Ya me he referido a la obra de gobierno del muy querido presidente AMLO, también fui crítico pero muy propositivo, traté de ser siempre objetivo dentro de mi subjetividad, pero siempre también valorando históricamente la gran aportación al cambio nacional hecha por este gobierno, al nuevo nivel de la conciencia social que deja en las mayorías antes marginadas, engañadas y humilladas al robarles una y cien veces los escasos recursos que podían llegar a ellas, una oligarquía miserable que todavía se jactaba con inmenso cinismo al afirmar mil veces que actuaba protegiendo sus intereses sociales. Bellacos, diría “la Téllez”.
Hoy me adelanto al 30 de septiembre porque el último grito de independencia desde Palacio Nacional es el verdadero adiós. Hasta siempre líder de la transformación nacional. Como toda obra humana, deja usted pendientes importantes, procesos que reforzar y otros que corregir. Promesas cumplidas hasta donde lo humano lo permite. Lo dije y lo repito: en coyunturas críticas y aspectos específicos, le faltó congruencia y eficiencia a su equipo.
Dentro de las tareas de magnitud pendientes, están las relativas a la reposición de la seguridad, el abatimiento de la corrupción y la reconstrucción del orden constitucional, se ha dado un paso enorme al aprobar la minuta sobre la reforma al poder judicial, vamos hacia la refundación de la república, afortunadamente.
Y en esa dirección, el planteamiento programático del Mtro. Omar Amid García Harfuch -a quien se le ve incómodo en el sillón del Senado, no es su mejor espacio- de replantear la estructura institucional pública del combate al crimen transnacional, desde un enfoque sistémico, está el proyecto de crear un Sistema Nacional de Inteligencia (SIN), tan menospreciado y subvalorado por quienes abordan estas problemáticas superficialmente o para los medios de comunicación. Pero dentro de la sustancia del mismo, no está sólo la coordinación inter agencial, el comando central, las líneas de acción estratégica y táctica cohesionadas, sino también, no olvidar, la construcción de una nueva cultura de inteligencia de Estado.
La cultura de la inteligencia actual, aunque en forma asistemática, se creó y creció al influjo de la expansión y auge del despotismo presidencialista, del ejercicio autoritario y centralizado de un poder público reacio a la puntual observancia del marco constitucional, del respeto a las libertades políticas consagradas en nuestra Constitución, a las masacres cíclicas, a la tortura, a las desapariciones y hasta a los “vuelos de la muerte”, al pillaje reiterado y masivo de los recursos públicos, a la opacidad e impunidad, y a tener como doctrina guía el combate a las oposiciones de la izquierda y al periodismo democrático.
Todos ellos fueron insumos de la inteligencia política y de persecución ideológica practicada en los organismos de inteligencia nacional, en unos mucho más que en otros, instruidos por un poder civil despótico que usaba a los cuerpos armados constitucionales como escudos de autoprotección, en un contexto de grandes injerencias y presiones hegemónicas externas. Debe terminar y no volver jamás.
Se trata entonces en el nuevo gobierno de la Dra. Claudia Sheinbaum Pardo, de ir al constructo de una etapa distinta, empezando por la inteligencia nacional, por la base de la seguridad en su acepción multidimensional o multifacética, lo cual debe tener una expresión puntual en la “nueva cultura de inteligencia de Estado”.
El Sistema Nacional de Inteligencia pasa a ser la columna vertebral de lo que debe ser un Sistema Nacional de Seguridad (SNS). Construir a su interior la cultura de inteligencia en las instituciones públicas (incluyendo los cuerpos armados bajo sus propias características) enmarcada en el objetivo estratégico de respeto a los derechos universales, creando legitimidad, estima social hacia este tipo de instituciones, y ello se logra, mediante la confluencia de factores, instrumentos y patrones de comportamiento institucional en lo social, lo público, lo cultural, lo histórico y lo idiosincrático propios de la nación mexicana (no digo, lo ideológico), desde las luchas anticoloniales, los Sentimientos de la Nación, en adelante.
Esta amalgama de factores y elementos psicosociales e institucionales conforman un cuerpo público y social al que nos referimos como “realizar la función de inteligencia nacional”, teniendo como sustrato, el interés nacional y nuestro trayecto histórico como nación, con una visión de Estado y una concepción basada en una filosofía política de ascenso hacia un auténtico Estado social de derecho, de lo cual derivamos el paradigma de trabajar para recuperar la paz, no para extender la guerra, construyendo así una política pública basada en una concepción propia y una estrategia al efecto.
