Sin duda que Marcelo Ebrard vive una encrucijada que le quita el sueño. Su carrera política se encuentra en un laberinto, acaso y quizás sin salida posible. Y es que el multiaspirante presidencial no ha abandonado ni el actual gobierno y su cargo en el gabinete ni el partido del cual emanó (Morena) porque sabe bien, con una muy dura experiencia incluida en su pasado, que eso representaría su suicidio, ya no digamos presidencial, sino político.
Ebrard continúa en Morena y en la Cancillería dado su vivencia con la aventura llamada PCD (Partido de Centro Democrático), un instituto político que crearon el mismo Marcelo y su mentor político, el ya finado Manuel Camacho Solís, luego de los años aciagos de 1994 /1995, con miras a las elecciones del año 2000. (Y hay que decirlo: un proceso electoral transparente, dado que se sucedió antes del año del brutal retroceso democrático en México, el año 2006.)
En las elecciones federales del año 2000, en las que el flamante partido político que Camacho y Ebrard fundaron, obtuvo un ínfimo resultado en la votación general del 0.55%, logrando conservar su registro cómo ente político en el estado de Tlaxcala, mismo que perdió en la siguiente elección. A la postre, Andrés Manuel López Obrador los rescató del total olvido, operando para integrarse a la izquierda y a su movimiento.
Otra amarga experiencia, fuera del oficialismo, fue cuando, durante el gobierno de Peña Nieto, trató ser diputado federal, no siéndole eso posible, por las razones que hayan sido.
Es decir, que Marcelo sabe del prácticamente nulo ascendente y carisma que logra transmitir por sí solo al electorado, causando esto el que sepa (y no solo intuya o calcule) que optar por una opción distinta al hoy oficialismo sería una hecatombe en su trayectoria pública, por no decir que su virtual y lastimoso final.
Es por todo eso, que es muy posible que a Marcelo Ebrard lo veamos el próximo sexenio en alguna cartera en el gabinete presidencial, con la muy legítima esperanza de que los astros se le alineen un poco más rumbo al año 2030, dónde dentro aún del lopezobradorismo goce aún de vida y actividad política con un peso real y no uno meramente simbólico y testimonial, como sería el militar en algún otro partido político, por ejemplo MC (Movimiento Ciudadano).