Leo el artículo de Federico Arreola, y claro que puedo estar de acuerdo en que en la competencia cerrada que traen Claudia y Marcelo por convertirse en los punteros de la sucesión presidencial, estén ambos interesados en salir bien en las encuestas que se realicen en este momento. Y entrando más en detalle, también puedo estar de acuerdo en que Claudia está rebasando a Marcelo, cuya veladora parece estarse apagando simplemente porque no se ve tan cercano a la fogata que representa Andrés, el jefe de ambos y más con la marcha triunfalista de los últimos días.
Sin embargo, de inmediato me brota una inquietud respecto a la conveniencia de las encuestas que se antojan prematuras. Y la pregunta válida es: ¿realmente estas encuestas ayudan o estorban al proceso de selección del siguiente presidente?
Como fanático de la libertad, pienso que la respuesta es que cada quien haga lo que quiera, y que cualquiera comente y publique los resultados de cualquier encuesta. Cosa que está sucediendo.
Sin embargo, hay otro contexto que como cibernetista, experto en gobernanza y administración científica, y de paso teoría de información y control, no puedo dejar de tomar en cuenta. Aprovecho este espacio en SDPNoticias para auscultar a sus lectores al respecto.
Cada vez es más claro que el Estado nación es un ente viviente, no en el sentido literal, sino en el sentido cibernético de ser una estructura que procesa toneladas de información por segundo.
En ese contexto, las encuestas prematuras tienen la particular tendencia a enquistarse y empezar a cambiar y moldear el cerebro colectivo del Estado nación. Me pregunto si como país ¿estamos cometiendo un error al darle juego a encuestas sobre la sucesión presidencial, cuando estamos a gran distancia de la elección?
A diferencia de otras democracias más avanzadas, no tenemos procesos de primarias internas en cada uno de los partidos. Sabemos que los partidos han estado recurriendo al “dedazo”, que fue el método preferido del PRI durante décadas, y parte de la explicación de por qué no tenemos una democracia mejor desarrollada y más eficiente. No se creó la cultura apropiada.
En tal virtud, parece atinado proponer esta tesis: en la medida en que hacemos caso a las encuestas prematuras, ayudamos a cerrarle el paso a nuevas opciones. En esa misma medida el cerebro colectivo de los mexicanos, la calidad de la decisión colectiva proveniente del cúmulo de electores (dentro de casi dos años), tiende a empobrecerse.
Es un hecho científico, que la inteligencia colectiva se fomenta y perfecciona, primero: ampliando el número de posibilidades; y luego, haciendo una selección de la que parezca la mejor posible. Por ejemplo, si voy a subir un cerro puedo hacerlo a pie directo a la cumbre, o por la carretera pre existente, pero necesito un automóvil. Otra opción pudiera ser una motocicleta de monte. O una bici. O en burro. No sabemos cuál es la mejor opción porque no sabemos la circunstancia. El contexto prevalece sobre la información y por lo tanto sobre la decisión.
En la elección de 2018, la circunstancia se inclinó en favor de Andrés, dado el desprestigio de los otros partidos. Sin embargo, Andrés parece estar peleado con el conocimiento, y no sabe nada de cibernética y teoría de control, a no ser que se trate de cómo controlar a las masas para que lo adoren. Claro, ayuda mucho tener disponible las chequeras del presupuesto federal. Les quitó presupuesto a los científicos.
Entonces Andrés ya nos ha metido al juego perverso de la sucesión en forma prematura. Es decir no le interesa que el país genere una decisión lo más inteligente posible. Él ya decidió que sus opciones reales (no monreales) son tres: Claudia, Marcelo y Adán. Luego, los medios se encargan de enfrentar a sus “corcholatas” con una lista de 43 posibles opositores, lo cual reparte las posibilidades y las disuelve al grado de la inexistencia total.
Entre la sagacidad de Andrés y la complecencia de los grandes medios, es como se empobrece el cerebro colectivo de la sociedad, y se nos roba a los mexicanos la capacidad de armar una verdadera solución. Por supuesto que la ínfima minoría de 1 de cada 20 mexicanos que no estamos embobados por Andrés o capturados por las estructuras corruptas de los partidos políticos, nos queda una tarea prácticamente imposible para vencer las inercias que el ciclo de noticias sobre las encuestas prematuras van creando.
En otras palabras, las encuestas prematuras funcionan como trampas de las cuales luego resulta difícil escapar. Nótese que los medios masivos importantes, aunque no quieran a Andrés, salen a preguntar sobre los nombres que más han sonado. Nada qué ver con quién o quienes podrían armar un equipo de verdaderos talentos para construir un gobierno de verdad. No, señor. Se trata de preguntar quién suena más, o que nombre es más reconocido. De esa manera, con la complicidad involuntaria de las televisoras, el presidente logra insertar uno de sus candidatos en la delantera de las encuestas reales y valederas. Me refiero a las que surgen ya cercanas al día de la elección.
En cibernética nos preocupan los sistemas viciados, y como país deberíamos poderlos identificar y erradicarlos. A nadie le gusta el sonido agudo de una bocina viciada por un micrófono. Lo que hacen las encuestas prematuras es precisamente viciar el sistema para que el ruido vaya en aumento. Y la gente vote comprando ruido y no la solución que el país requiere. Es decir, las encuestas prematuras empobrecen al pueblo convirtiéndolo en más incapaz de lo que ya está.
Ese es el riesgo de hacerle caso a las encuestas prematuras. Nos roba la inteligencia colectiva que mucha falta nos hace y por la que casi nadie se preocupa.
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El autor, Javier Livas, es abogado, cibernetista y activista por la libertad, la justicia y la transparencia.