Los partidos políticos fueron creados para acceder al poder con la participación ciudadana en procesos democráticos. Son los intermediarios entre la sociedad y el Estado. El ¿cómo? es decisión de cada uno y normalmente comienzan por reclutar, organizar y movilizar.
En México, como en todo el mundo, hay partidos de izquierda y de derecha, según se asocien a la igualdad, la solidaridad y la justicia social, o con el conservadurismo, el libre mercado o la iniciativa privada. En uno y el otro lado podríamos ubicar a Morena y al PAN. El primero, que hoy navega con la bandera del bienestar y la transformación, y el segundo, que continúa con el mismo estandarte que le dio vida, aunque ahora quiera cambiar sus formas.
En días pasados Acción Nacional anunció su “relanzamiento”, más de forma que de fondo, más mediático que de cambios estructurales, en el que sobresalen su manera de reclutamiento y la no coalición para competir en las elecciones, formar gobiernos y acceder al poder.
Desde siempre, para afiliarse al PAN había que concretar un proceso de registro: llenar un formulario, asistir a un taller de introducción y, desde luego, aceptar los términos de los reglamentos y estatutos del Partido, y después, si el Registro Nacional de Militantes lo autorizaba, entonces el solicitante recibía su constancia correspondiente. Obvio que es un procedimiento obsoleto, y así lo entendió el PAN.
Ahora, quien lo desee, bastará con manifestarlo y entrará por la puerta grande, esa puerta que solo estará cerrada para la coalición, dicen, que por cierto, es común en todo el mundo. Antes hubo dos partidos, PAN y PRI, y ahora son Morena y lo que queda del primero, pues “los pequeños” no significan un aporte preocupante para nadie, aunque si juegan un papel en nuestro “México democrático”, de diversidad, en parlamentos y gobiernos integrados “por el pueblo”.
Acción Nacional, como todo partido político, tiene el derecho de modificar o cambiar lo que a su juicio considere y de eso no tiene que rendir cuentas pero, sus integrantes, los panistas, deben y pueden considerar si la imagen que hoy presentan cumple los estándares por los que han luchado a través del tiempo.
Por cuidar principios y valores, así lo pregonaban, en Acción Nacional no había tránsfugas, no tenían cabida quienes militaban en otros partidos, y menos tenían acceso a una candidatura. Sin embargo, hace unos cuantos años, decidió postular a quienes pudieran darle votos, sin importar la procedencia, y captó a varios rechazados por su eterno rival, el PRI, como fue el caso, por ejemplo, del actual gobernador del Estado quien obtuvo su primer triunfo electoral con las siglas azules. Así comenzó una nueva etapa este partido donde el voto fue prioridad.
Hoy abre su puertas a la militancia sin restricciones de credos ni banderías, lo que me trajo a la memoria, el pensar del último ideólogo panista, expresidente nacional, excandidato a varios puestos de elección: Carlos Castillo Peraza, quien fue muy claro al describir a su partido, al Acción Nacional de ayer. “El PAN no compite por ganar el poder, sino por ganar conciencias, nació para formar ciudadanía y elevar la vida pública”.
Durante décadas Acción Nacional fue un partido de testimonio y hoy, en el centro como en la periferia, sus divisiones internas y sus intereses personales lo han llevado a la confusión ideológica y, si de verdad, cree en su relanzamiento, tendrá que hacerlo desde sus raíces. Acción Nacional comenzó a perder su esencia en el preciso momento en que comenzó a ganar elecciones. Criticó y señaló con dedo flamígero al gobierno, mientras él no fue gobierno, reprodujo errores y corruptelas, cambió principios a conveniencia y hoy quiere renovarse con sus mismos cuadros y con la mira puesta en las urnas y no en la conciencia de la gente. Sin ética, cualquier relanzamiento se vuelve marketing.
Retomar el camino no es tarea fácil, Acción Nacional perdió su esencia e identidad y con ellos el respeto.


