Los fracasos del gobierno de AMLO son transversales, multifactoriales y se extienden a lo ancho de todo el abanico de materias de la agenda pública. Sin embargo, dos de ellos son especialmente acuciantes: la pobreza y el combate contra la corrupción.
Paradójicamente, tanto para el discurso político de la cuarta transformación como para todos los mexicanos, esas dos problemáticas (pobreza y corrupción) fueron, desde el inicio, los principales estandartes de AMLO en su largo camino hacia la presidencia de México.
Desde sus años en Tabasco, su paso por el PRI y el PRD, y luego como líder moral y espiritual de Morena, AMLO ha conducido su vida pública bajo la égida de sus dos principales objetivos.
Primer punto. La pobreza. Hoy, luego de casi tres años de gobierno, AMLO ha fracasado. De acuerdo con el CONEVAL, en su informe “Medición multidimensional de la pobreza en México” 3.8 millones de mexicanos han engrosado las filas de la pobreza desde el inicio de su administración, lo que supone una derrota moral escalofriante para el hombre auto erigido en el adalid del combate contra la pobreza. “Por el bien de todos, primero los pobres”, como rezaba su eslógan político, ha quedado hundido en el descrédito, y quizá, en el sitio más oscuro de la historia de México.
Para ser justos con la verdad, AMLO no carga con toda la culpa. Ciertamente, la pandemia ha jugado un papel importante, pues desaceleró el crecimiento de la economía, provocó el cierre de negocios, la pérdida de patrimonios y la caída de muchos mexicanos, anteriormente catalogados en la clase media, en los tentáculos de la pobreza.
Sin embargo, AMLO sí que es responsable de la ausencia de una visión de Estado, de su populismo rampante, de su anclaje en el pasado y en la puesta en marcha de políticas públicas destinadas no a aliviar la pobreza, sino a ganarse mañosamente la voluntad de los más desfavorecidos de nuestro país.
Segundo punto. La corrupción. Más allá de piezas teatrales como la desafortunada consulta y las homilías matutinas, la corrupción permea. Como bien expresé en mi columna intitulada “La honestidad de AMLO”, publicada en este espacio de SDP Noticias, no existe evidencia real que demuestre la corrupción del presidente. Sin embargo, sí que existen investigaciones, parámetros e indicadores que apuntan inequívocamente hacia actos de corrupción en el seno de su gobierno.
A manera de ejemplo, de acuerdo con Mexicanos contra la Corrupción, el 80.6% del total de contratos otorgados por el gobierno federal se realizaron mediante la figura de la adjudicación directa durante el primer semestre del 2021. ¡80.6%! Y ello no implica, empero, que el 20% restante se haya realizado mediante una participación justa y limpia en los concursos públicos.
En suma, el gobierno de AMLO, debido a su ineficacia, y exacerbado por factores externos, ha fracasado en las materias que con mayor ahínco el candidato – y hoy presidente- prometió trabajar. Para infortunio de todos, no ha sido regenerada la vida pública de México. Todo descansa ahora en el discurso.