Veracruz está que arde. Pero no sólo por la grave crisis de la seguridad pública que como herencia maldita de la pasada administración estatal hoy debe atender la mandataria Rocío Nahle. Lo que tiene al estado al punto de la ebullición política es el cada vez más complicado panorama electoral, que evidencia una ruptura entre mandatarios saliente y entrante, así como entre Nahle y la propia dirigencia nacional de su partido; lo que sin duda amenaza a mediano plazo la propia gobernabilidad en el estado jarocho .
Y es que luego de que en febrero el medio digital La Política Online revelara que la relación entre la gobernadora Rocío Nahle y el ex gobernador Cuitláhuac García “no es buena” y que García “busca colocar una serie de candidaturas para asegurar puestos para su propio equipo y, además, mantener cuotas de poder en el estado”, tal escenario parece ser ya una realidad. La definición que por estos días se lleva a cabo de las candidaturas para las presidencias municipales que se renuevan en junio deja ver que en este juego de vencidas, aparentemente, Rocío Nahle no ha sido capaz de evitar que el exgobernador y su equipo, en conjunto con la dirigencia nacional de Morena, le metan dolorosos goles, imponiendo como “Promotores de la 4T” en algunos de los municipios clave del estado a personajes con fuertes vínculos con la administración anterior.
Para muestra unos cuantos botones: en San Andrés Tuxtla, Morena eligió como “promotor” (eufemismo para designar a quienes con toda probabilidad serán los candidatos del partido guinda) a Rafael Fararoni Magaña, hijo de quien fuera alcalde de ese municipio por el PRD y posteriormente amigo y protegido de Juan Javier Gómez Cazarín, poderoso diputado local en tiempos de Cuitláhuac García y cuyas ligas con el ex gobernador están tan vigentes, que la gobernadora Nahle optó por no incluirlo en su gabinete. No es Cazarín secretario de Gobierno del estado, como era su aspiración, pero en cambio amarra el control -y el presupuesto- del ayuntamiento tuxtleco a través de uno de sus más cercanos.
Mientras que al norte de la entidad el tamaño de la goliza que la dirigencia de morena le recetó a la gobernadora Nahle sólo es comparable con las que la Selección Mexicana solía meterle a Trinidad y Tobago en los mejores tiempos del “impresionanti” Zague. En Poza Rica, otrora capital petrolera de México y el cuarto municipio más importante del estado, en 2021 había logrado “colarse” a la candidatura Fernando “el Pulpo” Remes, un exbeisbolista y empresario ganadero cuya única bandera de campaña era decirse “amigo” de Andrés Manuel López Obrador (ver: El “amigo de AMLO” que se encaprichó en ser alcalde). Logró salirse con la suya, en buena medida porque supo cabildear con el dirigente estatal de Morena, Esteban Ramírez Zepeta, personaje menor y auténtica hechura de Cuitláhuac García; y a través de él con Mario Delgado, entonces máximo dirigente nacional del partido guinda.
Pues parece que no contentos con haber hecho la travesura hace cuatro años, nuevamente la dirigencias nacional y estatal de Morena aplicaron el dedazo, aunque hoy dicho partido lo encabezan Andrés Manuel López Beltrán y Luisa María Alcalde, relevo generacional de Mario Delgado, pero aparentemente con sus mismas mañas. Pasando por encima de los deseos políticos y personales de la mandataria estatal y de la propia militancia de Morena, nombraron como “promotora” a una joven diputada local, por cierto ex empleada del ayuntamiento encabezado por “el Pulpo”. Apenas se conoció la decisión, las redes sociales estallaron en críticas donde quizá la más recurrente hace mención a la “continuidad” no de políticas, sino de “equipos” cuyo poder se pensaba caducaría a partir del 1 de enero de 2026.
Donde los dirigentes de Morena no pudieron o no quisieron meterse, quizá para dejarlo como premio de consolación a la mandataria estatal, fue en Coatzacoalcos, su feudo político; pero ahí el dilema para Nahle fue interno, pues para favorecer a Miguel Rosaldo, su excolaborador en la Secretaría de Energía, tuvo que pasar por encima de las aspiraciones de la ex diputada local Eusebia Cortés “Cheva”, quien ya declaró que a ella nunca le notificaron del resultado de la famosa encuesta y se enteró de la designación de Rosaldo por medio de las redes sociales, tal cual sucedió en Poza Rica, en donde ningún contendiente fue notificado de la determinación que tomó el partido.
Y falta todavía la definición en el Puerto de Veracruz, búnker político de la familia Yunes, a quien Rocío ya dijo que no quiere en Morena pero Adán Augusto ya le dio la bendición para incorporarse al partido. De pronóstico reservado la definición de candidatura, pues no es cualquier cosa enfrentar a los poderosos dirigentes nacionales de Morena que por lo visto hacen lo que quieren, sin importar demasiado lo que los gobernadores opinen.



La pregunta flota en el aire: ¿quién manda en Veracruz? o mejor dicho ¿quién mandará en la entidad a partir del 1 de enero de 2026, cuando se renueven las alcaldías y varios de los nuevos ediles respondan a los intereses de otros actores políticos y no a la gobernadora con la cual deberán trabajar en los siguientes cuatro años? ¿Qué tan viable será para Rocío Nahle sacar adelante su programa de gobierno, con varios ayuntamientos encabezados por personajes a quien originalmente no quería y que se sabe quiso evitar que fueran candidatos?
Por lo pronto, en el aire queda un mal sabor de boca: debilitada empieza Nahle su gobierno cuando no pudo demostrar a plenitud el músculo político indispensable para darle credibilidad a una administración que recién comienza.
¿O acaso estará de acuerdo con todo lo sucedido hasta el momento?