El concepto no es propio, sino de un diálogo del economista y premio Nobel, Paul Krugman, con dos especialistas en encuestas electorales. Lo refieren al proceso que ocurre en Estados Unidos con el arribo al poder de Trump y su movimiento. La muerte suave de la democracia a su vez lo toman de la urbanización, la manera como el presidente de Hungría, Víctor Orbán, fue gradual y persistentemente desmantelando el régimen democrático. Es el caso de proyectos políticos que llegan al gobierno por la vía democrática y en el afán de mantenerse en el cargo su objetivo es destruir justamente la institucionalidad que los llevó al poder; se eliminan las condiciones de competencia electoral justa y el poder se concentra en una sola instancia de autoridad.

Caso semejante el obradorismo en México. El último paso y casi definitorio fue la reforma judicial y la elección de juzgadores el pasado 1º de junio. Los tres poderes bajo el control de un mismo grupo. No se puede decir, propiamente, bajo el dominio de la presidenta de la República porque se ha perdido la institucionalidad que hace de la institución un cargo unipersonal al servicio del interés general. Ahora existe una cúpula gobernante, donde el expresidente López Obrador es el referente de cohesión política y Sheinbaum la presidenta limitada en el ejercicio de su responsabilidad por el equilibrio que debe mantener el grupo gobernante.

El país va normalizando el arribo al régimen autocrático. México dejó de ser una democracia, lo que remite no sólo a las condiciones desiguales de la competencia política, sino al inexistente equilibrio de poderes, rendición de cuentas y escrutinio social a la autoridad. Las libertades viven su peor momento, aunque se “toleren” espacios de crítica, por cierto, cada vez más estrechos por los efectos de las expresiones de la presidenta Sheinbaum contra sus críticos, ciertamente, más comedidas y cuidadas, pero igual de perniciosas o quizás más. La autocensura ha cobrado factura; además, los flujos de información en los medios nacionales son abrumadoramente favorables al régimen, especialmente, a la presidenta Sheinbaum. Por lo mismo, los altos niveles de aceptación y acuerdo con la presidenta, aunque en los mismos estudios se registra una clara insatisfacción con la situación del país en todos los ámbitos.

Un régimen autoritario es injusto y disfuncional con la realidad de un país con muchos problemas e insuficiencias; con una amplia diversidad regional y social; con una clara pluralidad política e ideológica; con un país bajo el asedio del crimen organizado y del gobierno norteamericano. El autoritarismo requiere de cuotas excesivas de propaganda y sumisión para generar la legitimidad que no da el voto, el apego estricto a la ley y el ejercicio de las libertades. La certeza de derechos ha sido una de las bajas de la involución democrática y afecta personas y empresas al no existir condiciones para sus actividades. Para bien y para mal, Democracia y capitalismo van de la mano.

La reforma judicial y la elección de juzgadores es un paso terminal para la democracia, pero no definitivo. Terminal porque se elimina la instancia que aseguraba la constitucionalidad tanto de los actos de autoridad como de los actos legislativos, y se documenta el sometimiento del INE y del Tribunal Electoral, instancias fundamentales para la democracia electoral. La única resistencia, sólo como posibilidad, está en el poder del voto y por tal consideración las elecciones de 2027 revisten la mayor importancia. Morena no sólo no es infalible a pesar del fraude mayúsculo en la elección judicial, también sufre un creciente descrédito por el abuso de poder y la corrupción generalizada que la presidenta ha pretendido mitigar con un inocuo decálogo a su partido.

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Viene la reforma política; no será fácil concretar la pretensión de acabar con el régimen mixto de representación política. Morena obtuvo 41% de los votos, lejos de la mayoría absoluta y sólo 236 de los 500 diputados. PT y PVEM aportaron lo que requería en el marco de una asignación de curules de discutible constitucionalidad. La que cuenta no es tanto la oposición institucional, que vive su peor momento, sino la indignación social. Todo indica que el régimen empezará ver su cuarto menguante la noche de la elección de 2027.

La democracia mexicana tuvo una muerte suave a lo largo de estos seis años. En 2027 podría vivir el inicio de una resurrección sonora.