Nuevamente, la derecha intenta resucitar a un cadáver político: en este caso el expresidente Ernesto Zedillo Ponce de León, quién regresa con senda diatriba que escribió (¿o le escribieron?), titulada “México, de la democracia a la tiranía”.

Es casi imposible mantener el tono serio en un texto cuando el escrito que se analiza comienza con un título tan amarillista y patético. Pero si hablamos de “tiranía”, bien podríamos hablar de un gobierno responsable de masacres indígenas cómo Acteal y Aguas Blancas.

Y si hablamos de “democracia”, difícilmente podríamos poner a Zedillo cómo su defensor. Apenas el 1 de enero de 1995, ordenó cerrar durante un mes la Suprema Corte de Justicia de la Nación y el separar de su cargo a sus 26 ministros.

Zedillo, por cierto, también contribuyó a hipotecar el futuro de mis padres, de mi generación y varias subsecuentes con su apoyo al FOBAPROA, en donde después del “error de diciembre”, las deudas privadas de un puñado de ricachones se volvieron públicas. Hace años que se pagó la deuda en si. Ahora tenemos que pagar, como contribuyentes, intereses sobre intereses. Por cierto ¿a quienes se los pagamos? ¿Y para qué?

Por si eso fuera poco, el “resucitado” Zedillo también fue responsable de destruir nuestro sistema nacional de ferrocarriles, muy convenientemente trabajando para una de las empresas a cargo de su privatización cuando terminó su sexenio, según recordó el presidente López Obrador en algunas de sus mañaneras. Si la oposición continúa en su intento de apoyarse en estos personajes cómo parte de su estrategia, los resultados seguirán siendo los mismos: el completo fracaso.