El primer aspecto del ejercicio de una nueva cultura de inteligencia nacional es el fortalecimiento del enfoque institucional basado en el respeto irrestricto a la legalidad constitucional, y el respeto a los derechos universales para consolidar la libertad política para los mexicanos, así como, la continuación de la disputa pacífica por ocupar y ejercer el poder público. Todo ello, de inicio, debe posicionarse, valorarse y crecer en la conciencia ciudadana, para ser el enfoque rector del comportamiento social y la actitud hacia tales instituciones y procesos.
Todo este desarrollo de la institucionalidad en materia de inteligencia de Estado organizada en su mejor versión, conlleva fortalecer los valores democráticos, la gobernabilidad constitucional, la transparencia en todo aquello que sea necesario y posible, no el curso de los procesos de información, análisis y productos terminados, con canales siempre institucionales, con personal altamente profesionalizado, con mecanismos de selección, promoción y permanencia validados científicamente, sin capacidad de manipulación y descarte encubierto como sucede hoy.
La inteligencia de Estado en nuestra subregión continental, para sólo hablar de ella, ha sido permanentemente interferida y condicionada con doctrinas extrañas a la historia, las circunstancias concretas y la idiosincrasia nacional en lo fundamental, como fueron los dos grandes ejes extra nacionales de adoctrinamiento hegemónico: la doctrina antisubversiva de origen militar francés, llamada también “doctrina de la guerra revolucionaria” formulada por el ejército colonialista francés y puesta en práctica en toda la península de Indochina y las posesiones coloniales en África, como en Argelia, y otras, y la doctrina de contrainsurgencia de las academias militares de los EUA, llamadas “escuelas de dictadores”.
Pero no sólo ello, sino articulados con intereses de las oligarquías de los enclaves exportadores en Latinoamérica y de los estamentos militares que actuaban como partido de castas, que gestionaban lo público para sus intereses privados; fueron los años “del plomo” como dicen los sudamericanos. De esa mezcolanza terrorífica surgieron los Estados contrainsurgentes y los regímenes del terrorismo de Estado hacedores de las “guerras sucias” en nuestro subcontinente.
Así que la inteligencia nacional y ninguna otra instancia nacional, creó el paradigma de la “guerra contra las drogas” que sirvió como guía de políticas y estrategias de combate al crimen transnacional y al narcotráfico multinacional, y en buena medida, ha sido parte importante de su fracaso histórico. Hoy tenemos la posibilidad de continuar con la “nacionalización de la lucha contra la criminalidad transnacional” y por la seguridad multifactorial, como dijeron en Bolivia los intelectuales nucleados en torno al presidente Evo Morales, y que inició en México el presidente AMLO. El Sistema de Inteligencia Nacional y la Cultura Institucional y Democrática de Inteligencia, con el nuevo marco jurídico institucional -o un marco jurídico enmendado y adicionado- son ahora para el próximo gobierno de la Dra. Sheinbaum, tarea magna y vehículo sólido de su expansión y perfeccionamiento.
Todo ello requiere una mayor sincronía progresiva entre civiles, policías y militares, este no es un tema exclusivo de militares ni policías, ni de los pensadores del problema que hayan podido desarrollarse en tales instituciones. Ojalá el Mtro. García Harfuch no cometa el mismo error de otros de “llamar solo a los conocidos”, y además vincule el servicio de inteligencia con los intelectuales en la materia y las comunidades académicas. Y reestructure el Consejo de Seguridad Nacional, hace falta un proyecto de reestructuración; hoy es casi irrelevante.
En el CNI se quedaron el 98% de los anteriores directivos y no sólo se produjo una resistencia mayúscula a los cambios, actuaron facciosamente, con decisiones en paralelo a las del director general, y se excluyó a varios recién llegados, y terminaron algunos de aquellos que permanecieron, por robarse camionetas y equipos de audio y video, con un valor de $3.0 millones de pesos, según informó el mismo director del CNI a la prensa. No hablo de oídas. Fatal y fatal.
También en ello tiene razón el Mtro. García Harfuch: el Centro Nacional de Inteligencia (antes CISEN) requiere una cirugía reconstructiva, opinamos, no curaciones deambulatorias. Eso esperamos, ojalá la expectativa se expanda y no se achique al paso de los meses.
Continúo la próxima semana la disertación iniciada sobre Pemex y la seguridad energética que considero, está en juego en la próximo administración como otra magna tarea por reforzarse.