El tema pendiente más acuciante en la agenda bilateral entre México y Estados Unidos es el asunto migratorio. No obstante los denodados esfuerzos por parte de ambos gobiernos a lo largo de las últimas décadas, factores internos y externos han obstaculizado un proceso que haga posible la salida de las sombras de millones de mexicanos que residen ilegalmente en el vecino del norte.
Durante el gobierno del ahora expresidente de México Vicente Fox, la Secretaría de Relaciones Exteriores, encabezada por Jorge Castañeda, sostuvo encuentros de alto nivel con sus homólogos estadounidenses con el propósito de promover una reforma integral en el tema migratorio; la “enchilada completa” como fue llamada la iniciativa en aquel momento por el canciller mexicano.
En febrero de 2001 los expresidentes Fox y Bush establecieron un grupo de alto nivel en materia migratoria, con el propósito de definir una agenda integral de cambio que tuviese la posibilidad de contar con los apoyos en el Senado y en la Cámara de Representantes. El 6 de septiembre, unos días previos al atentado contra Washington y Nueva York, ambos presidentes acordaron concluir la reforma migratoria hacia finales de año.
Desafortunadamente, los vientos cambiarían de rumbo tras el 11 de septiembre.
Según trascendió, los atentados fueron perpetrados por individuos que arribaron a los Estados Unidos con visas de turista y estudiante. Lo anterior, aunado a los cambios de las prioridades legislativas, los avances en materia migratoria fueron descarrilados y puestos en la nevera.
Luego, tras el triunfo de Barack Obama en 2008, y con la consolidación de las mayorías demócratas en ambas cámaras del Congreso, la prioridad del presidente estadounidense estuvo dirigida hacia la aprobación de la reforma de salud en su país, quedando el tema migratorio, nuevamente, en el tintero.
Como bien apunta mi colega Javier Treviño en su columna intitulada “20 años después del 9/11” el propio embajador Jeffrey Davidow reconoció que la agenda migratoria, y con ello, un elemento toral de la relación bilateral, había sido relegada a segundo o tercer plano.
Frente al diálogo de Alto Nivel México-Estados Unidos de estos días, el gobierno mexicano deberá echar mano de sus mejores bazas para consolidar, dentro de los próximos meses, los acuerdos alcanzados entre ambas partes. Bien vale recordar, en este contexto, que el presidente de Estados Unidos Joe Biden, cuenta con buenos apoyos en ambas cámaras del Congreso; coyuntura que podría cambiar el año que viene, y mismo, una vez iniciadas las campañas para la renovación del Legislativo estadounidense. México necesita, nuevamente, a sus mejores diplomáticos.