El diálogo abierto puede ser el camino para dilucidar lo que ocurre en el país. La decisión de Ciro Gómez Leyva de incorporar a creador, productor y redactor de guiones de las mañaneras del presidente López Obrador a su espacio informativo es algo que no se veía venir y que tomó por sorpresa a algunos.

Es precisamente en momentos como este, cuando transitamos por uno de los peores picos de polarización en el país, cuando cobra mayor importancia abrir espacios de debate que permitan distinguir entre información y propaganda, entre lo que se considera censura y los límites éticos de la información.

Por ahora los críticos de AMLO no dan crédito a que Epigmenio Ibarra comparta micrófonos con Ciro y los fans del presidente tampoco lo logran entender. ¿Cómo es que el agua y el aceite pueden convivir?

Información y censura

La Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) aprobó recientemente una disposición que establece que los medios de comunicación deberán manifestar la diferencia entre información y opinión de lo que se publica o se trasmite.

Ya lo dijo AMLO hace algún tiempo, “tonto es el que cree que el pueblo es tonto” y la gente cuenta con la capacidad de distinguir entre opinión e información, no así el gobierno, que ha demostrado en muchas ocasiones un rechazo tajante hacia el pensamiento crítico, que reprime, censura y descalifica a las voces que cuestionan la actuación de la 4T y que impulsa con cerrazón la uniformidad de ideas.

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La medida aprobada podría permitir al régimen ampliar sus mecanismos de censura, con reglamentos y con leyes. Un ejemplo de la labor de los medios de comunicación fue el manejo del reporte de la ASF con respecto al verdadero costo de la cancelación de NAIM, los medios lo informaron, los críticos lo comentaron y el presidente, que no le pareció, mandó a la Auditoría a corregir las cifras y de paso descalificó al mensajero.

Por ello, la iniciativa de Ciro en estos momentos de convulsión social y política es un ejercicio que hacía mucha falta para combatir el diálogo de sordos.

Si algo no se puede ocultar, es que en lo que va de este gobierno la desinformación, la provocación y la manipulación han sido una característica, una trampa en la que quizá todos hemos caído y de alguna forma hemos colaborado en agudizar la polarización y la confrontación.

Nos debatimos entre los llamados “chairos”, “fifis”, “corruptos”, “neoliberales”, “conservadores”, “comunistas”, dejando de lado el debate constructivo para ahondar en las diferencias y destruir la construcción de acuerdos.

La mañanera y la crítica

Por la mañanera, el espacio que dirige el presidente, han pasado críticos del gobierno como Jorge Ramos de Univisión, pidiendo información sobre el tema de la seguridad; Ricardo Rocha, quien antes había sido difamado e Incluso uno de los periodistas más cercanos a AMLO, el editorialista de la Jornada, Julio Astillero, acudió a defenderse luego de que fue acusado de mentiroso.

Pero hasta ahora nadie que sea critico al presidente se ha salvado de ser cuestionado y descalificado, lo mismo sucede del otro lado.

¿Qué mejor para sumar que combatir frontalmente la propaganda o noticias falsas?

Al abrir una puerta al derecho de información y debate democrático, Ciro Gómez Leyva fue claro: “Comentarios diversos nos pedían incluir una voz firme que comparta el sentido de la lógica y acciones del régimen de la 4T. Lo invitamos y aceptó (...)”

Por su parte, Epigmenio Ibarra dejando de lado la soberbia y la confrontación señaló: “En la democracia los medios masivos han de abrirse a todas las voces. Ventilar firme y civilizadamente nuestras diferencias nos enriquece. Agradezco la apertura de @CiroGomezL y @Radio_Formula. A partir de este miércoles próximo tendré una colaboración en su noticiero”.

Sin embargo, la radicalización de un lado y del otro no ayudan a dimensionar esta etapa del noticiario de Ciro. Por ejemplo, Jorge Berry señaló: “Otra voz independiente que se extingue ante la presión gubernamental sobre el empresariado. No culpó a @cirogomezl . Sé las consecuencias de rebelarse. Pero aceptar la colaboración del Goebbels bananero de Epigmenio Ibarra en su programa, es un insulto a la inteligencia”.

Por el otro lado, aparecieron también las críticas, empezando por el presidente López Obrador que, en lugar de ver este tema como un espacio de debate democrático, lo tomó como un triunfo ante sus críticos. “Ahora que va Epigmenio con Ciro, que está en contra de nosotros, un escándalo, como si esto fuese a significar equilibrio, ¿cuál equilibrio? Si está como 100 a uno, de cada 100, uno, ahora vamos a tener de cada 100, dos, pero ahí vamos, vamos ganando terreno”.

AMLO tiene que olvidar que su palabra es la ley, como lo mencionó en la mañanera del pasado viernes, donde afirmó:

“Ya saben, tengo que informar, orientar y concientizar, y además no hablo de corrido, pero mi labor es pedagógica. Acuérdense de que la Cuarta Transformación es una revolución de las consciencias, eso es lo más importante, cambiar la mentalidad del pueblo y tenemos que enfrentar toda la avalancha de información de corte conservador, tenemos que ir contrarrestando y tenemos que ir argumentando del porqué de las cosas”.

AMLO

El presidente y su gobierno han olvidado que tienen la obligación de rendir cuentas y respetar el derecho a la libre expresión.

La censura no suma, entendernos entre los que pensamos igual, no genera consensos es hacer lo mismo de los que criticamos, lo que nos llevará a un México plagado de intolerancia, cerrazón y de una peligrosa polarización.

La marcha del 8M y la tolerancia

Ayer la marcha del 8M por el Día Internacional de la Mujer nos dejó otro ejemplo de la posibilidad de alcanzar un consenso pese a diferencias y hasta deseos de confrontación.

Más allá de algunos incidentes aislados, las mujeres tomaron las calles de la CDMX, y de muchas otras ciudades, para exigir justicia y respeto. Lo hicieron en libertad y en consciencia de que si bien la autoridad no comparte sus formas de protesta, la violencia feminicida es un mal mayor que supera cualquier polarización política.

Toca seguir el ejemplo de policías y manifestantes en una misma consigna, y reconocer nuestras diferencias como sociedad, pero también asimilar los puntos que nos unen por encima de lo que siempre rechazamos. A sumar.