Mientras escuchaba a Claudia Sheinbaum en el teatro de La República de Querétaro pensé en las palabras más citadas del Discurso de Suecia de Albert Camus: “Indudablemente, cada generación se cree destinada a rehacer el mundo. La mía sabe, sin embargo, que no podrá hacerlo. Pero su tarea es quizás mayor. Consiste en impedir que el mundo se deshaga”. No era una tarea fácil la de aquella generación “heredera de una historia corrompida”.

Me pregunté, en ese recinto originalmente llamado teatro Iturbide, si verdaderamente podrán transformar a México, para bien, los gobiernos de izquierda. Tendrán que pasar muchos años para conocer la respuesta.

Con gran entusiasmo las personas asistentes al histórico recinto de Querétaro gritaban: “¡Presidenta, presidenta!”. Esta vez no se trataba, como hace años, de una aspiración, la de que una mujer gobernara México. El clamor en el teatro de La República era ayer un reconocimiento: Claudia había logrado una pausa, de 30 días, para negociar los aranceles de Donald Trump que han puesto en riesgo de muerte al modelo económico de la globalización basado en el libre comercio.

Lo que ningún liderazgo mundial consiguió, la presidenta Sheinbaum pudo hacerlo. De ahí que la prensa de unos 200 países aplaudiera a esta mujer, algo que nadie en nuestro país había logrado —”ni pagando verdaderas fortunas”, como me dijo un gobernador al finalizar el evento—.

Si la globalización resiste, como es el deseo de todas las personas honorables —¡qué victoria de la ideología neoliberal: defienden su modelo de comercio internacional hasta los mejores gobiernos de izquierda, como el de México!—. Si el mundo globalizado no se deshace por causa del agresivo mercantilismo proteccionista del presidente de Estados Unidos, se deberá a que el equipo de Sheinbaum, específicamente el canciller Juan Ramón de la Fuente, habrá tenido éxito en la negociación de un mes. Canadá intentará lo mismo, pero está claro que el gobierno de Justin Trudeau consiguió que Trump le diera ese periodo para dialogar gracias a que Claudia había tenido éxito al lidiar al monstruo.

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Otro gobernador, ciento por ciento lopezobradorista, me dijo: “Cuando el presidente López Obrador decía que Claudia iba a ser mejor gobernante que él, creí que lo hacía por cortesía. En estos días entendí que se trataba de un diagnóstico racional”.

Mauricio Kuri

Hubo otros discursos, además del de Claudia. Excelente el del gobernador Mauricio Kuri, aunque quizá se excedió en los agradecimientos iniciales. Debería ser inconstitucional en los eventos políticos mencionar a toda la gente del presídium.

El queretano, lógicamente, empezó destacando los valores de la soberanía de México, en evidente alusión a Trump. Después, pidió dejar atrás la confrontación y dio un inteligente mensaje a favor de la unidad. El gobernador de Querétaro hablaba desde la disminuida oposición panista en la que milita: “No podemos estar unidos hacia afuera y divididos dentro”. Por su expresión, estuvo de acuerdo la encargada de acordar con la oposición, Rosa Icela Rodríguez, secretaria de Gobernación.

Me gustó el alegato de Kuri a favor de las diferencias, lo que a veces genera ronchas alérgicas en ciertos sectores de Morena que exigen la uniformidad de pensamiento. Como ejemplo de que las personas de distintas ideologías pueden entenderse, el gobernador panista elogió a la presidenta de izquierda; creo que lo hizo absolutamente convencido de sus palabras, no solo como urbanidad política.

(Me aburrió el discurso del representante de los diputados. La alocución de ese legislador tuvo la única virtud de la brevedad).

Gerardo Fernández Noroña

Fue muy bueno el discurso del senador de los tres nombres, José Gerardo Rodolfo Fernández Noroña. Improvisó y lo hizo con ejemplar emotividad. Deben haberlo escuchado con natural envidia los integrantes del gabinete con más reflectores, Marcelo Ebrard y Omar García Harfuch. Ni hablar, en la cultura política mexicana siempre hay motivos para futurear. Harfuch ha hecho muy acertadamente su trabajo, pero no tiene el don de la elocuencia. Ebrard se defiende como orador, pero termina por no convencer por su característica entonación encopetada.

Noroña se veía raro con corbata. Me agradó su “larga vida a la compañera presidenta”. Me agradó más su lealtad a un viejo compañero de las luchas de izquierda, el gobernador Rubén Rocha, de Sinaloa, desde hace tiempo tan golpeado.

A Gerardo lo sentí demasiado optimista al decir que la reforma judicial es una aportación de México a la humanidad. En lo personal me conformaría con que la elección de personas juzgadoras más o menos resultara concurrida, transparente, limpia y equitativa.

