Conforme a los clásicos más relevantes, la lucha ideológica es la forma superior de lucha por el poder, porque se actúa en función de conquistar la atención con las ideas que se exponen, las mentes, los corazones, provocar una identificación de intereses entre quien emite un mensaje político y quienes lo reciben,  entre quien habla de problemas y soluciones y quienes están atrapados en esos problemas y desean soluciones, quienes pueden contrastar las propuestas de solución de unos y otros para poder optar porque algunos líderes, organizaciones y propuestas políticas frente a otras distintas.

Algunos autores hablan de “una guerra de ideas”, de un choque de desacuerdos, de posturas diferenciadas u opuestas, de conceptos que se repelen y de líderes y partidos políticos que se enfrentan. Pero esto debe conducir a una riqueza en los debates, a todos los niveles de la sociedad, conforme la difusión de ideas sea más amplia y los mensajes que contienen las ideas sean más claros y precisos. De lo contrario, la nebulosidad ideológica puede adueñarse del escenario de la lucha ideológica entre contendientes.

Esta lucha debe tener y encontrar múltiples canales de difusión y propagación, todos los que sean posibles, porque ello eleva el nivel de la confrontación ideológica entre los actores políticos, la discusión entre los ciudadanos y las organizaciones y entre los medios de comunicaciones, las redes sociales y los ciudadanos en general.  Los regímenes autoritarios o las dictaduras evitan, cancelan, y hasta prohíben la difusión de las ideas, y se erigen como poseedores inmutables de la verdad. Nada más perverso y lesivo no solo para la democracia sino para la formación de ciudadanía, para el ejercicio de los derechos constitucionales, para la posible solución de los problemas. Lo contrario es robustamente, una promoción por la democracia.

Un ciudadano, líder u organización progresista, democrática, democristiana o socialista, no debe renunciar jamás a la confrontación de ideas sobre problemas y soluciones, para influenciar a la ciudadanía sanamente, cualquiera que sea la situación real del poder político, de las instituciones públicas, de los medios masivos de comunicación, de la prensa escrita, de las redes sociales, etc., porque hacerlo es una renuncia implícita a la conquista o retención del poder público. Entre más alto sea el nivel de la confrontación de ideas, más elaborada y profunda sea la exposición de estas, más cercana está la ideología con el pensamiento científico (hablamos de las ciencias sociales), y más se aleja del llamado “sentido común”.

Esta postulación de la lucha ideológica real y de altura a quien más beneficia es a las grandes mayorías populares que están alejados o ausentes de los procesos centrales de lucha por el poder, de la toma de decisiones y de la identificación y conocimiento de ¿quién es quién? y ¿por qué?, de la lucha política en un país. Lo que le hizo Milei al peronismo progresista fue derrotarlo en el mundo de las idas, de la presentación de problemas y oferta de soluciones, y pasar de allí a la concreción del voto ciudadano como una opción de cambio favorable.

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Los aberrantes postulados de economía política que ofertó Milei, un fundamentalista extremo del liberalismo económico, es increíble que hayan ganado la voluntad de los ciudadanos, pero explicable si consideramos a los argentinos quienes confrontaban una situación en donde las variables del modelo económico argentino se había debilitado extremosamente y expresado en un proceso hiperinflacionario que les recordó el tiempo de la dictadura militar, cuando avanzó la inflación desde el año de 1975, y para 1980 era de 90% anual, luego en 1985 fue ya de 100% mensual. La locura (Soriano Osvaldo Nueva Sociedad, marzo-abril 1989).

Hay allí una estrategia político-electoral victoriosa pero basada en postulados de economía política que no han dado resultados en ninguna parte del mundo como modelo de desarrollo, que provocan un ajuste brutal en las variables sociales del nivel de vida y que hacen del sistema monetario el eje de los problemas y las soluciones. Milei es un monetarista extremo. Finalmente son postulados falsificadores que hacen a un lado los factores de orden estructural del aparato productivo y las distorsiones en la formación de precios que determinan el comportamiento de los mismos.

Una propuesta económica aberrante que reduce el nivel de la inflación  desnacionalizando el sistema monetario y de pagos (situando al USD como centro de tal sistema), suprimiendo las funciones del banco central y ajustando el nivel de vida brutalmente a la baja. Recordemos la devastación económica que provocó Boris Yeltsin en Rusia cuando adoptó una política brutal de shock económico para ajustar las variables de la crisis rusa de 1987, y la vía mexicana contra la inflación adoptada por Miguel de la Madrid, que no obstante, son un juego de niños ante lo que hará el próximo presidente argentino. El fundamentalismo liberal económico se vuelve la trinchera ideológica mayor del capitalismo salvaje, bárbaro.

