Morena ganará como mínimo cuatro de las seis gubernaturas en disputa este año, a saber: Oaxaca, Tamaulipas, Quintana Roo e Hidalgo. Pero no sería sorpresa si el partido de izquierda triunfara también en Aguascalientes, donde la elección se cerró y terminó en empate técnico entre las candidatas morenista y panista. Son los datos de las encuestas finales de MetricsMx publicadas en SDPNoticias.
Tales datos sirven para pronosticar que habrá al menos otro sexenio de Morena en el gobierno de México.
Ahora mismo es del partido de izquierda la presidencia de la república y llegará a las elecciones de 2024 con el control de más del 60% de los gobiernos estatales. Lo más probable, entonces, es que sea alguien de su círculo cercano el sucesor o la sucesora de Andrés Manuel López Obrador al frente del poder ejecutivo federal.
Me pareció juiciosa la siguiente expresión de Leonardo Curzio en su artículo sobre las elecciones presidenciales de 2024 publicado hoy lunes en El Universal: “Volver a lo anterior a 2018 sería suicida, quedarnos en la 4T, el marasmo”.
Sin duda la 4T ha generado turbulencia, mucha. El gobierno del presidente López Obrador ha sido, más que el inicio de una transformación paulatina de las estructuras políticas, económicas y sociales de México, una verdadera revolución, por fortuna pacífica.
Es verdad lo que ha dicho el señor Curzio: intentar volver al México anterior a AMLO llevaría a nuestra sociedad al caos. Pero tampoco podemos quedarnos en la 4T, esto es, en el proceso revolucionario que detonó el actual presidente. En algún momento las revoluciones deben concluir para dar paso a la estabilidad.
En México, la transformación acelerada ya se dio; lo que debería es seguir es un gobierno estable, pero no inmóvil, que en la nueva realidad genere condiciones de crecimiento económico, fundamental para empezar a superar los problemas del país.
Como Morena ganará, debemos preguntarnos quién, entre las personas que aspiran a la candidatura presidencial de 2024, podría cumplir con mayor eficacia la tarea de llevar a la 4T a un periodo de estabilidad con crecimiento sin renunciar a los valores del proyecto de izquierda y, sobre todo, sin ceder ante los grupos de poder fáctico que tratarán de recuperar privilegios perdidos en cuanto se vaya Andrés Manuel.
Honestamente pienso que Marcelo Ebrard no es la persona. Desde que empezó a destacar en la política en tiempos de Carlos Salinas, veo al actual canciller demasiado cerca de los grupos empresariales y mediáticos que mandaban en México y desean recuperar su poder, esto es, los que desean volver al pasado en el que recibían de parte del gobierno sustanciosos contratos de obra pública, se beneficiaban de la publicidad oficial en grandes cantidades, recibían créditos ilegales o simple y sencillamente no pagaban impuestos.
Mucho más lejos de tales grupos, y para nada en una relación de connivencia con los poderes fácticos, veo a Claudia Sheinbaum y a Adán Augusto López. Así de fácil.
No lo he hablado con él, ni creo que nadie lo haya hecho con la debida seriedad analítica, pero me atrevo a pensar que Andrés Manuel está de acuerdo con la percepción que tengo de quienes buscan la candidatura de Morena.
Ahora bien, una cosa es que AMLO prefiera que Morena entregue la candidatura presidencial la jefa de gobierno de la CDMX o al secretario de Gobernación, y otra muy distinta que encuentre condiciones políticas para cumplir su deseo.
Claudia y Adán solo obtendrán la candidatura de Morena si demuestran que en las encuestas poseen más popularidad que Marcelo, quien es un tipo listo y juega a generar condiciones para obligar a AMLO y al partido de izquierda a favorecerlo.
En la lógica de la popularidad, Claudia ha hecho mejor la tarea que Adán, quizá porque ella empezó antes. Pero hay tiempo de sobra para que el rezagado se empareje.
Como quiera que sea, ni la jefa de gobierno, que sigue de líder en las encuestas, ni el secretario de Gobernación, necesitado de crecer en los estudios de opinión, la tendrán sencilla en la competencia con el experimentado canciller quien, por lo demás —su principal desventaja representa, al mismo tiempo, su mayor fuerza— cuenta con aliados económicamente poderosos con capacidad para promoverlo en todos los rincones de la nación.