Hemos querido presentar un aspecto, un ángulo de la larga ya guerra en Europa del Este entre la Federación de Rusia y Ucrania-OTAN, como es la guerra de narrativas, que es propia de las narrativas de guerra que se desliza con mayor suavidad y hasta imperceptibilidad, pero diario y a todas horas está presente, y los discursos mediáticos de uno y otro bando son repetidos por los responsables de la comunicación de los países en contienda bélica, así como de simpatizantes, propagandistas y medios afines a los intereses de cada bando en lucha. Actúan sobre nuestro subconsciente una y otra vez para generar empatías y antipatías.
Decíamos en nuestra entrega anterior que una de las analistas comunicólogas más lúcidas que se han ocupado del tema en el bando occidental es Marléne Laurell quien escribió y describió una interpretación del conflicto basada en las tres etapas que el mandatario ruso Vladímir Putin ha recorrido durante su estancia en el poder. Puede consultarse nuestra columna anterior al respecto.
Los discursos de los líderes de occidente y los análisis de los medios electrónicos de comunicación con sus editorialistas, forjan una narrativa del “Putin autócrata”, del “Zar Rojo”, de la ”amenaza para el Occidente libre”, de su “afán por reconstruir el imperio ruso”, o alternativamente, la necesidad de “destruir la maquinaria de guerra de Putin”, “del enemigo de los valores occidentales”. Dentro de este cuerpo de ideas y lógica argumental, una analista como Tamara Djermanovic resume todo ello en su columna diciendo:
“Vladímir Putin no desafía las reglas de la tradición rusa, más bien las sigue, como los grandes líderes de la historia de su país, que dejaban atrás años o décadas de guerras, y muchas muertes, incluso, de sus propios hijos, con tal de ver expandidas las fronteras de su imperio para garantizarse un lugar destacado en las enciclopedias universales”. (El País, 30 de septiembre, 2022).
Dentro de esa línea de interpretación histórica del presente de Putin respecto al pasado, se le compara con “Iván el Terrible” o con “Pedro el Grande”, y con los “Zares de todas las Rusias”, y así, sucesivamente. Es la base central del discurso ideológico en su contra. Enfrente se tiene a un mayúsculo dictador con vocación expansiva que agrede a un vecino más débil, demócrata e independentista, que requiere y merece por mucho, el apoyo de toda la maquinaria económica-financiera y tecnológica-militar de occidente. Y así se ha hecho.
La identidad colectiva occidental, no solo es contraria, sino incompatible, con la identidad colectiva rusa (conforme a este discurso del “enemigo ruso”), porque se trata de existencias casi excluyentes. Para occidente Rusia puede existir, pero como un poder pequeño y sometido a la OTAN, con ningún otro status. Las múltiples “sanciones económicas a Rusia para expulsarlo del sistema económico internacional” dicho por líderes occidentales (Biden y aliados), le da la razón a Putin, occidente no sólo rechaza las políticas defensivas u otras de Rusia, sino su presencia en el ámbito mundial, desea eliminarla. No hay búsqueda de puntos de encuentro, el rechazo al diferente es absoluto. A EUA en su doctrina de conservación hegemónica, le ha resultado históricamente en extremo rentable la estrategia de la “amenaza soviética” y ahora, la “amenaza rusa”, con el cual sometido desde la segunda posguerra a Europa, convertida en doctrina militar. Kissinger ha dicho que Europa, tiene pavor a “un mundo sin EUA” (cito de memoria).
Por ello, en mucho, esta narrativa del cuerpo ideológico desde occidente se parece mucho, o es idéntica, a la de “la lucha del mundo libre contra el comunismo” de toda la Guerra Fría, o de la “lucha contra el imperio del mal” de Ronald Reagan contra la URSS. Un principio ideológico primitivo, supersticioso, apocalíptico, casi escatológico. Separar a Rusia de Europa, y especialmente de Alemania es un objetivo estratégico anglo-estadounidense, que geográficamente nada tiene que ver, ni tampoco históricamente, Alemania y Rusia han tenido amplias vinculaciones históricas, geográficas, culturales, políticas y lazos económicos, hasta la 1ª G.M.