Noroña respondió al mensaje de Kuri a favor de la unidad con una tesis muy peligrosa expresada por un político de gran poder: unidad nacional, sí, pero no con el fascismo o el racismo. El debate racional solo puede ser exitoso si quienes discuten saben ponerse en los zapatos de sus rivales.

Claudia Sheinbaum

Fue muy bello el discurso de la presidenta de México. Antes de continuar, y a propósito de la belleza, debo decir que considero un crimen estético que en un teatro tan hermoso como el de La República instalaran, en los palcos, enormes pantallas de televisión. Espantosa vulgaridad.

La izquierdista presidenta Sheinbaum fue generosa con el panista gobernador Kuri. Este hombre lo merece, ya que es uno de los mejores gobernadores de México, con el morenista Alfonso Durazo, de Sonora; Víctor Castro, de Baja California Sur, también de Morena; el priista Manolo Jiménez, de Coahuila; en su prometedor arranque, un militante de Movimiento Ciudadano, Pablo Lemus, de Jalisco, y —me atrevo como Noroña a opinar contra la mayoría de la comentocracia— el sinaloense morenista Rubén Rocha, quien paga las consecuencias de la absurda guerra contra el narco que inició un gobierno del PAN que, como se ha demostrado en algún juzgado de Estados Unidos, trabajó para el Cártel de Sinaloa.

Claudia agradeció la presencia de la escritora Elena Poniatowska y pidió levantarse, para que recibieran una ovación, a quienes integran su gabinete. Insisto, tantos agradecimientos deberían estar expresamente prohibidos en la Constitución.

Sus palabras iniciales sobre México fueron verdaderamente bellas. Fue sin duda el mejor discurso de la presidenta Claudia Sheinbaum. En más de un sentido lo dedicó a las personas migrantes, hoy acosadas y agredidas en Estados Unidos.

Claudia recordó a Morelos, que hizo posible la Constitución de la América Mexicana. Hizo referencia a la “despiadada invasión de Estados Unidos”; nunca hay que olvidarla. Repasó la historia de México hasta llegar a 1982, que fue el inicio de “la larga noche neoliberal”: privatizaciones, desmantelamiento del estado de bienestar, fraudes electorales. Después, Claudia habló de 2018, cuando el pueblo tomó la decisión de un nuevo rumbo. Recordó a Andrés Manuel López Obrador y este fue ovacionado.

Hace exactamente un año, dijo la presidenta, AMLO envió iniciativas de reformas constitucionales, que ya son una realidad. Para Claudia, en la pasada elección la gente no solo votó por la presidenta e integrantes del poder legislativo, sino por un nuevo congreso constituyente. Ella destacó la reforma al poder judicial, que ojalá verdaderamente le dé a México mejores personas juzgadoras. Ya se verá.

Claudia Sheinbaum no olvidó otra reforma: la llegada de las mujeres a la Constitución. Y dijo que ayer envió dos iniciativas de reformas: la no reelección a ningún puesto y la prohibición de que un familiar sustituya a otro en cargos de elección. Con eso, la sonrisa despareció del rostro del gobernador de Nuevo León, Samuel García, quien sueña con que lo sustituya su esposa Mariana Rodríguez.

El beneficio de dudar

Albert Camus dijo en su discurso de 1957 en Suecia, cuando le dieron el Nobel de Literatura, que él era un hombre todavía joven y “rico solo por sus dudas”. Claudia Sheinbaum es la persona que ha llegado a la presidencia de México con menos patrimonio. Mujer inteligente, educada en la ciencia, debe estar convencida de que “la ignorancia afirma o niega rotundamente; la ciencia duda”, que es una frase atribuida a Voltaire.

La política, para ser exitosa, necesita afirmar o negar rotundamente. En el ambiente en que ahora mismo participa, el del poder, Claudia no puede darse el lujo de expresar dudas en público. Pero debe tenerlas, muchas. Ojalá, a solas, tal vez solo con la gente de su verdadera confianza, someta sus certezas políticas diariamente al duro examen de analizarlas pensando en refutarlas. No hay mejor manera de avanzar.

Las ovaciones bien ganadas por ella y los halagos más que merecidos no deben llevar a la presidenta Sheinbaum a dejar de dudar. Es bueno que nosotros escuchemos sus certezas que nos motivan, mejor será que ella escuche sus propias dudas.

Posdata: No se extrañó a la ministra Norma Piña. El derecho y la ley estuvieron representados en el presídium por la consejera jurídica de la presidenta, Ernestina Godoy. Fue de mal gusto la presencia de las tres ministras candidatas. Compiten con demasiada ventaja Yasmín Esquivel, Loretta Ortiz y Lenia Batres. Esto perjudica, porque le quita seriedad, a la reforma judicial.