Cada vez que el presidente Andrés Manuel López Obrador endereza los dardos contra alguna persona o institución no tardan en llegar los revires. También caen en cascada las reflexiones de la agenda oculta en esas rencillas. Lo cierto es que el Presidente abre muchos frentes, no es especialmente fluido al hablar, en su afán de “comunicarse con el pueblo” utiliza una retórica básica y repetitiva, lo cual puede cansar a muchos, pero ¿ya no se acuerdan cómo ciertas canciones, anuncios o expresiones de personajes públicos les llegaron a gustar? ¡Exacto! Por la repetición.

Si bien he expresado en diversas ocasiones que el mandatario se sobreexpone y en muchas ocasiones sus dichos arcaicos se toman a chunga o abona el terreno de la gran polarización política que existe en el país, sus enemigos políticos no pueden dejar de reconocer que establece efectivamente vínculos con “el pueblo”. No ese pueblo ideal o etéreo, sino el de los albañiles, comerciantes, secretarias, amas de casa, jóvenes desempleados, madres solteras, personas de la tercera edad que sin el apoyo que reciben mensualmente vivirían miserablemente, estudiantes, intelectuales y algunos políticos que sí creen en él, tanto como los políticos oportunistas que aprobaron —aunque fuera de panzazo— el “escaneo” supuestamente izquierdista que aplicaron muchos funcionarios de la 4T, donde se colaron muchos priistas.

Con ellos sí se conecta y le alcanza para poner a sus muchos enemigos a temblar con la iniciativa de la revocación de mandato, porque no quieren, de ninguna manera, que el resultado sea favorable a López Obrador.

¿Cuál es el secreto de esta aparente contradicción, si lo que dice enoja a muchos? Apuesto que es porque la gente común, la despojada de todo poder en un país que antes parecía tener más jefes que apaches, donde todo mundo conocía al amigo del primo del conocido de un “chipocludo” y se podía salir con la suya, ahora tiene un vocero que no le teme a esos que antes decían “que sólo sus chicharrones tronaban”.

Un personaje complejo, sin duda, que toca a los intocables y que padece, como todo, el desgaste que supone el ejercicio del poder. Veamos algunos ejemplos:

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Cuestionó e inició acciones en contra de investigadores financiados por Conacyt. Desde mi punto de vista debió haber empezado por los que manejaron la dependencia en el pasado. Los criterios para otorgar los apoyos aparentemente están en un reglamento que tiene muchos asegunes. Les ponen palomita a los investigadores que publican en editoriales prestigiadas sin decir qué requisitos deben tener tales editoriales o cuáles son. Y aparentemente ciegos y sordos al hecho irrefutable de la crisis editorial que lleva a editar cada vez menos libros, revistas o compilaciones. Pero en el mundo académico toooodo el mundo sabe que hay “excepciones”, que siempre “hay una forma”, aunque esas excepciones sólo sean para unos cuantos. ¿Por qué no revisan las listas de SNI y las confrontan con quienes cumplían cargos de alto rango que requería tiempo completo? Sólo revisar las contradicciones, incluso actuales de Conacyt, llevaría más espacio del que dispongo, pero la conclusión es una: la comunidad científica no es recta en su totalidad, no es impoluta. Eso tampoco quiere decir que todos estén involucrados en actividades ilícitas o ilegítimas. Falta matizar. Pero los que tienen un molino político vacío lo llenan de agua turbia afirmando que AMLO está en contra de la ciencia. ¡Sí, de la ciencia! Ya no de algunos investigadores sino de la venerada ciencia en su conjunto.

Otro: habló del conservadurismo en la UNAM. Todo aquel que haya estudiado en la UNAM, como yo, sabe que hay áreas de estudio que no son precisamente subversivas o transformadoras, como Derecho, Contaduría, Arquitectura, Medicina. Trabajé varios años en la Facultad de Medicina, en el área de Ciencias Sociales y Salud. En ese ámbito que analiza el fenómeno salud-enfermedad como un hecho social, determinado por variables sociales como la instrucción, la pobreza, los problemas de la medicina institucional, etc. ¿Los alumnos? Ellos no querían complicarse, deseaban pasar esas materias “fáciles” sin necesidad de problematizarse.

También me tocó vivir en mi preparatoria a los “porros” que una vez destruyeron un periódico mural hecho en mi grupo sobre el golpe de Estado en Argentina. Era muy “rojillo”. No era más que un inocente periódico con recortes de periódico que ponía de relieve la fragilidad de las democracias latinoamericanas. Y esos porros, todos los sabíamos, se la vivían en la oficina del director. Podían usar su oficina, sus teléfonos, los servicios del secretario particular. Vivían felices arropados por el poder institucional.

Sin duda, y por eso amo a mi UNAM querida, no todos son iguales. Queda mucho de la rebeldía estudiantil que llevó a cerrar escuelas para que en 2017 no quedara impune el asesinato de Lesvy Berlín. La grey estudiantil sigue siendo esperanzadora en nuestro país, igual que muchos maestros, pues la UNAM tiene a muchos de sus mejores ejemplares. Y no forman parte de ellos los que insultan a las mujeres con comentarios machistas o critican el derecho a decidir. ¿Quién se atrevería a decir que la UNAM está libre de acosadores, machistas y hasta plagiarios como el “Dr” Boris Berenzon de la Facultad de Filosofía?

¿Quién podría afirmar que no hay contradicciones en el manejo de la pandemia? Nadie, pero muy pocos hacen, sin embargo, el ejercicio de comparar a México con lo que ha ocurrido en otros países, porque la conclusión sería que no es tan catastrófica como la quieren presentar.

Ahora, políticos, intelectuales, periodistas y todo aquel que se siente amenazado reacciona de diversas maneras. Tal parece que más que estar informados y elaborando argumentos válidos, la política se ha convertido en una carrera actoral. Montan performances en el Congreso. Muchos leones, pocos gladiadores y un gran público.

Las críticas van desde los que editorializan con gestos de desaprobación como en los noticiarios de Televisa, hasta las conversiones de ricos muy ricos como Ricardo Anaya y Gabriel Quadri en justicieros del pueblo, pasando por los que vociferan que vivimos en una dictadura. Una dictadura muy extraña que recibe insultos y denostaciones a diario, pero no reprime a nadie por ello, ni los manda matar o a cavar su tumba como hizo Díaz Ordaz con Rius, o quién sabe quiénes atentaron contra Manuel Buendía, Miroslava Breach, Regina Martínez, Lydia Cacho, Jesús Blancornelas, sólo para mencionar algunos casos sonados. ¿De verdad, los que a diario vociferan contra la 4T en Twitter y muchos otros medios pueden decir que viven en una dictadura?

Pues cada quien habla de la feria según le va en ella. Y hay un grupito que quiere que cambie el administrador de la feria porque le bajaron las ganancias.

Pilar Ramírez: @pramirezmorales