“Veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales”.
Luis Donaldo Colosio
Lozoya come ganso en el Hunan
‘No hay que ser mal pensados.’ Siempre resulta más fácil decirlo que hacerlo, sobre todo cuando corre el rumor de que Emilio Lozoya Austin apenas hizo un gran sacrificio. Al parecer tuvo que ir el viernes a uno de los mejores restaurantes de la Ciudad de México para comerse una maruchan, pero de las originales, no de esas instantáneas… Por supuesto, habrá sido doble el sacrificio si tuvo que desembolsar de su lana que, bueno, a decir verdad, es la nuestra...
De corroborarse semejante atropello, y tras haber ingerido unos tacos de ganso, que no de pato, y ser exhibido en ello —por lo visto hay varias fotos que lo incriminan— , tal vez ahora sí, finalmente y de una buena vez, lo metan a la cárcel. Porque lo cierto es que de todo lo que se le ha acusado nada ha sido suficiente para que el individuo se enfrente a la justicia.
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Que pase el desgraciado
Ya podrá el ex funcionario aducir que tenía hambre y sed; que fue al restaurante que le quedaba a la vuelta de la esquina. Pero por lo que a hambre y sed de justicia en este país se refiere (no quise robarle las palabras a Luis Donaldo, simplemente así salió) corroboramos que esta se sigue sirviendo conforme a los conectes, vísceras y deseos de quienes detentan el poder. Nada ha cambiado con la 4T. Despierta México.
Así, los ciudadanos nos encontramos conque es absolutamente factible que Lozoya haya salido de su domicilio a pasearse tan quitado de la pena —grillete electrónico incluido—, mientras personas inocentes como la cuñada (¿o es la hija de la cuñada?) del fiscal general de la república languidecen en la cárcel sin prueba de culpabilidad alguna (o peor, con delitos inventados por parte de la autoridad).
El menú de impunidad
Sigamos con el menú: al tiempo que supuestamente Emilio Lozoya disfrutaba una comida deliciosa, donde podemos adivinar hubo dumplings con camarones, regados de buenos vinos (ya sabemos que le gustan), Alejandro Gertz Manero, quien ya fue informado de que existe un amparo para que Rosario Robles pueda seguir su proceso en libertad, rápidamente inventa nuevas imputaciones con tal de mantenerla presa. Las indicaciones viniendo de Palacio, faltaba más, y dejando claro que la autonomía de la FGR no existe (¿alguien aún lo dudaba?) y que, más allá de los actos omitidos por ella, Robles es una perseguida política. ¡Y es mujer! Doble pecado en este país…
Igualito que desde hace décadas, contamos con un Carlos Romero Deschamps disfrutando su yate y una vida de reyes. No tuvo y ya no tendrá nunca que brindar cuentas de su paso por el sindicato de Pemex. Andrés Manuel López Obrador se aseguró de que así fuera.
Y si del guión Lozoya, digno de telenovelas, tenemos dudas, sabemos de historias biográficas cien por ciento ciertas. De un Ovidio Guzmán que las fuerzas armadas detuvieron solo para soltarlo en el acto, de un general retirado llamado Salvador Cienfuegos que llegó a México a disfrutar de la libertad que en Estados Unidos le negaban o de unos hermanos de sangre del presidente llamados Pío Lorenzo y Martín López Obrador quienes gozan de la pachorra de la justicia. Del hermano en vida, llamado Julio Scherer, mejor ni hablamos.
Villamil, el régimen y sus cuentos chinos
Sabemos muy bien que Gertz Manero no tiene intención de investigar a ninguno de ellos. Lo suyo, lo suyo, es dejar en libertad a delincuentes. Y, a quienes no han cometido delitos, o los refunde en prisión o los persigue con saña como ocurre actualmente con 31 destacados científicos mexicanos. El cinismo es vergonzoso.
Pero este y la historia no terminan ahí; tampoco en una galletitas de la suerte o un sorbete de limón. Llega al punto de tenernos que preguntar ¿qué hace el presidente del sistema público de radiodifusión del Estado Mexicano, Jenaro Villamil, haciendo de conocimiento del público esta narrativa o, peor aún, enfrascándose en el debate de que si la fotografía de Emilio Lozoya —que tomó la periodista Lourdes Mendoza— es de ahora o de tiempo atrás? ¿De cuándo acá es función de este servidor público confirmar la veracidad de este… escándalo o, bien, inventar cuentos chinos para desmentirlo?
Y es que las costillitas de cerdo marinadas en salsa BBQ son solo el entremés del cinismo que campea a sus anchas en nuestro país por lo que a justicia se refiere. Pues en lugar de aceptar que algún miembro de la Cuarta Transformación se equivocó al confiar en un criminal confeso (hace un año clarito se los pronostiqué aquí mismo en SDPNoticias), prefieren tirarse al vacío con él y defenderlo…
Tomen para que aprendan
Si Lozoya burló a la justicia y a su brazalete electrónico, si se mofó de sus guardias o los corrompió, si encandiló a López Obrador y a Gertz Manero prometiéndoles una casa en Marbella o confesiones que no puede sustentar con pruebas fehacientes, ya poco importa. Lo que es de relevancia es que este asunto demuestra (yet again) que la justicia muere de inanición en primera instancia gracias a quienes deberían ayudar a hacerla posible y a llegar a quienes debiera llegar.
Un ‘tome para que aprenda’ habríamos de recetarle de beber al primer mandatario. Una vez más queda evidenciado que este país no conoce de justicia, aunque él —siendo ahora LA autoridad— se enterque en negarlo.