“La política es el arte de engañar.”
NICOLÁS MAQUIAVELO
“Sagacidad no implica hacer trampa, no es ser listos, sino que es la capacidad de ser conscientes de las oportunidades que tenemos alrededor nuestro para sacarle el máximo provecho. La sabiduría no se aprende, se entiende.”
BERNARDO STAMATEAS
‘Una reforma per-judicial’, cortesía de la Cuarta Transformación. Esta, acompañada de un futuro indeseable y sumamente desalentador para el país. El resultado será una “justicia” aún más alejada de la gente y cuya balanza, inclinada por ilegales y aviesas fuerzas, terminará por ser irrelevante.
La ofensiva se ha dado en últimos tiempos desde dos frentes, pero esta se ha plasmado más nítidamente en los pasados cuatro días.
Por un lado, un primer mandatario que habla como todo un “benefactor”; el policía bueno que todo mundo quisiera tener velando por sus intereses. Propone una transformación al Poder Judicial para supuestamente hacerlo más asequible al pueblo de México.
Mas el objetivo que se esconde detrás es otro, pues la iniciativa de reforma es el esquema más grande de extorsión y venganza que se haya visto en tiempos recientes. Se pretende establecer permanentemente en México un régimen político, el suyo y el de su sucesora.
Ese policía bueno se hace acompañar de varios que interpretan el papel contrario. Y así tenemos a una ministra plagiaria, copiona y mentirosa —nominada por AMLO, hay que recordarlo— llamando a que la jurista presidenta de la Suprema Corte deje su cargo.
¿El argumento que se esgrime para sugerir tal aberración? El mismo que otros de sus partidarios, comenzando por el senador Ricardo Monreal y el ministro en retiro Arturo Zaldívar, han planteado: que la ministra Norma Piña no ha abonado a la comunicación con el Ejecutivo federal y el Poder Legislativo. (Tan es cierto lo que digo, que Yasmín Esquivel le copió el discurso a Monreal y este a su vez a Zaldívar, cuando afirmó que “la reforma judicial es indispensable, por la falta de pericia e inteligencia política” de quien representa a la Suprema Corte de Justicia de la Nación…).
¿Estamos locos o simplemente se trata del viejo truco al que en ocasiones recurren los policías —pero también los delincuentes— consistente en no dejar cabos sueltos y cerrar las pinzas por todos lados para salirse con la suya? ¿Olvidamos que fue el presidente López Obrador —dicho por él mismo— quien instruyó hace ya más de un año a su gabinete a no entablar comunicación con la Suprema Corte?
Trampa vergonzosa del mandatario y de su movimiento, además, querer hacer creer a la sociedad que parte de la función de los integrantes del Poder Judicial es comunicarse y entablar diálogo y negociaciones con los otros poderes de la Unión. No, un rotundo no. La responsabilidad de ministros, magistrados y jueces no es de cuotas ni hacerla de cuates; consiste en realizar un trabajo —retirado del debate y de los reflectores— conforme a lo dictado por la Constitución, las normas y que exige la autonomía absoluta en el ejercicio de sus encomiendas.
Ahora resulta que la culpa de que el país se cae a pedazos es de quien ha sabido hacer su trabajo con independencia y profesionalismo.
López Obrador dice que él no está detrás de la venganza ni de la extorsión, cuando que él es el artífice. Y mientras hace todo para que Morena obtenga una ilegal sobrerrepresentación electoral en el Congreso y con ello se apruebe la reforma judicial que propuso, sus alfiles dentro de la Corte se activan. Yasmín Esquivel busca dividir y vencer desde su seno al máximo tribunal del que forma parte.
En este esquema de cosas, la ofensiva contra la ministra presidenta es un punto fundamental, pues tirarla supondría llegar al punto de no retorno en el rompimiento del Estado de derecho de nuestra nación.
Verán ustedes, su renuncia (sin razón legal o jurídica, sino por presión política) y su sustitución de inmediato por un nuevo ministro favorable al régimen obradorista anula toda posibilidad de que, en caso de que se apruebe la reforma de López Obrador al Poder Judicial y esta sea impugnada, la mayoría de la actual Suprema Corte —ocho votos de once— la declare inconstitucional y la eche abajo.
No nos engañan, así que no se vale que nosotros mismos nos confundamos: la reforma judicial nunca se trató de mejorar la impartición de justicia. Es descomunal el descaro en que ya han caído en Morena, haciendo evidente todo lo que en este texto he dicho.