El Pueblo de Xoco, CDMX, mi pueblo. Viví la mitad de mi vida ahí sumergida en él. Era un pueblito pequeño, localizado en la alcaldía Benito Juárez; todos convivíamos ahí en paz.

Para los que no saben, el Pueblo de Xoco tiene un origen prehispánico y un legado histórico que hoy empieza a agonizar por la modernidad.

La Torre Mitikah  que pretende ser, por cierto, la torre más alta de la CDMX, empieza a aplastar a las pequeñas casitas y sus 3 mil 500 habitantes.

Los oriundos de este pueblo han resistido durante  años contra  su devastación y la invasión, pues en medio de la modernidad y la construcción de edificios modernos y altos, se aferran por sobrevivir y que no los saquen de sus casas .

Sin embargo, a muchos habitantes lograron convencerlos de ceder sus casas, a cambio de comprárselas por el doble de precio y hasta prometiéndoles trabajo.

Otros más, ya muy poquitos, se aferran a sus raíces, usos y costumbres para que no los arranquen de ahí así les ofrezcan las perlas de la virgen.

Pero, literalmente, la mancha urbana ya llegó y no hay quien la detenga. Es como un tsunami que viene a desaparecer nuestro pueblo, el Pueblo de Xoco.

No queda ya  mucho por hacer, por más que los habitantes se manifestaron, Mitikah fue más fuerte y poderoso junto con el poderoso señor don Dinero y llegó a instalarse casi en medio del pueblo, como una espada clavada en sus espaldas.

Sobreviven y espero siga así para siempre, el panteón de Xoco y la capilla de San Sebastián Mártir. Mínimo deberían dejar sobrevivir estas dos entidades que representan lo que casi fue el Pueblo de Xoco y que la gente nunca olvide que ahí existió un pueblito que tenía sus usos y sus costumbres, con pequeñas casas y diminutas y cerradas  calles  donde apenas pasaban los autos.

Si bien el crecimiento económico es necesario para una ciudad y la modernidad se agradece, también siento mucha melancolía por la desaparición de este pueblo.

Todos los que habitábamos ahí éramos uno solo. No había distingos. Era una colonia realmente de paz.

Hoy me encuentro con la noticia de que el Centro Comercial Coyoacán o mejor conocido como “Centro Coyoacán” fue ayer cerrado al público y será demolido. Ésta plaza también dentro de los linderos de el Pueblo de Xoco.

Y los mares de nostalgia llegaron a mi mente.

Ese pequeño centro comercial era mágico. No era grande, ni tampoco ostentoso, pero tenía todo y te hacía sentir en casa. Es que más bien era pequeño. Tenía su pequeño Palacio de Hierro y sus pequeñas tiendas. Transcurrió mi adolescencia en medio también de esa plaza. No era porque me fuera de compras, pues no había dinero para tales fines, pero pasear ahí con mis amigas y ver los aparadores era todo lo que necesitaba para tener un rato feliz. No era un sitio fifí… hasta el propio presidente vivió a escasas cuadras de ahí durante muchos años, por eso no entiendo porque hoy en su mañanera atacó a la alcaldía Benito Juárez, si él vivió ahí.

Hoy que miro las noticias y me entero que hasta mariachis llevaron mientras la cortina del Palacio de Hierro bajaba y la gente aplaudía para despedirlo, supe que no fui la única que adoptamos esa plaza como nuestra y que no fui a la única que le dolió .

Y ya sé que no hay que aferrarse a las cosas materiales, esto va más allá de eso. Es sentir que alguien más poderoso y fuerte que tú vino a arrasar con millones de recuerdos y de espacios que alguna vez muchos como yo recorrimos.

El Pueblo de Xoco aun cuando esté a punto de extinguirse y ninguna autoridad haya querido rescatarlo porque en medio de él se manejan millones y millones de pesos, seguirá existiendo en nuestros corazones, porque ahí vivimos, ahí crecimos, de ahí aprendimos.

Y porque pocos pueblos originarios en la CDMX sobrevivirán tristemente por esta rapidez en la modernidad que arrasa con todo para crecer a cambio de millones de pesos en juego.

Solo quería escribir acerca de esto como mi personal y sencillo homenaje al lugar que me permitió vivir durante muchos años y que poco a poco está dejando de existir para poder decirle hasta siempre…

Es cuanto.