“Reconozco la importantísima determinación de la mayoría de este Tribunal pleno de romper lo que parecía un inaccesible techo de cristal. Me siento acompañada, respaldada, acuerpada por todas ellas, por todas nosotras. Me siento muy fuerte porque sé que estamos todas aquí.”, dijo en su primer discurso Norma Lucía Piña Hernández al ser electa como presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) a partir de hoy, dos de enero de 2023 y permanecerá en el cargo hasta el próximo 2026.

La actual presidenta de la SCJN es licenciada en Derecho por la UNAM y cuenta con una maestría en Argumentación Jurídica y un diplomado en Derecho Constitucional y Amparo, además de varias especialidades: en Derecho Penal, en Judicial y en Psicología Social y Comunicación así como en Derecho Constitucional y Administrativo

Su llegada al frente de la Suprema Corte de Justicia de la Nación es un hecho tan importante como histórico.

Norma Lucía Piña es una mujer defensora de los derechos humanos, en especial de los derechos reproductivos de las mujeres y se ha manifestado abiertamente en contra de la violencia de género.

Su férrea oposición a que se criminalice el aborto da una luz de esperanza a todas las mujeres que se han visto privadas de la libertad por interrumpir su embarazo, aún en forma involuntaria.

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A sus 62 años, y en pleno ejercicio de una carrera en ascenso. la actual ministra presidenta alcanzó hoy su sueño y rompió como ella dijo, ese “invisible” pero terriblemente dañino “techo de cristal”.

Un techo que se hace añicos

“El techo de cristal es un término acuñado desde el campo de la psicología para referirse a las barreras invisibles, difíciles de traspasar, que representan los límites a los que se enfrentan las mujeres en su carrera profesional, no por una carencia de preparación y capacidades, sino por la misma estructura institucional”, se lee en la página de INMUJER.

En “palabras de a centavo” entendemos que ese techo es una barrera que la misma sociedad machista ha impuesto a las mujeres para impedir que se desarrollen en el ámbito laboral, donde el estereotipo del éxito o de alguien que ocupa un cargo gerencial es mayoritariamente masculino.

Es invisible pero terriblemente aplastante.

Dado el absurdo que ha dominado el imaginario colectivo, más en el ámbito laboral, se ha creído por años que la llegada de una mujer a un cargo relevante es por méritos que nada tienen que ver con su capacidad, que pueden ir desde favores sexuales hasta intrigas, compadrazgos o herencias familiares. olvidando o incluso menospreciando sus valores o su preparación.

Pero el techo de cristal en México se está haciendo añicos.

Actualmente hay nueve gobernadoras, una ministra en retiro (Olga Sánchez Cordero), tres ministras en la SCJN y una ministra presidenta, además de cientas de mujeres empresarias y otras más que ocupan puestos directivos en importantes consorcios.

Para que hubiera una ministra presidenta tuvieron que pasar 200 años y en esas dos centenas solo ha habido 14 mujeres ministras, lo que nos habla de una paridad en pañales que por fortuna, empieza a cambiar.

Lo que debe cambiar con urgencia son las barreras que creamos en la mente. Ninguna mujer merece vivir bajo el yugo masculino ni mucho menos cargar con culpas o complejos por ser capaz de sobresalir en cualquier ámbito o por ejercer su sexualidad como le plazca o decidir sobre su cuerpo.

La ministra presidenta nos da una lección de vida: se puede, se pudo y se podrá.

Celebro, como muchos, estos importantes cambios en nuestro México donde todos somos iguales, todos somos capaces, todos merecemos llegar a donde nos propongamos y trabajar por nuestra sociedad.

Enhorabuena. Vamos avanzando y vamos por más.