Veinticuatro husos horarios dividen el planeta verticalmente. Rusia, por ejemplo, tiene once husos horarios distintos en su extenso territorio. China, sin embargo, aunque cubre cinco husos, se rige por el mismo horario en todo el país. Es uno de los países más extensos del mundo, con una distancia de 4,800 kilómetros de este a oeste. Sin embargo, la hora de Pekín es la misma que en cualquier lugar a miles de kilómetros al oeste, en la frontera con Afganistán. ¿Por qué? Tras la revolución y el establecimiento de la República Popular China en 1949, Mao decidió aplicar una serie de medidas de unificación nacional en las que “el tiempo” pasó a ser una cuestión política. Buscando fomentar el sentimiento de nación, Mao estableció el mismo horario para todo el país.
Todo es relativo y, desafortunadamente, mucho es resultado de malas decisiones políticas. Por eso me llamó la atención el nuevo libro de Jenny Odell sobre la noción del tiempo en nuestras vidas: “Saving Time: Discovering a Life Beyond the Clock” (Ahorrar tiempo: descubrir una vida más allá del reloj, Random House, 2023). Jenny Odell es una escritora y profesora de arte en Internet y diseño en la Universidad de Stanford. Publicó en 2019 su título más vendido, “How to Do Nothing: Resisting the Attention Economy” (Cómo no hacer nada: resistir la economía de la atención).
Odell nos invita a pensar cuán extraño y artificial es el tiempo de trabajo contemporáneo. El tiempo del reloj, nos dice la autora, es el producto de la conquista europea: desarrollado primero por monjes medievales, con sus campanas, que necesitaban participar en oraciones coordinadas a horas determinadas del día, y más tarde estandarizado por el sistema ferroviario británico para que todos los trenes funcionaran en el mismo horario.
Odell ofrece una poderosa crítica de la forma en que concebimos el tiempo. El libro comienza rastreando las raíces de nuestro sistema actual, en el que el tiempo se intercambia por salarios, hasta la industria y los imperios del siglo XIX. En una carta de 1861, un británico que llegó a Sudáfrica decía: “hemos dejado el tiempo y hemos sido lanzados a la eternidad”. Esto resume las creencias contemporáneas que ubicaron al “civilizador” industrioso y cronometrador contra el “otro” atemporal y ocioso. Los trabajadores de las fábricas eran sometidos a una dura disciplina temporal, famosamente encarnada por los métodos del ingeniero Frederick Winslow Taylor. Una tabla taylorista de 1916 rastrea los segundos necesarios para “aflojar la tuerca con una llave” hasta “quitar un perno”.
En Occidente, hemos aprendido a pensar en el tiempo como una mercancía que se compra y se vende. Los trabajadores venden su tiempo a sus patrones. Los correos electrónicos reemplazan el tiempo libre de los empleados de oficina. El tiempo es un aspecto fundamental de la existencia humana; gobierna nuestra vida diaria y da forma a nuestra percepción del mundo que nos rodea. Sin embargo, la concepción del tiempo en la vida moderna es un fenómeno complejo que ha sufrido cambios significativos a lo largo de los años. Desde la Revolución Industrial hasta la Era Digital, la forma en que experimentamos y entendemos el tiempo ha evolucionado, reflejando los cambios en nuestra sociedad y cultura.
Para los “millennials” todo es diferente. Han crecido en una economía de ingresos estancados. Para ellos, no funciona lo que algunos pensábamos sobre la importancia de estudiar, conseguir un buen empleo, comprar una casa, vivir bien la vida y ahorrar para jubilarnos en paz. Tal vez el contrato social que disfrutamos los de mi generación ya no se aplica a los “millennials”. Ellos son impacientes, no permanecen en un lugar, les encanta la rotación en los empleos por el solo hecho de sentir el cambio y la nueva experiencia. Lo que ellos desean es autonomía, significado y propósito.
Suele definirse a los “millennials” como la generación nacida entre principios de la década de 1980 y mediados de la de 1990, aunque las fechas exactas pueden variar según la fuente. Aquí hay algunas características comunes atribuidas a esta generación:
- Conocimientos tecnológicos: crecieron con el auge de Internet, las redes sociales y otras tecnologías digitales. Tienden a sentirse cómodos con la tecnología y dependen mucho de ella en su vida diaria.
- Multitareas: debido a su dependencia de la tecnología, y la naturaleza acelerada de la sociedad moderna, son expertos en hacer malabarismos con múltiples tareas y prioridades simultáneamente.
