El barítono Hugo Avendaño (1927-1998) es acaso quien con mayor claridad ejemplifica ese fenómeno característico de los cantantes mexicanos que hemos venido ilustrando: la conversión, durante los años 30′s a 60′s del siglo XX, del canto clásico al popular, y su éxito en el disco, la radio, los escenarios, el cine y la televisión. En el breve lapso de un lustro, pasa de hacer su debut en el Teatro del Palacio de Bellas Artes en rol estelar de “Amonasro”, en Aída de Verdi, en 1950, a realizar sus primeras grabaciones y alcanzar sus éxitos iniciales en la canción; la transición de José Mojica, por el contrario, había sido más extendida. Pronto abandona la ópera y se dedica por completo al canto popular; pronto también realiza giras internacionales, aparece en algunas películas (La Valentina, entre ellas, de 1966, en el papel de revolucionario y cantante, alternando con María Félix, Eulalio Gutiérrez, “El Piporro”, y José Elías Moreno; Rogelio González, director) y en varios programas de radio televisión: La hora azul, De visita a las 7, El Estudio de Pedro Vargas, Variedades de Medianoche, Noches Tapatías.
Dentro de ese grupo de cantantes referido, habíamos hablado ya de tres voces en el registro del tenor, Mojica, Ortiz Tirado y Mario Alberto Rodríguez, y en el de la soprano a Ana María González; también hablamos ya del maestro de la mayoría de ellos, Pierson, y de una precursora del siglo XIX, Ángela Peralta. Ahora, entonces, es el justificado turno de un barítono, Hugo Avendaño, probablemente al cantante con estas cualidades operísticas que primero haya yo escuchado en la infancia. Probablemente, porque se trasvasa un tanto en la memoria con la figura de Jorge Negrete en la película Ay Jalisco, no te rajes. De cualquier forma, corresponde al tiempo en que las casas de muchas rancherías de México fueron electrificadas. El abuelo Pantaleón salió a la ciudad a comprar (él que había asimismo trabajado en la construcción de la carretera de su localidad a Villahermosa, Tabasco), además del refrigerador, la licuadora y el ventilador, un tocadiscos (consola o radioconsola) y un televisor; y claro, no tengo idea de cómo llegó un disco de Avendaño por esos rumbos más allá del hecho de que circulaban por todo el país. En un ambiente campesino, campirano, no dejaba de ser extraño escuchar una voz de esas cualidades; producía cierta perturbación, curiosidad e interés.
|Buen momento para una primera interpretación de Hugo Avendaño: “Rayando el sol”, de Manuel M. Ponce|:
Nacido en Tuxpan, Veracruz, Hugo Avendaño estudió en la Escuela Nacional de Música de la UNAM con el reconocido maestro Juan D. Tercero e ingresó a la academia de canto del célebre maestro José Eduardo Pierson, quien lo formó como barítono. De acuerdo a la información del Diccionario Enciclopédico de Música en México (Gabriel Pareyón, 1995), Avendaño fue becado por la Fundación Leonard Warren (legendario barítono estadounidense), para cursar estudios de perfeccionamiento vocal en la academia Juilliard, de Nueva York.
Tras su debut en Bellas Artes, cantó, hasta 1954, con elencos nacionales que alternaban funciones con los internacionales, como solía acostumbrarse a mediados de siglo, señala José Octavio Sosa en su diccionario sobre la Ópera en Bellas Artes. Participó también en distintos teatros y temporadas en México, Guadalajara, Monterrey y Veracruz, en papeles principales de las óperas Aída, Rigoletto, Il trovatore, Carmen y Madama Butterfly, entre otras; encuentro también el registro de que cantó en 1954 el rol del barítono en la cantata Carmina Burana, de Karl Orff. Se trata de la fructífera década, en términos artísticos, de los años cincuenta del XX.
