Unos diez minutos después de las nueve de la mañana de ayer domingo 06 de junio crucé muy buena parte del tramo costero de mi Ciudad, Acapulco. Constaté, ya a esa hora, multitudinarias filas de ciudadanos prestos a emitir sus votos, cuatro casillas en esta entidad sureña; me atrevo a decir que la cantidad de personas en las quince casillas que pude ver, era aún mayor de lo que pude ver el mismísimo domingo primero de junio del 2018.

Desconozco con certeza la causa de tan copiosa participación de mis conciudadanos guerrerenses, si es debido a las jugadas poco prístinas por parte de las autoridades federales electorales, que trajeron cómo consecuencia un clima de abierto enojo generalizado de las mayorías en esta entidad federativa, resultando al revés las consecuencias presuntamente pretendidas (vox populi, aquí en el estado) de descarrilarle la elección al partido puntero, o si es una reacción directa de la gente, más politizada que nunca en la Historia de nuestro país, debido a otro hecho inédito: un Presidente que da la cara al Pueblo todos los días, en las primeras horas de la mañana, de lunes a viernes, por los canales, plataformas web y estaciones de radio con penetración en prácticamente todo el país; quizás influya en algo también que ya las elecciones intermedias (de Diputados) dónde era habitual un alto porcentaje de abstencionismo, se han empatado con las de gobernador, dónde la ciudadanía acostumbra a votar en mucho mayor número; lo más seguro es que sea una virtuosa combinación de todos los factores antes aquí citados, y que demuestra el alto nivel de politización del pueblo de México, hace no tantos años un tanto cuánto poco entusiasta a la hora de la participación ciudadana.

Una cosa puedo yo adelantar, en lo referente a mi estado: esta será la elección con más participación de su historia, y la que tenga un más bajo nivel de abstencionismo, ya que al regresar de mi destino, ya pasadas las 12 del mediodía, había aún más filas de gente en las casillas.

Llegando a la casilla en la que siempre emito mis sufragios, a pesar de las grandes filas, el funcionamiento en la casilla fue más que fluido y bien organizado, llevándome no más de 15 minutos en llevar a cabo todo el procedimiento.

En fin, sólo me queda festinar el que nuestra transición democrática, tan inútilmente atropellada y lenta, experimenta al día de hoy, enormes e innegables avances.

¡Qué vivan México y su Democracia, en franco avance!