No estudié derecho, así que me resulta complicado hablar de asuntos relacionados con la aplicación de las leyes, particularmente si se trata de procesos que afectan a quienes han integrado la judicatura al más alto nivel, como es el caso del ministro en retiro Arturo Zaldívar Lelo de Larrea.
Me pregunto si en la investigación que ha iniciado la SCJN en contra de Zaldívar sería correcto partir del famoso principio de la presunción de inocencia. Antes de continuar, busquemos una definición. Reproduzco lo que dice acerca de tal principio el Diccionario panhispánico del español jurídico de la Real Academia Española:
- “Derecho de toda persona acusada de alguna infracción penal a no sufrir una condena salvo que la culpabilidad haya quedado establecida en una sentencia firme tras un juicio justo”.
- “Responde a la idea de que toda persona es inocente hasta que se demuestre lo contrario”.
- “Principio inspirador del orden penal que se aplica, con matices, al derecho administrativo sancionador en cuanto manifestación también del orden punitivo del Estado”.
Admito que no sé si correspondan al derecho penal o al administrativo las faltas que una denuncia anónima atribuye a Zaldívar y a algunos de sus colaboradores, particularmente al señor Carlos Alpízar.
Ignoro también cómo enjuiciarán el Consejo de la Judicatura Federal y la Suprema Corte de Justicia de la Nación a las personas acusadas de haber influido en las decisiones de jueces y juezas, que de esto trata la denuncia contra Zaldívar y su gente, ¿o no?
Si hubiere evidencia de una mala conducta, ¿el caso se llevaría a la Fiscalía General de la República, se dictaría en el propio poder judicial una sanción administrativa —por ejemplo, la tajante prohibición de participar en cargos públicos— o simple y sencillamente se multaría a quienes fuesen encontrados responsables de alguna infracción? No tengo la menor idea.
Otra pregunta relevante es la de cuándo llegará el poder judicial a una conclusión. ¿Antes de las elecciones de junio? ¿Al finalizar 2024? ¿En 2025? Si algo caracteriza a nuestros tribunales es la tardanza.
Tengo muchas dudas en este asunto y una sola certeza. Mis dudas ya las expresé y más surgirán si sigo meditando sobre el asunto. La certeza tiene que ver con la politización de la investigación contra Zaldívar.
Xóchitl Gálvez ya pidió que Arturo Zaldívar renuncie a la campaña presidencial de Morena. Lógicamente, Claudia Sheinbaum ha defendido al imputado —¿será correcto en términos del derecho utilizar en este caso la palabra imputado? No lo sé, los y las juristas sabrán—.
Pienso que el próximo lunes en su mañanera, e inclusive antes, el presidente López Obrador apoyará con todo a Zaldívar y se lanzará fuertemente contra la SCJN, especialmente contra la ministra presidenta Norma Lucía Piña Hernández. Ninguna novedad.
Hay gente convencida de que la corte suprema hizo pública en este momento la investigación contra Zaldívar para afectar la campaña de Sheinbaum. No lo sé; pero si tal fue el propósito no servirá de nada: los temas de la SCJN no importan demasiado a la mayoría de la gente, menos aún si la candidata X sigue metiendo la pata como con las ofensas a millones de personas adultas mayores.
Conozco analistas que sostienen otra hipótesis: el poder judicial ha decidido investigar a su ex presidente —y además anunciarlo ya muy cerca de las elecciones— porque Arturo Zaldívar se enemistó con prácticamente la totalidad de ministros y ministras: desde que dejó la corte ha sido agresivo con quienes fueron sus compañeros y compañeras, y ya se sabe, donde las dan las toman. Sabrá Dios, dice el bolero: uno no sabe nunca nada.
Dije que tenía una certeza. En realidad, tengo dos: la otra es que Zaldívar es muy mal visto en la abogacía mexicana. Pasó de ser uno de los juristas más admirados y respetados —por su talento y conocimientos, que posee de sobra— al desprecio casi generalizado.
