<i><b>Demarraje</b></i>: “Acción y efecto de demarrar”.
<i><b>Demarrar</b></i>: “En ciclismo, acelerar la marcha para dejar atrás el pelotón”.
Real Academia Española
Según Jorge G. Castañeda la consulta del pasado domingo ha sido el “primer gran fracaso político del sexenio de López Obrador”. No lo veo así, pero lo que ahora vale la pena discutir no es la opinión —equivocada— del mencionado analista sobre el ejercicio democrático en el que participaron millones de mexicanos.
La otra conclusión de Castañeda es más importante, porque creo la comparten con él otros dirigentes intelectuales de la derecha mexicana: que a partir de este momento —inmediatamente después de la consulta que consideran fallida— la estrategia de los partidos políticos, las organizaciones empresariales, los medios de comunicación y los periodistas, escritores y académicos que desean la caída de AMLO debe centrarse en la consulta del próximo año.
En marzo de 2022 el electorado mexicano acudirá a las urnas para responder una sencilla pregunta: la de si deseamos —cito el artículo de Castañeda difundido en un blog de la revista Nexos—”revocar el mandato de seis años de López Obrador y mandarlo a su casa, por no decir al rancho que tiene cerca de Palenque”.
Para Castañeda, la derecha debe lanzar ahora mismo su ataque: “La discusión sobre la revocación debe empezar cuanto antes. ¿Qué le conviene más a la oposición: llamar a la abstención, llamar al ‘no’, llamar a que se vaya, o votar para que López Obrador siga en el cargo para el que fue electo durante seis años? Habrá mucho que decir al respecto”.
Creo que Castañeda es buen analista, pero mal estratega. Lo aconseja mal su obsesión de ver a AMLO, lo más pronto posible, fuera de la presidencia.
No entiende Jorge Castañeda que la gente no favorecerá la opción del caos solo porque es el escenario que fascina a un apostador de la política como él. Ello es clarísimo en una encuesta reciente de SDPNoticias, aplicada en las tres zonas metropolitanas más grandes de México, en las que —sobre todo en sus barrios de clases media y alta— no le fue bien a Morena en el pasado proceso electoral. (Aquí se puede consulta tal estudio: “Encuesta MetricsMX: ¿Hay AMLO para largo?”
De acuerdo con tal encuesta, en la Ciudad de México el 69% votaría por ratificar a AMLO en la presidencia; en Monterrey, el 58% apoyaría al actual gobernante, y solo en Guadalajara menos de la mitad del electorado, el 44%, estaría a favor de la revocación.
Las razones para votar por la permanencia de López Obrador en la presidencia son muy claras: en la Ciudad de México la mayoría aprueba el trabajo del presidente, pero un grupo numeroso que no está de acuerdo con su gobierno desea que siga en su cargo porque “sería un caos” el nombramiento de un sucesor. En Monterrey, en cambio, la mayor parte de quienes desean que AMLO continúe gobernando, no lo hacen por satisfacción con sus políticas, sino para evitar el desorden que seguiría a la salida anticipada del primer mandatario.
No pienso que tener una ideología de derecha sea necesariamente malo.
Sobran personas inteligentes, emprendedoras, productivas y honestas en lo que podríamos llamar el conservadurismo mexicano. Entre lo mucho de positivo que tiene el activismo político de los conservadores destaca su vocación por el orden.
“Por una patria ordenada y generosa…”. Es el lema del principal partido de la derecha, el PAN —el único, además de Morena, que podría ganar la presidencia en 2024—. Recordemos que el primer presidente panista, Vicente Fox, buscando ser leal a los principios de su partido, al que después abandonó, creó un “gabinete de orden y respeto”.
El PAN es fuerte porque rechaza el aventurerismo, que se define —cito a la Fundeu de la RAE— como “la actitud o conducta política revestida de cierta irresponsabilidad y riesgo”.
La Fundeu explica que no debe confundirse aventurerismo con aventurismo (turismo de aventura, es decir, alpinismo, montañismo, escalada, rafting, kayak, barranquismo, bicicleta de montaña, senderismo, buceo, etcétera).
Si Castañeda quiere emociones fuertes, adelante, que busque en las numerosas y bellísimas montañas de México una buena pared y la escale sin respetar las reglas elementales exigidas por la sana práctica de tal disciplina deportiva. Si se cae y se mata, lo lloraremos. En los homenajes, elogiaremos su temeridad, pero no lo presentaremos ante nuestros niños como un ejemplo a seguir.
Si el PAN pretendiera hacer campaña el próximo año apostando, como pretende Castañeda, por la opción del caos, perdería lo mejor que tiene: su lucha para que prevalezca un orden social duradero. Sería suicida para el panismo traicionar ese principio, ya que ni siquiera su electorado más leal —su voto duro— acompañaría al gran partido de la derecha en una campaña para sacar de la presidencia, antes de tiempo, a López Obrador.
Entiendo que Castañeda esté molesto con Andrés Manuel: le enoja que el presidente nomás no lo pele, a él que es un intelectual de primera división. Ojalá siga manifestando su rabia, solo en los artículos que publica, y se deje ya de andar dando malas ideas a una oposición que solo saldrá adelante si no renuncia a su esencia.
Parten de un mal diagnóstico Castañeda y otros intelectuales de derecha, como Héctor Aguilar Camín.
Ven a AMLO debilitado porque solo votó el 7% del padrón en la pasada consulta y piensan en un demarraje que haga posible a los partidos de oposición, ahora mismo, rebasar a Morena.
Los ataques son emocionantes en las vueltas ciclistas, pero si el acelerón se da por un cálculo equivocado, lo único que se consigue es fatigarse antes de tiempo. Y ni la dirigencia ni la militancia panista estarán de acuerdo en quemar toda su energía a mitad de la carrera.