Después de la elección del pasado 6 de junio de 2021 y de que el partido Morena perdiera 9 alcaldías de la Ciudad de México –que ha sido gobernada por la izquierda electoral desde 1997 y se convirtió en núcleo del movimiento obradorista-, se ha estado hablando con insistencia y en diversos sentidos, del papel desempeñado por la clase media en ese fracaso. El punto ha sido abordado en las conferencias matutinas por el presidente con cierta obsesión, pues pese a decir lo contrario, en realidad sí le dolió el revés; la oposición al gobierno actual y el periodismo afín a ella también han destacado el hecho.
Y me parece que si se ha de poner atención sobre esa clase media de la capital del país, se tiene que hablar de un autor y un ensayo en particular. El sociólogo Gabriel Careaga y Mitos y fantasías de la clase media en México (Joaquín Mortiz, 1974, primera edición).
Mitos y fantasías de la clase media en la Ciudad de México
Y se tiene que hablar del ensayo no por ser acaso el trabajo más “científico” o reconocido por los especialistas como el más formal sobre el tema –de hecho, generó críticas al autor en su momento-, pero sí por ser el más exitoso de los últimos 50 años, el más vendido y convertido incluso en libro de texto en preparatorias del país y texto obligado en algunas licenciaturas.
Y al repasarlo hoy, no deja de sorprender su vigencia. Un trabajo sociológico teórico y empírico que abreva, de manera directa de la influencia de Ricardo Pozas (autor del clásico de la antropología mexicana Juan Pérez Jolote), y de autores como C. Wright Mills y Oscar Lewis. A partir del análisis teórico de la clase media mexicana (en realidad, de la Ciudad de México), establece el marco para los distintos estudios de caso presentados como evidencia de los hábitos, comportamientos, estilos de vida de esa clase social.
Marx y la lucha de clases vs la perspectiva gringa
El autor hace una contraposición de las dos principales teorías sobre las clases sociales, la marxista a partir de la lucha de clases, y la “escuela” estadounidense que niega esa lucha y propone un estudio “científico” de estratificación social con base a estadísticas que expresan la jerárquica superposición de poder, prestigio, educación y riqueza. Mientras que esta escuela se presume científica utilizando de números y cifras, la marxista se estructura sobre el conocimiento del proceso histórico de acumulación de capital con base en la explotación del hombre por el hombre y la lucha entre explotados y explotadores. Explicación que se encuentra sobre todo en El Capital y el Manifiesto del Partido Comunista.
Y aunque en la práctica política y revolucionaria el marxismo fracasó pues llevó a experiencias autoritarias, dictatoriales y de creación de nuevas élites a través del conocido como socialismo realmente existente (URSS, China, Corea, Cuba…), como método de estudio social continúa vigente. Y como quiera que sea, la perspectiva marxista reconoció, entre los extremos sociales del proletariado y la burguesía, la existencia de una clase intermedia conservadora y reaccionaria (en términos de la revolución comunista) que es la pequeña burguesía. Ya se sabe, Marx murió antes de empezar el desarrollo detallado de las clases sociales; Lenin continuaría la explicación y definición de los grupos sociales.
Pero más allá de los procesos históricos y las teorías, la razón básica observa, desde que el individuo se agrupa en sociedad, un rango de clases sociales que a grandes rasgos se plantea como divida en tres; tal como lo establece ya Aristóteles.
Aristóteles y la clase media
En el epígrafe a su obra, Gabriel Careaga ofrece una cita que sin duda proviene del tratado de la Política, de Aristóteles; un razonamiento universal y tal vez intemporal.
“En todos los Estados hay tres grupos de ciudadanos: los muy ricos, los muy pobres y una tercera clase intermedia entre ambos. Pero como quiera que sea es verdad universalmente reconocida que la moderación y la medianía es lo mejor, está claro que también en el campo de la posesión de los bienes de fortuna, la propiedad mediana será indudablemente lo mejor”.
Vuelta a los mitos y a la fantasía
El éxito de Mitos y fantasías de la clase media en México se debe, señalaba, más que a la parte teórica, a la amena e interesante de los estudios de caso de familias pertenecientes a esa clase en colonias de la Ciudad de México de principios de la década de 1970-80 (el libro se publica en 1974). En ellos se expone el carácter, el estilo de vida familiar y a veces individual. El título del libro expresa la configuración de un grupo social que en esa década crece y se ilusiona, que teniendo raíces provincianas o aun rurales comienza a aspirar a más, a vivir una aparente modernidad a partir de la imitación de modelos externos, sobre todo de Estados Unidos. De allí el mito de la familia feliz que se realiza a través del matrimonio, los hijos, los logros, éxitos, sueños, ilusiones… El de la “familia feliz”, para Careaga, es el mito por excelencia de esa clase media cada vez más en decadencia en los años 70 del XX, y que conduciría frecuentemente al conflicto y el drama, al padecimiento de la realidad cruda.