|”María Elena”, bello vals de Lorenzo Barcelata|:
Como siempre, Carlos Díaz Du-Pond nos ofrece más detalles: el debut de Avendaño en Bellas Artes se da el mismo año del glorioso arribo de María Callas a México y en el tiempo en que otros cantantes de envergadura internacional actúan en dicho escenario: Kurt Baum, Leonard Warren, Mario del Mónaco, Mario Filipeschi, Giuseppe di Stefano… Sobre el año 1950, escribe Díaz Du-Pond: “Antes de la temporada, Ópera Nacional audicionó a cantantes mexicanos, en el jurado estaba Fanny Anitúa y otras personalidades. Ese año salieron del concurso Hugo Avendaño, una bellísima voz; María Luisa Salinas, también con muy bella voz y gran musicalidad… Y se dio una Aída popular, con Rosa Rodríguez,…, Carmen Aguilar y Voos… y con el debut de Hugo Avendaño en el papel de Amonasro”; la fecha, 15 de junio de 1950. Y así se puede rastrear en el registro de Díaz Du-Pond las siguientes temporadas de Avendaño en Bellas Artes, e incluso, una rara y “deliciosa ópera en un acto El retrato de Manón, de Massenet”, en la recién inaugurada en 1952 Sala Chopin de la colonia Condesa (La ópera en México. De 1924 a 1984).
|”Nunca digas”, de Jorge del Moral|:
Pareyón permite complementar la información biográfica: “Sus primeras actuaciones en radio y televisión las hizo en 1953, en la ciudad de México; luego actuó en EU para la cadena NBC. Recibió un gran apoyo del público, que le solicitó como cantante del género romántico, y logró convertirse en uno de los más conocidos representantes de la canción mexicana. Realizó varias giras en todo el continente americano y Europa, recibiendo premios y condecoraciones”. Canción mexicana popular en su tiempo que hoy entra prácticamente dentro del repertorio clásico o neoclásico de los conservatorios y escuelas de música y las salas de concierto.
|”Morenita mía”, de Manuel Villareal Lozano; versión en vivo con mariachi en la que intervienen, junto a Avendaño, Roberto Cantoral, Cuco Sánchez y Pepe Jara; una versión muy especial, sin duda|:
El registro de canciones de Avendaño es amplio y de hecho resulta en extremo complicado seleccionar un grupo reducido de ellas para recomendar su audición en este espacio; es mejor explorarlas en la disponibilidad que ofrecen youtube y otros medios. Muy celebrados en su voz son los valses mexicanos, se acoplan a su cálido color, a la belleza que destaca Díaz Du-Pond.
|”Un viejo amor”, de Alfonso Esparza Oteo. De este compositor habría querido compartir en voz de Avendaño, “Dime que sí”, pues su versión es muy conocida, pero sacando conveniente provecho de esta presentación en vivo a dueto con Pedro Vargas, aquí va “Un viejo amor”:
Si ha de hacerse alguna crítica al canto de Avendaño, esta proviene de ciertos momentos en que la voz es un tanto inestable, con un vibrado agitado –en ocasiones, reitero- cuya causa considero es un aire, una respiración alta; y a veces también, en consecuencia, un pequeño estrangulamiento de la gola, fuera de ello, canta con plena solidez, seguridad y muy buen alcance de los agudos. Y lo mejor, existen varios testimonios en vivo, que casi siempre son mejores que las versiones de estudio; seguramente, existen numerosos archivos videográficos que eventualmente saldrán a la luz pública.
|”La casita”, de Felipe Llora a partir, al parecer, de un poema de José Manuel Othón; versión original|:
Fue la de Hugo Avendaño una gran trayectoria artística en el canto popular habiendo tenido, como hemos visto, muy buenos logros en el género operístico (y habiendo dejado de lado también sus iniciales estudios de medicina). La atracción del disco y las pantallas fue muy poderosa para él y otros artistas de sus características. Afortunadamente, tuvieron gran éxito y arraigo entre la audiencia de su tiempo y ahora queda el testimonio de su talento para su apreciación y disfrute.
|Para concluir este concierto, tres piezas más|:
“Tipitipitín”, de María Grever:
“Amapola”, de José María Lacalle; en vivo:
“Ojos españoles”, de Bert Kämpfert, en vivo:
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo