Veamos primero la biografía que el empresario Claudio X. González presenta de sí mismo en Twitter: “Demócrata, liberal y de centro-progresista”.

Ahora citemos un tuit de Marcelo Ebrard del 2 de marzo de 2013, más de un año después de que Morena naciera como asociación civil y cuando ya AMLO trabajaba intensamente para lograr que se le diera el registro como partido político:

Una grosería que Ebrard hiciera ese llamado a Andrés Manuel para unirse al PRD, al PT, a MC y a la “sociedad civil”. Grosería, en efecto, y aun patanería, ya que la propuesta de Marcelo equivalía a insultar al actual presidente de México, quien había abandonado el perredismo harto de la corrupción de no pocos de sus dirigentes. Doble insulto invitar a López Obrador a esa alianza porque era un hecho que, aunque no se le mencionara, tarde o temprano se iba a convocar al PAN, como en 2010, cuando el PRD y MC, con el visto bueno de Marcelo y los chuchos, apoyaron al PAN para que Rafael Moreno Valle llegara a la gubernatura de Puebla.

En 2013 el hoy canciller soñaba con ser candidato presidencial en 2018 en contra de AMLO. Pensaba que era popular y poderoso y que su gestión como jefe de gobierno era reconocida por toda la sociedad mexicana. No había fallado la principal de sus obras, la línea 12 del metro, que un año después de que Marcelo se destapara tuvo que ser cerrada al público porque, evidentemente, había sido construida con grandes fallas técnicas, tanto por ineficiencia del gobierno de Ebrard como por corrupción.

En septiembre de 2012, recordémoslo, AMLO recorría México para convocar a la gente al proyecto de Morena; lo acompañaban, dependiendo del lugar que visitaba, activistas absolutamente leales como Alfonso Durazo, Bertha Luján, Jesús Ramírez, César Yáñez y Claudia Sheinbaum, entre muchas otras personas comprometidas con la izquierda mexicana.

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Pues bien, ese mes de 2012, en el diario español El País, el periodista Luis Prados entrevistó a Ebrard. Este hombre, todavía jefe de gobierno, pero ya en el final de su periodo, de plano se destapó para ser candidato presidencial en 2018.

La redacción de El País sintetizó la entrevista de esta manera: “El alcalde de la capital mexicana ha anunciado que buscará la presidencia de México en 2018. El reto es construir una alternativa de centroizquierda para dar la batalla al PRI”.

El reportero escribió que Marcelo era “más que un alcalde popular”: representaba, a juicio del no muy informado periodista, “la gran esperanza de la izquierda moderada —vale decir, la de los chuchos, cuya corrupción llevó a AMLO a dejar el PRD— en un momento en el que las fuerzas progresistas han roto filas tras la decisión de Andrés Manuel López Obrador —derrotado en las presidenciales de 2006 y 2012— de convertir su Movimiento Regeneración Nacional (Morena) en partido político”.

En la entrevista, Ebrard anunció como meta estratégica que buscaría la presidencia en 2018; como primer objetivo táctico, Marcelo dijo que iba a “refundar” el PRD.

Marcelo Ebrard pretendía refundar al PRD por “la competencia con Andrés Manuel”. Veía el ahora canciller una ventaja del perredismo sobre el movimiento de AMLO: “La ventaja del PRD es que Morena es el partido de una sola persona”. Vaya insulto a un movimiento de millones de mexicanos y mexicanas que tanto trabajaron para llegar a la presidencia de México en 2018.

El “espacio progresista” que Marcelo anunció iba a crear en 2013 para intentar conquistar la presidencia se parece mucho al instituto político fracasado que años antes había fundado con su jefe de toda la vida, el priista Manuel Camacho: el PCD o Partido de Centro Democrático.

Desde luego, el “espacio progresista” con el que sueña Marcelo Ebrard no solo evoca al “centro democrático” del mejor amigo de Carlos Salinas, el mencionado Camacho; rememora también a la supuesta ideología del jefe verdadero del PRI y del PAN, Claudio X. González, quien se identifica a sí mismo como de “centro-progresista”.

Creo que Claudio X., reconocido personaje de la extrema derecha empresarial se puso la etiqueta de “centro-progresista” para atraer a Ebrard, quien seguramente no descarta entrar en una negociación con el hijo del hombre de negocios más cercano a Salinas, lo que ocurrirá en el caso, muy probable, de que no le toque la candidatura presidencia de Morena, partido al que Marcelo combatió en sus orígenes, al que se afilió tarde y con el que, de plano, no se identifica completamente: el canciller se vende como de centro, mientras que el partido fundado por Andrés Manuel es verdaderamente de izquierda y no está dispuesto a girar ni un milímetro a la derecha ni siquiera por razones tácticas o estratégicas.