Siempre he pensado que la felicidad es sentimiento, emoción, y alegría en grado superlativo, aunque a últimas fechas pareciera ser uno de los sentimientos más escasos que podamos apreciar y percibir, al menos en lo que toca a la felicidad genuina, esa donde las lágrimas llegan a tus pupilas cuando el sentimiento es tal, que no logras controlarlo...
Hay ocasiones, diversas ocasiones en que la felicidad toca nuestro entorno y de forma increíble llega a escasos centímetros de nosotros, en estos momentos que la tenemos tan cerca, inclusive enfrente haciendo aspavientos para ser notada pero estamos tan miopes que no la podemos distinguir, vamos tan ensimismados en nuestros pensamientos y formas de vida que omitimos cualquier cosa que signifique un pequeño distractor del mundanal ruido y la pantalla del celular... Por tal razón, es necesario detenernos un instante, aguzar el oído y fijar la vista a nuestro alrededor, buscar mantener las antenas levantadas y sobre todo dejar salir esa necesaria actitud positiva, que será la invitación especial para nuestra invitada especial.
Yo “soy pata de perro” o “rata de ciudad”, como se dice vulgarmente, invariablemente recorro diferentes demarcaciones, entre avenidas y calles, he tenido la oportunidad de conocer a diferentes personas, de todos los estratos sociales, económicos y culturales, cada una de ellas trae consigo una historia diferente, y cada una de ellas te dará su concepto sobre lo que significa la felicidad o la dicha de un ser humano, dos de estas personas se quedaron grabadas en mi mente, ambas postradas en silla de ruedas. La primera, es un hombre, con su pena reflejada en la cara, pidiendo “una moneda”, a este ser de cara larga y en duelo permanente me lo encuentro frecuentemente en diferentes calles y colonias, siempre es la misma actitud, incluso a veces el enojo y rabia se trasluce en sus facciones.
La otra persona, es un joven quien también carece de ambas piernas. La gran diferencia entre uno y otro es que el segundo, siempre está contento y yo diría que a pesar de su pesar, irradia felicidad, su risa, el tono de voz, la forma como te saluda y entabla conversación te hace olvidar por momentos su condición física, todo lo anterior le convierte en un ejemplo positivo, en un imán para muchos que son atraídos irremediablemente por su sonrisa; actitud y felicidad, definen a este ser y es algo insólito para muchos, pero creo firmemente que muchos de los transeúntes, al igual que a mí, cuando llego al camino cerca del lugar donde en ocasiones lo veo, voy con el deseo de encontrarlo, de saludarlo y sentir que me alegra el día.
Soy fiel creyente de que la vida nos obsequia felicidad, que como estrellas fugaces, en ocasiones caen del cielo, y que en otras, habrá que estar a la expectativa y luego a la caza de esas luces o chispazos.
Existe la felicidad que podemos encontrar en la propia naturaleza que nos rodea, en detalles grandes o pequeños, en satisfacciones personales, logros, amigos, familiares en muchas cosas más, que disfrutarlos al máximo, son alimento para el alma que se convierte en bálsamo para servir de equilibrio cuando los eventos difíciles, de pérdida dolor o tristeza de nuestra existencia se nos presenten.
De ahí la importancia de recordar que: “Hay que tener los ojos bien abiertos, el corazón anhelante y una actitud positiva”, busquemos ser felices siempre que se pueda.
Creo firmemente que en la medida que das es como se te regresará. No solo es para quejarnos que pedimos espacio en esta vida, también para compartir lo mucho que somos, si vamos por la vida solo tratando de sacar provecho y quitarle un poco a los demás, entonces ¿cómo renovaremos lo que traemos en el interior?
Hace muchos años mi hijo de entonces escasos 8 añitos me dijo: “Mamá ya no escribas tanto, se te va a desgastar tu cerebro...”
Le contesté en ese entonces, que la ventaja del cerebro, es que mientras más le das, más crece, no se desgasta... por eso hay que leer mucho, y buscar aprender siempre más, para poder contestar todas sus preguntas de la mejor manera.
Respondió: ¿Es como el amor? Tú dices que el amor también crece mientras más lo regalas...
En esta parte me di cuenta que, jamás se echa en saco roto las palabras, máxime si se las dices a tu hijo.
Recuerdos de una plática con mi amiga, Rosa María; busquemos ser un poco felices, a veces la felicidad está a un simple click o un pequeño mensaje.