Ayer hablaba con una joven y muy inteligente abogada identificada si no con la derecha, sí con la oposición a la 4T. Me llevo muy bien con ella. Debatimos un poco sobre las elecciones y le dije lo que tantas veces he escrito: “Ya no pierdan el tiempo con la fallida candidata X que todos los días se equivoca, ya que Claudia ganará por goleada”. Me respondió: “Contra mis deseos eso parece, don Fede. Solo espero que Sheinbaum no deje que influya en su gobierno gente impresentable que la rodea”. Por su ideología y formación en universidades privadas pensé que se refería a Gerardo Fernández Noroña, quien por sus modos bruscos no es bien visto en ciertos sectores sociales. “¿Habla usted de Noroña?”, le pregunté. Para mi sorpresa, dijo: “¡No! No me gustan sus formas pero creo que es honesto y culto. Hablo de Arturo Zaldívar, quien llegó a ser uno de mis héroes cuando estudiaba derecho y ahora no lo soporto”.
Obviamente a la abogada mencionada le hablé de los impresentables de Xóchitl y estuvo de acuerdo con la larga lista —Alito Moreno, Moreira, Marko, Claudio X., ahora Montiel y muchos más—. Con sentido práctico dijo: “Ni para qué desgastarnos con ellos, pues la oposición perderá”.
¿Por qué el rechazo casi generalizado a Zaldívar entre los y las profesionales del derecho? Creo que por haber dejado la judicatura para apostar en la ruleta de la política electoral. No es ilegal lo que hizo, pero en la abogacía prefieren que las personas juzgadoras se mantengan toda la vida lejos de las disputas partidistas.
¿La SCJN está interviniendo en el actual proceso electoral? Lógicamente sí. La invitaron a entrarle a la disputa con la propuesta de reforma del presidente AMLO que busca extinguirla de un solo golpe —algo así como lo realizado por el expresidente Ernesto Zedillo en el arranque de su sexenio—. Le llaman plan c a una reforma judicial que no convence a quienes conocen de derecho.
¿Habrá plan c y la corte suprema como la conocemos desaparecerá? Dependerá del resultado de las elecciones. La gente manda. Si la izquierda logra la mayoría que se necesita para cambiar la Constitución, así ocurrirá. Si no, la presidenta Sheinbaum al día siguiente de su victoria electoral deberá convocar a ministros y ministras a dialogar para llegar a acuerdos de sana coexistencia. Nunca fue más importante un día después —sí, como en aquella película sobre el holocausto nuclear—. Si Zaldívar libra la investigación en su contra y si no hay plan c, él no podrá ser el interlocutor del nuevo gobierno con el poder judicial. Esa relación está rota y no tiene remedio. Claudia tendrá que ofrecerle cualquier cargo que nada tenga que ver con la judicatura.
Claudia Sheinbaum ganará por goliza, es un hecho. ¿La izquierda también goleará en las elecciones para quienes integrarán el Senado y la Cámara de Diputados y Diputadas? Esto último es más dudoso ya que los arreglos entre los partidos que apoyan a Morena llevaron a postular a gente absolutamente desprestigiada en algunas entidades y distritos.
Tal vez anticipando que la elección no dará a la izquierda una mayoría legislativa, ayer el presidente AMLO dirigió un guiño cariñoso a quien seguramente será el principal operador de la oposición en el Senado, Manlio Fabio Beltrones. Porque en la minoría —formal o no— el mando de ninguna manera lo tendrá el inútil de Alito, sino Beltrones.
Morena necesitará recurrir a negociaciones para cambiar las leyes, y en eso Beltrones es experto. ¿El sonorense aceptará la reforma judicial tal como la propuso Andrés Manuel? Lo ignoro, pero en una de esas sí con ciertos ajustes. En cualquier caso, si no hay plan c nada sucederá tan rápidamente como desea AMLO. Ya se verá.
El hecho es que, desde el día después, a Claudia le corresponderá acordar con quien deba hacerlo para estructurar un gobierno como el que todos y todas deseamos, eficaz y respetuoso de los otros poderes.