Estimados lectores, para adentrarse en este texto, preparen su bebida preferida y pónganse cómodos, porque vamos a poner las bases para desentrañar un capítulo bastante nebuloso de la aviación en nuestro país. Podemos decir con orgullo que somos “pioneros” de la industria a nivel mundial. Aunque, también hay que reconocerlo, desde su creación hasta la actualidad el viaje ha sido como una montaña rusa, con subidas, bajadas, curvas pronunciadas y mucha velocidad. Hemos contemplado surgir compañías aéreas, unas que han sido muy exitosas y otras que han desaparecido.
Cuando recién se crearon las primeras aerolíneas, eran de una sola clase, iban sin sobrecargos a bordo y las sillas eran de madera. Todo muy rústico, pues el viajante sabía que era un nuevo tipo de transporte, cuya magia no era la comodidad, sino poder acortar los tiempos para recorrer distancias de una forma asombrosa.
Con el paso de los años, los sobrecargos se integraron a la industria. Al principio fueron enfermeras, pues su función a bordo era atender a la gente que se “mareaba” o se “ponía nerviosa”. Después integraron la comida al servicio de transportación aérea, pues se percataron que el ruido que provoca el masticar unas galletas o unos cacahuates, provocaba en el pasajero la sensación de no escuchar tanto el ruido de los motores de la aeronave, y con ello se conseguía el que la gente viajara más tranquila.
Posteriormente, ante la oferta de nuevas empresas, la competencia se centró en los “amenities” (el servicio de comida a bordo) que se le podía ofrecer a los viajeros. Ya será motivo de otra columna hablar de todos esos míticos servicios, todavía recordados por muchos pasajeros.
Pero fue con la llegada del nuevo milenio, justo cuando la aviación sufrió la gran transformación, derivada de la caída de las torres gemelas, que las aerolíneas de bajo costo empiezan a despegar y a competir seriamente con las líneas aéreas tradicionales. Llegó a ser tan fuerte el boom, que en 2004 tan sólo en Europa ya había más de 60 aerolíneas.
En el caso de nuestro país, la entrada de este tipo de servicio se dio bajo el gobierno de Vicente Fox. No es casualidad que sus hijastros aprovecharon y sacaron su aerolínea “Avolar” pero cuando se acabaron los subsidios gubernamentales, la dejaron morir.
Es justo en dicho sexenio que vieron la luz, además de Avolar, otras empresas como Viva Aerobus, Volaris, Interjet, Alma de México, Líneas Aéreas Azteca, Aladia, Nova Air, Vuelamex (fundada en 2002 y con cese de operaciones en 2002, iba a ser una aerolínea de bajo costo). Y es que no es mentira cuando decimos que Fox regaló concesiones aeronáuticas como si de dulces se tratase.
Y es que hay que decirlo, en nuestra legislación aeronáutica no hay nada con respecto al servicio denominado de “bajo costo” y en esta bella laguna legal es por dónde han navegado las mal llamadas “líneas de bajo costo”, aunque en los hechos, muchas no lo son.
Ya hemos expuesto en columnas anteriores por qué este tipo de aerolíneas cobran el equipaje de mano, pues han modificado sus equipos al grado de ser “aerolíneas sardina”, buscando la manera de transportar el mayor número de pasajeros posibles.
Hemos visto en los medios informativos que la Procuraduría Federal del Consumidor (Profeco) enfoca sus baterías en contra de Viva Aerobus, llegando a un pleito en el cual -tengo que ser muy sincera- ambos tienen la razón. Y es que la falta de una legislación efectiva en materia aeronáutica permite, no sólo a Viva, sino también a Volaris e incluso Aeroméxico, ofertar asientos de avión “más baratos” o con tarifas preferentes, si se da una condición: que el usuario no lleve ningún equipaje de mano.
El pleito viene cuando Profeco asegura que Viva Aerobus está “violando la ley”, pues la misma establece que, no importando la tarifa aérea, están incluidos 10 kilos de equipaje de mano. No obstante, Viva Aerobus contraatacó argumentando que cumple perfectamente la Ley de Aviación Civil (Capítulo X Bis de los derechos y las obligaciones de los pasajeros, Artículo 47 Bis, Apartado X) cuando oferta asientos sin derecho a equipaje, cuyo precio barato es el principal atractivo.
Y reitero, ambos están en lo correcto. Habrá clientes que busquen precisamente en el bajo costo, ahorrarse unos cuantos pesos, suprimiendo el tema del equipaje de mano. Sin embargo el problema surge cuando el usuario no termina por comprender bien a qué tiene derecho, y se deslumbra ante una tarifa barata, dejando de lado las letras chiquitas sobre si tiene derecho o no a equipaje. Y de ahí surgen todas y cada una de las quejas que atiende Profeco.
La realidad es que el modelo original del bajo costo… no lo es, sobre todo cuando se compran tarifas mega baratas, pero el usuario no se percata “a qué tiene derecho” y se lleva desagradables sorpresas una vez que llega al aeropuerto a documentarse y resulta, por ejemplo, que tiene que pagar por diferentes conceptos que no venían en la tarifa original. ¡Claro!, no podemos negar que muchas veces el sacrificar “ciertos servicios” resulta más barato y en estos tiempos, el bolsillo lo aprecia.
La aviación no es un transporte barato; los equipos son caros, la turbosina, el pago de uso de plataformas, sin contar con los pagos al personal necesario para operar una empresa de transporte aéreo. Pero para abaratar costos hay que recortar servicios a bordo y “ciertas comodidades”. Sin embargo, para todo hay mercado, hay mucha gente que incluso ha manifestado la posibilidad de ir parado (lo cual es imposible gracias a regulaciones internacionales y nacionales), con la intención de que su tarifa sea aún más barata.
Profeco multó a Viva Aerobús con 16 millones de pesos, que para la mayoría de los que está leyendo esto, es una cantidad enorme. Para la aerolínea no lo es tanto, y lejos de solucionar el problema, se vuelve un analgésico temporal. No se toca el tema de fondo, que no le corresponde solucionar a Profeco, sino al Honorable Congreso de la Unión, en conjunto con la Agencia Federal de Aviación Civil, dependiente de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes.
Nos urge que el concepto “bajo costo”, y todas las prácticas que su implementación conlleva queden perfectamente delimitadas en la ley. Mientras eso no suceda, las aerolíneas seguirán teniendo manga ancha, argumentando que se trata de ofertas, promociones, oportunidades de temporada, sin que existan reglas claras y permitan abusos. Mientras eso sucede yo les recomiendo, queridos lectores, que antes de comprar sus próximos boletos de avión, lean todas las letras chiquitas, para que no se vean “sorprendidos”, y recuerden: no siempre el precio más bajo es la compra más inteligente.