El ex presidente de México, Ernesto Zedillo Ponce de León, rompió un silencio autoimpuesto por más de treinta años, para regresar a denostar a la Cuarta Transformación. Como no podía ser de otra forma, regresa a la opinión pública, a través de un “ensayo” publicado simultáneamente en las dos revistas (Nexos y Vuelta) de dos de los grupos intelectuales más importantes en su tiempo, aparentemente antagonistas, pero que se han vuelto a unir en defensa de sus patrones. Lo único que verdaderamente los une es el dinero y la añoranza de un pasado en donde abundaban los contratos gubernamentales las dadivas y la cercanía con el príncipe.
Zedillo intenta regresar apostando al olvido y a la amnesia de los mexicanos. Quisiera que al pueblo se le hubiera olvidado lo que fue su sexenio: el último del priismo decadente. Zedillo comienza omitiendo decir de dónde se origina su llegada al poder. En su crítica deja de contarnos cosas tan trascendentales como el llamado “error de diciembre” en donde una serie de malas decisiones entre los equipos entrante y saliente del gobierno, condujeron al país a una tremenda crisis económica en donde muchas familias mexicanas perdieron su patrimonio, su empleo y años de esfuerzo. A Zedillo se le olvida que él fue pieza clave en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari al ser secretario de programación y presupuesto, primero y de educación después. Se le olvida que la única razón por la que fue candidato del PRI a la presidencia de la república fue el asesinato de Luis Donaldo Colosio en Lomas Taurinas. Zedillo fue el único beneficiario de las balas que terminaron con la vida del sonorense.
El gobierno de Zedillo arrancó con la devaluación del peso y el fin del cuento neoliberal donde desmantelar al Estado nos habría de llevar al desarrollo pleno. A lo único que nos llevó, la sabiduría de los vendepatrias educados en universidades extranjeras, fue a una crisis económica mayor de la que se supone estaban resolviendo. Al doctor Zedillo no le salieron bien las cuentas y entre él, José Córdoba Montoya, Jaime Serra Puche, Carlos Salinas y Pedro Aspe armaron un modelo sujetado por alfileres que a la primera prueba se derrumbó estrepitosamente.
Al demócrata Zedillo se le olvida que durante su gobierno más de quince gobernadores de estados “libres y soberanos” tuvieron que pedir licencia a sus cargos. El paladín de la democracia vende la reforma electoral realizada en su gobierno no como una conquista de los luchadores por la democracia sino como una concesión del gobierno.
Al paladín de la justicia se le olvidó una vez más que terminó con el poder judicial y trata de disfrazarlo diciendo que sometió a la opinión del Congreso sus reformas sin contarnos que en ese periodo el Congreso de la Unión era dominado absolutamente por el PRI y el PAN que en ese entonces aun vivían en secreto su romance ocultos en el armario de la democracia.
A ese gran demócrata y estadista, se le olvida contar en su ensayo, que durante su gobierno ocurrieron las matanzas de Aguas Blancas, El Charco en Guerrero, Acteal y El Bosque en Chiapas. Al constructor de instituciones se le pasó relatar que durante su gobierno hubo un subprocurador llamado Pablo Chapa Bezanilla que recurría, en cadena nacional, a una vidente apodada “La Paca” para realizar sus “diligencias e investigaciones”.
Al paladín de la democracia se le olvida que su partido, el PRI, perdió la mayoría absoluta en el Congreso en 1997 gracias a sus defectos y no a sus virtudes. Olvida que, en los días previos a la instalación de la legislatura, intentó operar para que la mesa directiva no fuera ocupada por el bloque opositor.
Zedillo dice mentiras a medias. Se quiere vestir de demócrata cuando incluso quien fuera su secretario de gobernación y candidato del PRI en el 2000, Francisco Labastida Ochoa, relata en sus memorias sobre el acuerdo que había con el PAN para que ganara Fox y no el PRI.
Zedillo regresa por la puerta trasera. Rompe la regla de oro del PRI donde los expresidentes deben de permanecer en silencio. Se expondrá ahora al escrutinio público y su sexenio será nuevamente revisado y analizado. Quizás la mayor tropelía y crimen cometido por Zedillo y sus cómplices, fue el FOBAPROA que hipotecó el desarrollo de México por muchos años para favorecer a unos cuantos y que aun seguimos y seguiremos pagando todas y todos los mexicanos. El FOBAPROA significó hacer pública la deuda privada de un puñado de rufianes todos ligados al poder. Venir treinta años después a intentar provocar defendiendo lo indefendible es cobarde y temerario. La Presidenta Claudia Sheinbaum lo ha detenido en seco mofándose de él y diciendo “ahora resulta que Zedillo es el paladín de la democracia”. Zedillo piensa que el pueblo es tonto, pero como decía Andrés Manuel López Obrador: “el pueblo no es tonto, tonto es aquel que cree que el pueblo es tonto”
X: @AMartineznunez