La actividad constructiva, la edificación de edificios y de obras resulta muy útil para ilustrar fases o aspectos de la política, pues dota de una importante capacidad expresiva y figurativa a quien recurre a ellos para ejemplificar la ruta e emprender, tras la consecución de los propósitos asumidos.

La cimentación, las bases, los pilares, las columnas, los pisos o las plataformas, que son expresiones propias de las edificaciones, resultan de gran valía para ilustrar sobre proyectos y propuestas de gobierno, de los partidos y de distintas organizaciones.

La lucha electoral por la presidencia de la república ha importado este silogismo en voz de una de sus aspirantes: el segundo piso de la transformación. En principio no tiene nada de malo la metáfora, pero el problema deriva de advertir que el primer piso en el que pretende soportarse tal propuesta reporta graves cuarteaduras.

Algunos temas relevantes así lo indican. La salud es uno de ellos, pues el proyecto para brindar servicios médicos que se colocaran a la altura de la calidad que existe en Dinamarca ha quedado exhibido como una mala broma o casi una mofa; después de cinco años de haberse instrumentado la actual política de salud, la esperanza de vida de la población, lejos de incrementarse se ha visto reducida. Otro tanto ocurre con la seguridad con índices de comisión de homicidios dolosos que rebasan ya los registros, de por sí escandalosos, de sexenios anteriores.

Servicios públicos como los de la energía eléctrica y la dotación de agua potable se encuentran en situación crítica, al punto que temporalmente, de forma intempestiva y provisional, se ha interrumpido el fluido eléctrico en diversas regiones del país; el suministro de agua en la capital de la república está comprometido, y sigue sin aclararse la contaminación de uno de los pozos que abastecían a la Ciudad de México que fue necesario cerrarlo después de cierto desdén de la autoridad a pesar de los indicios sobre su contaminación.

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El gasto público se sumerge en una trama que oscila entre criterios caracterizados por la austeridad y el dispendio; en un caso, severas restricciones para reducir el gasto público en salarios, servicios, contratación de asesorías, viajes, adquisición de equipos de cómputo, materiales de oficina y hasta en el mantenimiento de edificios públicos e instalaciones; en el otro lado, excesos desproporcionados en el monto asignado a obras insignia como “La Refinería de Dos Bocas”, el “Tren Maya” y el Aeropuerto Felipe Ángeles, este último que ha devenido en uno de carga, como ajuste o corrección emergente ante una incidencia de viajes de pasajeros sumamente reducida y con un costo operativo que sigue siendo deficitario, con su consecuente presión a las finanzas públicas.

El tren y de la refinería antes aludidos han más que duplicado su costo original, al tiempo que sobrepasaron su tiempo de realización, con un cerco para reservar la información sobre contratos, servicios y detalle de costos en los que han incurrido.

Existen severas dudas sobre la calidad de esas obras y total certeza de que su realización se sustenta en un amplio marco de discrecionalidad y opacidad, en donde no se conocen los estudios de factibilidad y de impacto medio ambiental necesarios para avalar su realización, lo que colinda con presumibles prácticas de corrupción, abuso y tráfico de influencias.

A su vez, la reforma educativa se instrumentó sobre una determinación meramente volitiva y, por tanto, alejada de las consultas y proceso de documentación necesario para acreditar la pertinencia de las pautas en las que se soportó; de modo que la “nueva escuela mexicana” parece más como un lema mercadológico, alejada de una propuesta consistente y de una política pública sólidamente construida. Al final, los errores de los libros de texto gratuito y las amplias dudas sobre su calidad surgen como la consecuencia de un drama que concluye los errores que tuvo desde el principio.

El eufemismo del segundo piso habla de que se mantendrá el trayecto y las bases sobre las que se edificó el primer piso; pero nada acredita que esa primera estructura resulte sólida como para plantar sobre ella un siguiente nivel. Por el contrario, todo indica que se requieren reparaciones urgentes como ya lo pone de manifiesto la actual crisis del servicio eléctrico, de dotación de agua, de suministro de medicamentos, del final incierto de las obras en proceso y de dudas sobre su utilidad y rendimiento.

¿Un segundo piso sobre un primero que cruje y se muestra inestable?

Dos columnas parecen sostener la edificación, la primera tiene que ver con la entrega de apoyos directos a diferentes segmentos de la población, quienes encuentran en ellos un importante alivio a su situación; la segunda se refiere al importante flujo de remesas que envían los mexicanos residentes en el exterior a sus familiares y que impulsan la economía nacional y el ingreso de dólares.

Fuera de eso, la edificación se tambalea, el segundo piso carece de base firme.