaría muy mal parado a Morena, aparte del desgaste que enfrenta y de que AMLO, evidentemente, no estará inscrito en la boleta.

Por otra parte, si Adán Augusto fuera el candidato de Morena, también buscaría encontrar un punto de convergencia con el PRI y “jalar” a ese partido a una alianza.

La que prácticamente está “fundida” es Claudia Sheinbaum, quien al parecer se ha encargado del puro trabajo sucio de enlodar a sus contrincantes.

La oposición

En este caso se perfilan varias posibilidades, la que ya conocemos de Sí por México, una alianza fuerte que, de mantenerse, podría tener oportunidad de ganar.

Sin embargo, hay voces contrarias a su conformación, como la del excandidato presidencial del PAN, Ricardo Anaya, quien difícilmente podrá repetir como candidato, mientras Jesús Zambrano del PRD, insiste en lograr una alianza, sobre todo con el PRI.

En estos escenarios el PRI se convierte en el partido “bisagra”, que con su incorporación a uno u otro bando definiría la inclinación de la balanza en las próximas elecciones.

El PRI podrá sumarse con Adán Augusto, con Ebrard o con Sí por México. Mientras el PAN como un partido sólido, tendría la capacidad de mantener una fuerte presencia en el Congreso.

Al final, las alianzas pueden ir en cualquier sentido, pero en estos momentos representan una oportunidad para el regreso de las negociaciones y los debates sobre políticas públicas, proyectos e iniciativas que nos alejarían de la propuesta de AMLO y Morena, de que prevalezca la voluntad de un solo hombre por encima de un México plural.