En un universo como en la política, de un momento a otro, todo puede cambiar y suceder. Hay escenarios inexorables que, en esa lógica, tendrán un flujo cambiante de acontecimientos que se mueven con esa conjugación de elementos de trabajo o, en el peor de los casos, de constantes tropiezos para impedir el despegue o los propósitos que se plantean en una estructura. Morena, por ejemplo, se concentró en aterrizar un proyecto de nación. Eso realmente sucedió, no como el resto de los demás partidos que tuvieron su paso y, como solía suceder, solamente se enriquecieron a costas del presupuesto. Lo hizo el PAN y el PRI, que controlaron por años el poder institucional. Con mucha frecuencia, en efecto, salieron a la luz pública escándalos de corrupción y rostros impresentables que, por poco, vendían la propia soberanía.

El Plan México, que fue quien enterró al PRD, fue una estructura que, con esos confines, contempló la privatización. Recuerdo al propio Ricardo Anaya. Él, desde el marco de la firma, operó para que ese paquete de reformas constitucionales fueran una realidad. Eso, desde luego, se debe a los intereses que hubo de por medio. Por eso se articuló o, mejor dicho, se confirmó que la sociedad del PRIAN siempre fue una realidad. Recurrir a la alianza, ha quedado claro, no fue una buena opción porque la ciudadanía, ante el despertar de las conciencias, se atrevió a decir basta. Eso, en principio, fue uno de los componentes sustanciales para que Morena, de la lucha por la democracia, llegará a lo más alto. Tuvieron que pasar alrededor de 100 años para que la alternancia, de un proyecto auténtico de nación, por fin se ocupara de la política de estado.

La explicación más simple es esa: hay una diferencia entre un proyecto y otro. Es, en efecto, un margen abismal en el tramo que los separa. Solo un verdadero milagro puede revivir a la oposición que, a nuestro juicio, ha tocado fondo. Pasarán muchas décadas para ver un cambio. De ser así, es porque Morena no llegase a cumplir lo que promete a futuro. No lo creo. Hay un fuerte compromiso que une al movimiento con el pueblo, además de la identidad y los principios. Eso, por un lado, es lo que mantiene con mucha vitalidad a la 4T. De hecho, no le afecta en lo más mínimo la guerra sucia que está propagando la derecha a través de un financiamiento elevado en las redes sociales. Hace poco, por ejemplo, fabricaron mentiras acerca de un reloj que portaba un funcionario del gabinete de Claudia Sheinbaum. Le pusieron, de su cuenta, una cifra exorbitante. De entrada, no hicimos caso de ello más allá de que la noticia se aclaró. Fue un montaje de la derecha; una infamia que se debe al grado de desesperación.

Lo que pasó en las inmediaciones de la cámara baja, de igual manera, fue el pretexto perfecto para que la oposición siga dilapidando en generar una atmósfera con mentiras. Fue necesario aclarar un malentendido por la posición de una fotografía al lado de Omar García Harfuch, que se ha convertido en uno de los personajes de mayor confianza de la presidenta Claudia Sheinbaum por su eficiente trabajo en las estrategias de seguridad. El punto, aclarado y explicado, fue la mejor postal que retrató la unidad que reina. El mismo coordinador de la fracción parlamentaria de Morena, y presidente de la Junta de coordinación Política de San Lázaro, con ese oficio y madurez, salió a escena, junto a las dos diputadas, a mostrar la responsabilidad. No hay discrepancias ni agravios. Lo que existe, a favor de este proyecto, es un inmenso compromiso con la agenda social. Precisamente allí, en la que se resuelven asuntos y se priorizan necesidades, es donde realmente resaltamos que radica la importancia.

La derecha, que no ha podido sacudirse del costo tan elevado que le tocó pagar por traicionar a México, sigue siendo rehén de sus propios errores. Y un partido lleno de prejuicios y un cúmulo de acusaciones de corrupción, desde luego, carga una losa tan pesada que, por más estrategias que pongan en marcha, no les funcionará. No hay, a propósito de ello, un cambio sustancial que podamos ver como un verdadero contrapeso. Su relanzamiento, que fue una simulación, no es más que el telón de fondo de la decadencia que les garantiza, en un par de años más, derrotas y tropiezos en las elecciones intermedias del 2027. Eso, por la magnitud, nos permitirá cuantificar el impacto que será, lo dijimos, el triunfo inexorable de la coalición Seguimos Haciendo Historia en 16 de 17 gubernaturas que estarán en juego.

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No hay, por lo menos ahora, una alternativa para que la oposición salga del bache. Están profundamente sumidos en una crisis que, de no seguir valorando la magnitud, continuará en la mediocridad. Por eso y por muchas razones han tocado fondo. Todo eso, en buena medida, es gracias a que Morena ha cumplido al pie de la letra lo que prometió en campaña. Afinando ese criterio, por supuesto, nos damos cuenta de que hay una base de elementos. Uno de ellos, queda claro, la elevada aprobación de la presidenta constitucional, que ha cerrado su primer año de labores con el 80 por ciento. Hasta hace unos años, los de López Obrador siendo un fenómeno social, ni siquiera alcanzaron esa cifra. Lo que está haciendo la jefa de Estado, además de implementar récords, es algo histórico.

Que no nos extrañe que, dentro de poco, el destino del PAN tenga el mismo paradero del PRD. De hecho, el cambio no se gesta de la noche a la mañana, mucho menos a través de un relanzamiento en el que, con otras palabras, el dirigente nacional del panismo salió a decir que su repudio por la inclusión, de plano, es una concepción que comparten. Libertad, patria y familia, sin duda, se entiende perfectamente que, de nueva cuenta, la derecha se siente una comunidad superior, despreciando la orientación sexual de las personas que nos comparten su visión. A eso convocó el PAN, aunque Jorge Romero lo niegue.