Había una vez un príncipe tan príncipe que podía hacer maniobras mágicas, exactamente como en los cuentos de hadas. Tenía amigos poco presentables que lo invitaba a participar en fiestas tan principescas que se parecían a pasajes del Decameron, cuyo subtítulo es justamente Príncipe Galeoto.

Cuando sus pasatiempos se dieron a conocer el reino se conmocionó, pero fue muy brevemente, porque para eso tenía una reina madre que protegía con su gran manto de poder al hijo travieso que gustaba de jugar con menores de edad. Y así fue como este príncipe más oscuro que azul echó mano de todos sus privilegios reales e hizo que Scotland Yard abandonara la investigación en su contra. ¿Y él?, por supuesto, encantado de haberse librado de esta terrenal acusación judicial gracias a su realeza que no olvidemos proviene de designios divinos.

Fue Virginia Giuffre quien presentó la acusación contra el príncipe Andrés de Inglaterra, duque de York, en 2015 y ahora ha quedado como le ocurre a muchas víctimas de abuso sexual cuando se enfrentan a un depredador poderoso: revictimizada al no obtener injusticia. Un doble abuso.

El hijo menor de la reina Isabel II era amigo del millonario Jeffrey Epstein, quien tenía fama de organizar fiestas en las que ofrecía a sus invitados placer sexual con menores de edad. Fueron varias las acusaciones contra Epstein, pero el poderoso pudo evadir durante mucho tiempo a la justicia gracias a sus contactos con personas muy poderosas, algunas de las cuales participaban de sus fiestas en la exclusiva isla Pequeña Saint James de las Islas Vírgenes. No obstante cumplió encierro carcelario durante un tiempo corto y fue registrado como delincuente sexual. Eso no le impidió continuar organizando orgías con menores de edad.

En julio de 2019, Epstein fue arrestado por el cargo de tráfico sexual de menores, debido a que trasladar niñas de un estado a otro con la intención de abusar o explotarlas sexualmente es considerado un delito federal.

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Parecía que finalmente las víctimas de Epstein conseguirían justicia. Esto ocurrió parcialmente porque sólo un mes después las autoridades policiales informaron que el depredador sexual se suicidó en su celda del Centro Correccional Metropolitano de Manhattan por ahorcamiento. Surgieron muchas sospechas alrededor de este suicidio que tenía la apariencia de silenciamiento, dado el alto rango de sus amistades, quienes podían verse involucradas en las acusaciones que enfrentaría Epstein.

En la mansión de Epstein en Manhattan fueron encontradas fotos de menores. Posteriormente también fue detenida su novia Ghislane Maxwell, quien aparentemente era la mediadora para atraer a las menores. La exitosa docuserie de Netflix “Jeffrey Epstein: asquerosamente rico” reveló muchas de las actividades delictivas del millonario y de Maxwell; no sólo eso, pudieron verse imágenes de algunos de sus invitados, precisamente en un video, aparentemente real, se identifica en una de sus fiestas al príncipe Andrés, quien no ha negado la amistad con Epstein, aunque en la última entrevista que concedió a la BBC intentó infructuosamente rechazar que tal relación fuese muy cercana. Se documentó además que el millonario tenía al menos once números telefónicos para contactar al duque de York.

Pese a todo, Scotland Yard anunció que abandona la investigación contra el príncipe e inmediatamente surgieron las protestas y muestras de repudio de la opinión pública (al menos). La conducta de este miembro de la realeza reavivó la tendencia de rechazo a la monarquía que sigue tan campante en un mundo donde lo políticamente correcto es la democracia y lo políticamente real es la sobrevivencia del autoritarismo en varias partes del mundo, como lo demostró la administración Trump.

De lo que no se salva el duque de York es de la investigación que sigue abierta en Estados Unidos. El FBI se ha quejado de la nula cooperación del príncipe de Inglaterra, quien ha reforzado su equipo legal para hacer frente a las acciones de las autoridades estadounidenses. Por ahora, está fuera de los reflectores porque es mala prensa para la realeza británica. Y aunque las autoridades de su país hayan optado por no investigarlo más, eso no lo hace menos culpable.

Esto sólo es una demostración más de cómo las mujeres pueden ser víctimas de abuso e injusticia si su abusador es adinerado. Y como podemos constatar, aunque el príncipe vista de seda, príncipe abusador se queda.

@pramirezmorales