Luego de la reciente “crisis energética” europea a partir de la ruptura con la Federación de Rusia y de la “guerra económica” declarada contra ella, el líder ruso (Vladímir Putin) ofreció una narrativa alterna, que para analistas, líderes y medios occidentales, establece en realidad “una idea oculta de la voluntad de dominio ruso sobre toda Europa”, lo cual se plasma en la explicación que ofrece el think thank europeo Grand Continent interpretando un discurso de Vladímir Putin en el ministerio de relaciones exteriores de Rusia, sobre su visión con relación al mundo occidental en 2021, pero ¿realmente es eso lo que debe interpretarse del discurso?.
“El verdadero peligro para Europa no viene de Rusia. La principal amenaza para los europeos reside en su dependencia crítica y creciente, casi total, de Estados Unidos, ya sea en el ámbito militar, político, tecnológico, ideológico e informativo. Europa se encuentra cada vez más marginada en el escenario económico mundial, enfrenada al caos de la inmigración y a otros problemas acuciantes, al tiempo que se ve privada de su propia voz internacional y de su identidad cultural”. (Archivos y Discursos, junio de 2024)
Este planteamiento fue entendido como que, el objetivo histórico del gobierno de Putin es “reemplazar a Occidente”, lo cual constituye “una inflexión de la doctrina de Putin”. Hay de interpretaciones a interpretaciones. En el fondo, es el una postura que revitaliza el discurso de la “amenaza rusa” como antes lo fue de “la amenaza soviética”, que tantos dividendos le ha dado a Estados Unidos. Absurdo. ¿Quién se quedó con todos los clientes europeos de suministro de gas natural que fueron de Rusia?, la respuesta es: las empresas de EUA.
Dentro de toda esta narrativa ideológica-cultural occidental, hay poca cabida a las voces críticas desde el mismo espacio geográfico occidental, como la siguiente:
“El académico y politólogo estadounidense John J. Mearsheimer (Universidad de Chicago) considera como “un gran y fatal error la postura del presidente Obama de imponer sanciones severas a Rusia y apoyar al nuevo gobierno en Ucrania”, lo cual en su opinión está basado en la misma lógica errada que tuvo la Casa Blanca desde el inicio del conflicto al apoyar a los manifestantes opositores en Kiev, todo lo cual no hizo más que precipitar la crisis. (Foro Internacional, Sánchez, Vol. 56, No. 2, 2016)
Pero el axioma de la “amenaza rusa” “del expansionismo militarista de Putin” es poderoso especialmente en la ideología de la derecha europea que gobierna actualmente a los países más importantes de la región (últimamente, menos Francia), de los países más influyentes agrupados en la OTAN (recientemente cambió un tanto la situación en Francia), que mantienen y refuerzan, como lo hace el presidente Macron, una narrativa de “Guerra Fría” para erigirse en falsos defensores de su país, frente a una “potencia amenazante” que nunca los ha amenazado ni atacado, y que al contrario, es Francia quien tiene soldados franceses combatiendo contra el ejército ruso en Ucrania y que recientemente entraron a territorio ruso en una taque que pretendía capturar la central nuclear de la región de Kursk para chantajear a Rusia con una hecatombe nuclear. Estuvieron allí un mes, fueron cercados y expulsados con bajas que se cuentan por miles.
Las narrativas en lucha por predominar normalmente se esgrimen a base de una mezcla no fácil de discernir, de mitos y realidades, de medias verdades y medias mentiras, de historias verdaderas e historias falsas, de crónicas mitad ficción y mitad realidad, que tratan de torcer la conciencia de los ciudadanos hacia “una verdad aceptable” conformada por los actores políticos y militares de una de las narrativas en intereses socio-económicos y políticos en choque violento. Queda ante el conocimiento histórico y de la realidad presente el juicio final de los ciudadanos, cuya conciencia, voluntad y acción posible está en disputa.
No olvidar la afirmación del hasta hace algunas semanas secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg: es preferible ir a una confrontación nuclear con Rusia a dejar que gane esta guerra. La demencia militarista extrema en todo su esplendor. Son las voces del “mundo libre”.