“Lo que amarga al mundo no es el exceso de crítica, sino la ausencia de autocrítica.”
Gilbert K. Chesterton
Si quedaba alguna duda de que la polarización, el discurso de odio, la intolerancia y la autocrítica en México, se han esparcido a niveles no vistos, hoy podemos estar seguros que desafortunadamente estos problemas se están enquistando en los hábitos y cultura de la ciudadanía; y no son exclusivos de quienes simpatizan con el actual gobierno, sino que en cada partido, ideología y sectores de la población, por una razón u otra, esta práctica comienza a rebasar limites que impiden iniciar diálogos constructivos que nos ayuden a tener una sociedad más incluyente, comprensiva y por lo tanto, progresista.
He reiterado en varias ocasiones que uno de los problemas más profundos que tiene nuestro sistema democrático es la falta de cultura política en la población, lo que provoca que los votantes caigamos en trivialidades y cuestiones sin sentido que no son importantes, y que solo nos distraen de los verdaderos debates que deberíamos estar teniendo en la búsqueda de mejores políticas públicas.
Hace unos días, una foto del hijo menor del presidente López Obrador, expuso la gravedad del problema, y además evidenció que ese tipo de prácticas inmaduras y ofensivas, también han sido adoptadas por un sector de la oposición que ha perdido la brújula y se han convertido (si no es que siempre lo han sido) en un reflejo de lo que tanto le critican al actual gobierno.
Por supuesto que algunos liderazgos y seguidores de los que hoy gobiernan han hecho lo propio en el pasado con los familiares de los ex presidentes, casos de hipocresía y cinismo como el de la senadora de Morena, Antares Vázquez o el del productor Epigmenio Ibarra, quienes años atrás lanzaron ofensas en contra de la familia presidencial en turno, y que hoy salen a exigir el respeto que ellos en su momento no dieron.
Pero lo anterior, no da derecho a que se siga con esta práctica y mucho menos a expensas de un menor de edad que no tiene nada que ver en las decisiones que toman sus padres. La bajeza de los comentarios y memes ofensivos hacia el hijo de AMLO, solo denotan una falta de liderazgo en una oposición en la que todavía no se asoma una cabeza que muestre un camino firme y distinto, y que base su crítica al gobierno con números y estadísticas, pero también con propuestas y soluciones.
Para el presidente debe ser muy desagradable leer algunos de los comentarios que la foto generó, pero también ha servido para legitimar sus señalamientos en contra de sus opositores y para distraer por lo menos por unos días, de los verdaderos problemas que tiene el país.
Por eso los líderes de oposición que no cayeron en este perverso juego, deberían de deslindarse y separarse de cualquier tipo de relación que pudieran tener con todos aquellos “influencers o guerreros de teclado” que tuvieron que ver en este lamentable suceso. Entender que estas personas lejos de abonarles les restan, que tras sus tuits no hay realmente una estrategia sino puras ocurrencias, y que no representan ni conocen realmente, el sentir generalizado de la gran mayoría de un pueblo con el que nunca han tenido contacto.
Hay mucho trabajo por hacer, hay culpas en ambos lados, pero el caso del hijo menor de AMLO ha vuelto a evidenciar que la política saca lo peor de los mexicanos, y de esa manera, no es posible construir hacia adelante mejores plataformas y un mejor futuro para todos.