- Socialmente conscientes: tienden a ser más conscientes social y ambientalmente que las generaciones anteriores y, a menudo, se sienten atraídos por las causas y los problemas relacionados con la justicia social y la sostenibilidad.
- Diversos: son una de las generaciones más diversas en términos de raza, etnia y antecedentes culturales. Esta diversidad puede dar forma a sus perspectivas y valores.
- Emprendedores: se sienten atraídos por el espíritu empresarial y el trabajo por cuenta propia, y valoran la libertad y la flexibilidad que conlleva trabajar para ellos mismos.
- Equilibrio entre el trabajo y la vida: tienden a priorizar el equilibrio saludable entre el trabajo y la vida personal. Valoran la flexibilidad en sus carreras.
Odell argumenta en su libro que se pierde autonomía, significado y propósito cuando la forma en que pensamos sobre el tiempo ha sido secuestrada por el trabajo dentro de una sociedad hipercapitalista. Ella cree que ahora estamos “viviendo en el reloj equivocado”, desglosamos el día en fragmentos diminutos, ajustamos la agenda y tratamos de lograr un enfoque similar al de un láser. Muchos incluso mantienen una práctica de documentar las actividades de vacaciones y fines de semana en las redes sociales. Quieren mostrar que el ocio implica hacer algo en lugar de simplemente desconectarse por completo.
En mi experiencia y en mis lecturas, he encontrado siete cambios relevantes en la concepción del tiempo que serían útiles para que los “millennials” reflexionen sobre su propia noción del tiempo:
- Un mayor énfasis en la eficiencia y la productividad. En los primeros días de la Revolución Industrial, el tiempo se consideraba un recurso valioso que podía utilizarse para aumentar la producción y las ganancias. Esto condujo a la estandarización del tiempo, con la introducción de relojes y la adopción de una jornada laboral fija. El tiempo se convirtió en algo medible y cuantificable que podía optimizarse para obtener la máxima productividad.
- La tendencia hacia la eficiencia se ha intensificado con el advenimiento de la Era Digital. Con el auge de las computadoras e Internet, tenemos acceso a una cantidad sin precedentes de datos, información y conectividad. Se difuminan los límites entre el trabajo y el tiempo libre, y las personas a menudo sienten la necesidad de estar constantemente conectadas y disponibles. La presión por ser productivo y eficiente se ha convertido en un aspecto omnipresente de la vida moderna. El tiempo se ve como un bien que debe optimizarse y explotarse.
- Hay un movimiento creciente hacia un enfoque más consciente y holístico del tiempo. Ahora se buscan formas de reducir la velocidad y conectarse con el momento presente, a través de prácticas como el contacto con la naturaleza, la atención plena y la meditación. La idea de una “vida lenta” ha ganado terreno, con personas que buscan crear vidas más significativas y satisfactorias que prioricen la calidad sobre la cantidad.
- Con la tecnología avanzando a un ritmo exponencial, el mundo que nos rodea está en constante evolución y adaptación. Esto ha llevado a una sensación de aceleración. El ritmo de vida se vuelve más frenético. Esto se refleja en la forma en que consumimos información, con las redes sociales y los ciclos de noticias de 24 horas que contribuyen a la estimulación constante y sobrecarga de datos.
- Dislocación y desorientación. Con el mundo cambiando tan rápidamente, puede ser difícil mantener la continuidad y estabilidad. Muchas personas sienten que viven en un estado de cambio constante, con un futuro incierto e impredecible. Esto ha llevado a una mayor conciencia de la necesidad de resiliencia y adaptabilidad.
- La creciente importancia de la memoria y la nostalgia. Con el rápido ritmo de cambio, existe una sensación de pérdida y nostalgia por una época más simple. Esto se refleja en el surgimiento de la cultura “retro” y “vintage”, ya que las personas buscan conectarse con el pasado y encontrar consuelo en lo familiar. La popularidad de Instagram, con su énfasis en compartir recuerdos y experiencias, también refleja esta tendencia.
- La nostalgia también puede verse como una forma de escapismo, de evitar los desafíos del presente y retirarse a un pasado reconfortante. Es importante abrazar el presente y trabajar por un futuro mejor. Todos estamos acostumbrados a regirnos por el reloj. Son breves las sensaciones de atemporalidad. Además, cuando tenemos hijos, los días son largos pero los años son cortos.
El libro de Odell invita a los lectores a revisar sus concepciones del tiempo y fomentar la acción para construir un mejor futuro. El tiempo no es necesariamente dinero ni poder. A veces refleja historia, en ocasiones es el retrato de una vida individual y casi siempre significa esperanza. De lo que no tengo duda es que ahora es el tiempo de los “millennials”.