Ayer se publicaron dos comunicados del gobierno de la 4T que merecen ser leídos y analizados con cuidado:
- “Iniciativa de reforma eléctrica se queda como está, afirma presidente López Obrador”.
- Comunicado No. 23. Hacienda entrega al H. Congreso de la Unión los “Pre-Criterios 2023″. La Secretaría de Hacienda y Crédito Público actualiza la cifra de crecimiento económico para las estimaciones de finanzas públicas a 3.4% en 2022.
No por ser contundentes en el papel, las dos noticias dejan de ser asombrosas. Ambas reflejan el estilo, la determinación y la decisión del presidente AMLO. El contenido de ambos comunicados me hizo reflexionar sobre la naturaleza del poder del presidente en momentos delicados.
No hay duda de que el trabajo de un presidente difiere del de un general del ejército. Richard Neustadt, el extraordinario profesor de Harvard y experto en el análisis de la institución presidencial, tenía razón cuando citaba al presidente Harry Truman, refiriéndose al general Eisenhower: “Pobre Ike, se sentará en esta oficina oval, en este escritorio presidencial y ordenará: ‘haz esto, haz aquéllo’ y no pasará nada”.
¿La conclusión de Neustadt? “El poder presidencial es el poder de persuadir”.
Neustadt explica en su clásico libro “Presidential Power and the Modern Presidents: The Politics of Leadership from Roosevelt to Reagan” que es muy poco lo que los presidentes pueden hacer por su propia cuenta. El mejor uso de la autoridad presidencial al formular el presupuesto, firmar tratados, conferir nombramientos, emitir reglamentos, supervisar dependencias y supervisar la implementación de las políticas públicas, es negociar. Los presidentes ofrecen o amenazan con tomar acciones particulares a cambio de acciones que otros acuerdan tomar.
Neustadt añade que la capacidad de los presidentes para negociar, es decir, para persuadir, depende de su prestigio y reputación profesional. Los presidentes ganan reputación profesional usando la autoridad, formando estratégicamente alianzas mutuamente ventajosas y cumpliendo las acciones prometidas.
Neustadt nos dice que cuando un presidente decide llevar a cabo una acción, debería siempre considerar las consecuencias que esa acción tendrá para su poder, para su capacidad de negociar de manera efectiva en el futuro. Los presidentes rara vez actúan por su cuenta, solos. Siempre intentan persuadir a otros para que los apoyen y cumplan sus órdenes. Los presidentes que actúan solos, unilateralmente, pueden sentirse frustrados e incluso humillados.
En realidad, los presidentes tienen muchos más activos en la negociación. Pueden apoyar las disposiciones que otros quieren. Pueden recompensar o castigar a los miembros de su gabinete proponiendo aumentos o recortes en el presupuesto de sus dependencias. Pueden ayudar políticamente a sus subalternos elogiándolos en público. Los presidentes pueden recompensar a grupos o personas en localidades particulares.
Si un presidente es popular puede desalentar a la oposición. Puede amenazar con recortar un presupuesto, oponerse a un proyecto de ley, cancelar un proyecto necesario, cerrar una instalación ya avanzada y criticar a una persona o a una idea.
Los presidentes no sólo toman decisiones por la bondad de sus corazones. Hacen ofertas a cambio de acciones recíprocas específicas y premian a quienes les ayudan. Los presidentes saben que sus responsabilidades se dan a lo largo de juegos prolongados, mantienen relaciones, reúnen apoyo para promover agendas políticas ambiciosas. Los presidentes deben comprender no sólo su propia agenda, sino también la de sus posibles aliados y oponentes.