Gracias a su éxito inmediato, este primer ensayo tendría una continuación en Biografía de un joven de la clase media (Cuadernos de Joaquín Mortiz, 1977), que es el estudio de caso a profundidad a través de la biografía y la narración prácticamente novelada de un integrante de una de esas “familias de tantas”. Otro libro del autor se ocupa del tema con otros matices, La ciudad enmascarada (Plaza & Janés, 1985).
AMLO y la clase media en la Ciudad de México
Aunque lo negó en un principio, tanto le dolió a López Obrador perder una mayor parte de la Ciudad de México frente a la oposición del PRIAN unificado, que no ha dejado de abordar el tema en la conferencia matutina.
Habla día tras día de la clase media “aspiracionista” que habría propiciado la derrota. Al pasar los días, ha ido modificando su discurso.
1. Una aparente descalificación de esa clase que no votó por su proyecto, por ambiciosa, manipulable, poco solidaria y poco humanista; que aspira a la riqueza sin escrúpulos.
2. Que se trata tan solo de una franja, un sector de esa clase la que rechazó su proyecto.
3. Que esa clase se respeta y tiene derecho a ser, a existir.
4. Que su proyecto de nación busca crear una nueva clase media, consciente, solidaria y humanista.
Me parece que se equivocó en principio López Obrador. Esa clase media que lo rechazó en 2021 y que votó mayormente por él en 2018, aparte de ser reconocida, tiene que ser informada, que se le expliquen de mejor manera los programas y decisiones de su gobierno, tratar de combatir la desinformación y la manipulación a que está constantemente expuesta por sus victimarios de ayer, el PRI y el PAN, el PRIAN; es una labor tanto suya como de su gobierno y su partido, Morena, y en general, de quienes procuran un cambio democrático verdadero.
Aunque pienso que AMLO no sería del todo del agrado de Careaga como presidente, pues este era crítico del populismo (sobre todo del basado en la aplicación del marxismo leninismo en Latinoamérica), hay un punto de encuentro en la crítica a ese fragmento de la clase media que es para López Obrador “aspiracionista” y para Gabriel Careaga “arribista”. Ambos hacen la crítica de la falta de conciencia, de la toma de decisiones a partir del egoísmo, de la emoción más que de la razón, de la aspiración inescrupulosa de un “mejor” estar social.
Geografía de la clase media: 50 años
El libro de Careaga presenta estudios de campo, de observación y análisis que parecieran haberse realizado recientemente; es sorprendente. Sin duda, el sociólogo estaría diciendo con el mordaz humor que le caracterizaba, “ya ve usted, me he convertido en clásico”.
Los casos son de las colonias Roma, Del Valle, Prado Churubusco, Unidad Tlatelolco, Santa María la Ribera, Clavería, Condominios de la Universidad, Anzures, Narvarte, Polanco, Condesa, Copilco, etcétera. Geografías que implícitamente han estado en la polémica pues se ubican en la misma zona ganada por la oposición al presidente, a Morena y sus aliados en 2021.
Y aunque 50 años –1974, 2021-, establecen diferencias, esas colonias continúan siendo parte de la clase media “alta o mediana”. Las familias de los 70 del siglo pasado posiblemente han muerto, se han mudado, han emigrado o han heredado, pero las nuevas familias, continúan más o menos en los mismos términos económicos y psíquicos; considerando, claro, el proceso social en el tiempo.
Clase media “ideal”
El estatus ideal de la humanidad tendría que ser el de la medianía en sentido positivo, no negativo, tal cual lo propone Aristóteles. Vivir en sociedades que tengan garantizado el acceso a los bienes de vida básicos y un poco más. Vivienda, seguridad, salud, educación, recreación, tiempo para el arte, etcétera. El sitio donde se pueda vivir en paz, en democracia, donde la corrupción y la impunidad sean combatidas como una constante. En el que no haya extremos de riqueza y pobreza. Donde exista razón, solidaridad y humanismo.
Ese estado ideal planteado por Aristóteles, “la moderación y la medianía es lo mejor”, tiene analogía en dos frases célebres en México. Una de José María Morelos y Pavón en Los sentimientos de la nación, de 1813, “que se modere la opulencia y la indigencia”; es claro cómo se piensa en un centro, un equilibrio. La otra, de Benito Juárez como gobernador de Oaxaca en 1852, que llama en conciencia a “vivir en la honrosa medianía”. Ahora bien, hay que decirlo, la aspiración social y la ambición individual no son per se dañinas, si están sustentadas sobre la conciencia y la razón.
Clase media ¿idiota?
Fui alumno de Gabriel Careaga (1941-2004) en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM por casi dos años en la materia de Teoría Social, fui su asistente de profesor, dirigió mi tesis sobre la obra de Jaime Torres Bodet, y finalmente fuimos amigos. Murió de manera prematura en 2004.
Solía bromear ante situaciones inverosímiles o noticias extrañas respecto al objeto de su estudio, “es la clase media idiota, Héctor”. Conocedor a fondo del tema, esta broma que cito como una pequeña provocación la hacía no por otra cosa sino por el deseo de que la sociedad mexicana predominante accediera a procesos de conciencia, razonamiento, solidaridad y humanismo tan indispensables, como él diría, “ayer como hoy”.