Dice la Dra. Viridiana Ríos que Xóchitl Gálvez hace alarde en sus discursos de “esquizofrenia ideológica”: alaba y glorifica primero a cada uno y luego a todos (PRIAN-PRD) y después los ataca también a todos en sus desplantes feministas, su pragmatismo ramplón desdibuja a la derecha mexicana que ha tenido líderes ideológicos conocidos y connotados (como Sánchez Navarro del Grupo Modelo), no caricaturescos. Pero esta “esquizofrenia ideológica” expresa realmente la ausencia de una línea ideológica, un pragmatismo que pretende ser “neutral ideológicamente” lo cual lo convierte en una falsificación dentro del cuadro nacional de lucha ideológica, y no se traduce en un ejercicio democrático como debe ser la lucha por el poder, para convertirse así en una nebulosa lucha por las conciencias y la voluntad de los ciudadanos.

En la brillante construcción de Luis Villoro, la ideología tiene una doble vertiente: la gnoseológica (ligada a la teoría del conocimiento) y la sociológica (ligada a las condiciones materiales de la reproducción social, de la vida de los ciudadanos). Las dos dimensiones integran un proceso de articulación social y política dentro de la sociedad y con relación al Estado. La función integrada de la ideología solo tiene sentido entendida como mecanismo de dominación social, para lo cual, sus postulados mitifican los procesos de la realidad, los falsifican en una operación de encubrimiento en donde la realidad objetiva se convierte en una realidad ideológica.

En tal sentido la lucha ideológica objetivamente entendida, tiene siempre una parte de lucha cultural, de dominio cultural de unos postulados frente otros. Por ejemplo, la izquierda verdadera jamás aceptará los postulados de una cultura nacional producto de un aparato industrial, o sometida a él, o entendida como aparato de negocios al servicio de los propietarios y sus audiencias más selectas. O que manipula el contenido de los postulados ideológicos desde dicho aparato industrial, en favor de unos grupos sociales y en perjuicio de otros.

De allí que si la lucha ideológica no es apegada a la realidad social, sino que transita por procesos de falsificación ideológica justificados como verdaderos, la lucha por el poder, por la dominación política de los adversarios, se vuelve nebulosa, confusa, “esquizofrénica”, al final de cuentas, fundada en postulados ligados a la irrealidad, a la mitificación de lo real. Así, los procesos de falsificación ideológica es menester clarificarlos en su contenido real, despojándolos del ropaje ideológico y confrontarlos en su realidad material e inmaterial susceptible de ser entendida y analizada mediante un proceso de aproximación gnoseológica y/o epistemológica. De tal manera que la mente humana trascienda el sentido común y se convierta en conocimiento de aproximaciones científicas sobre su propia realidad social.

Así, la nebulosidad, la “esquizofrenia ideológica”, la falsificación de la realidad y la pretensión de posicionar un postulado ideológico propio de un cuerpo filosófico, teórico, social, político y práctico, es decir, de un proyecto nacional, por los adversarios acérrimos del mismo tratando de desnaturalizarlo (una derecha oligárquica en México que glorifica a los vendedores ambulantes de gelatinas, a las etnias indígenas en México, que ataca al gobierno porque no ha sacado a los extremadamente pobres de su condición, cuando fueron hechos tales por los gobiernos anteriores), que omite hablar de la corrupción institucionalizada desde gobiernos anteriores porque nadie de quienes sostienen hoy tales postulados se salvaría de cuentas pendientes con la justicia, es una derecha con una ideología pobre y desarticulada que no presenta combate real en el mundo de la guerra de ideas. Renuncia a las armas de la crítica y antepone las armas de la falsificación.

Un representante de la izquierda española sostiene: “En los últimos años, coincidiendo con el auge de la extrema derecha también en nuestro país, hemos asistido a la articulación global de una estrategia ideológica de las propuestas ultraconservadoras, llegando al punto de ver a Marion Le Pen citar a Gramsci”. (Moreno, Gálvez, Universidad de Sevilla, https://pce.es/media/uploads/2021/03/30/)

La “esquizofrenia ideológica” que nos invita a una lucha rupestre por el poder que no resulta aceptable. Vamos por una lucha rica en ideas y clarificación de los problemas, planteamientos de soluciones y debate por todos los medios, frente a la ciudadanía, de cara a ella, sin “neutralidades ideológicas” hipócritas y falsas. Que los “Milei mexicanos” den la cara y debatan sin cortapisas.