Según Neustadt, uno de los verdaderos pilares del poder presidencial es una buena reputación profesional. La reputación profesional se basa en la percepción de los demás de que el presidente:
a) Tiene objetivos definidos que lograr y que estos son lo suficientemente específicos y realistas para lograrlos.
b) Es persistente, trabajará duro y durante mucho tiempo para conseguir algo importante y no se dará por vencido a la primera señal de oposición o conflicto.
c) Tiene la habilidad para negociar de manera efectiva para ayudar a aquéllos en los que se puede confiar y que están avanzando en el logro de sus objetivos.
Los presidentes construyen una reputación profesional armando coaliciones con éxito, convirtiendo a los antiguos infieles en colaboradores, demostrando que apostar en contra del éxito presidencial es una propuesta perdedora y haciendo que los oponentes de una buena vez quieran estar de su lado.
Los presidentes también pueden construir una reputación profesional al usar efectivamente el púlpito de la intimidación, para presentar argumentos persuasivos a los votantes, elogiar y defender a aquéllos que quieren actuar de la manera que ellos aprueban y desalentar las acciones negativas a través de críticas o amenazas implícitas.
Por el contrario, los presidentes pueden perder su reputación profesional al ser pasivos, rodearse de colaboradores incompetentes, tomar posiciones inconsistentes o no cumplir con las promesas y amenazas.
Todos los presidentes toman decisiones para maximizar el poder. Cada decisión que toma un presidente puede afectar su capacidad para tomar decisiones más adelante. Una decisión puede construir una reputación profesional o destruirla, hacer que otros quieran cooperar con el presidente en el futuro o no, y convencer a los posibles aliados de que el presidente no los dejará por ahí tirarados.
Las acciones presidenciales también pueden afectar el apoyo público al presidente y hacer que las personas piensen que corren el riesgo de perder el apoyo si lo contradicen.
Lo que los presidentes deben entender es que sus decisiones no son hechos aislados; las que se toman en un área (por ejemplo, política energética) pueden afectar el poder del presidente en otras áreas (por ejemplo, política exterior, economía o medio ambiente).
Los colaboradores del presidente siempre están observando. Si un presidente tiene una reputación de ineficacia en un área de política dudarán en confiar en ese presidente en otra área. Tampoco respetarán a un presidente que falta a su palabra o avergüenza a quienes se han unido a él. Por otro lado, muchos actores importantes querrán estar de acuerdo con un presidente conocido como un socio de negociación confiable y un aliado confiable.
Los presidentes, por lo tanto, deben tomar cada decisión teniendo en cuenta su efecto en su capacidad futura para persuadir y negociar. No pueden darse el lujo de tomar decisiones que agoten su crédito, desilusionen a sus aliados o hagan que otros sean indiferentes a lo que ellos piensan o quieren.
El logro de objetivos y los buenos resultados es lo que ayuda a construir la reputación profesional de un presidente. Los presidentes deben siempre considerar si una decisión le abrirá o cerrará la posibilidad de una acción efectiva más adelante, ya sea sobre temas similares o no relacionados.
La única razón por la que a un presidente se le puede revocar su mandato es cuando todos estemos avergonzados porque ya no puede gobernar, no puede cumplir sus promesas ni respaldar sus amenazas.
Si la decisión que un presidente toma hoy no le va a permitir tomar decisiones mañana, por más popularidad que parezca tener, cerrará definitivamente la puerta de su eficacia futura. Concluirá, en los hechos, su gestión peor que como la inició.
Es cierto que la tarea presidencial es ingrata. Es inevitable tomar decisiones con información muy limitada. Muchos presidentes piensan que una decisión imperfecta puede ser mejor que no decidir, o decidir tarde. Pero los presidentes existosos se apoyan en asesores para aliviar la presión; escuchan puntos de vista alternativos. Cuándo negociar, cómo persuadir y cuándo tomar represalias son opciones que los presidentes evalúan regularmente.
Decir que la iniciativa de reforma eléctrica se queda como está y que la cifra de crecimiento económico para las estimaciones de finanzas públicas es de 3.4% en 2022, son decisiones que se toman hoy pero que no permitirán tomar decisiones mañana.