El Stanford Institute for Human-Centered Artificial Intelligence nació en 2019 con el objetivo de promover “la investigación, la educación, la política y la práctica de la IA para mejorar la condición humana”. Dirigido por profesores y profesoras de múltiples departamentos de la Universidad de Stanford, sus investigaciones se focalizan “en el desarrollo de tecnologías de IA inspiradas en la inteligencia humana; estudiar, pronosticar y guiar el impacto humano y social de la IA; y diseñar y crear aplicaciones de IA que aumenten las capacidades humanas”.
Es, pues, un instituto humano, demasiado humano, ¿como el libro de Nietzsche con ese título? Tal cual.
Esa obra, Humano, demasiado humano, es un tratado sobre la vanidad, que el autor considera la “escala de medida para todos los días” porque “solo muy rara vez” nos engañaremos si atribuimos las “acciones sublimes a la vanidad, las medianías a la costumbre y las pequeñas al temor”.
El “solo muy rara vez” de Nietzsche significa que hay, como veremos, excepciones de acciones sublimes que no se realizan por vanidad, sino nada más por la sencilla obligación de cumplir con el deber.
Andrés Manuel López Obrador es un genio de la política porque su principal motivación ha sido la vanidad; de ahí que su verdadero objetivo nunca fue la conquista del poder presidencial, sino pasar a la historia.
La vanidad, afirma Nietzsche, “es la piel del alma: Así como los huesos, los músculos, las entrañas y los vasos sanguíneos están cubiertos con una piel que hace soportable el aspecto humano, del mismo modo las emociones y las pasiones del alma están envueltas en la vanidad”.
¿Por qué Andrés Manuel soportó —y aun alentó— la crítica mucho más que los presidentes anteriores a él? Porque, apunta Nietzsche, a las personas, sobre todo a las personas geniales, les puede uno decir toda clase de cosas atroces, “pero enalteciendo su vanidad”. De todo se acusó a López Obrador en su sexenio... siempre reconociéndole que había logrado lo que muy pocos: cambiar radicalmente, para bien o para mal, el sistema político.
La vanidad también domina la vida académica. El 21 de noviembre de 2024, el Stanford Institute for Human-Centered Artificial Intelligence informó en un reporte de investigación —basado en 42 indicadores para encontrar qué países lideran en IA— que Estados Unidos tenía “una ventaja significativa sobre otras naciones”, especialmente sobre el país que más se le acerca en tal materia, China.
La vanidad nacionalista llevó a la Universidad de Stanford a asegurar no solo que EEUU “tiene el ecosistema de IA más robusto del mundo”, sino que China, que llegó a competir fuertemente con Estados Unidos, ha perdido terreno en varios indicadores clave, como inversiones privadas y modelos de aprendizaje automático.
Pero el informe de Stanford se contradice —la vanidad chovinista no le permite advertirlo— cuando admite que China ha “producido más patentes relacionadas con la IA que Estados Unidos”.
Hace un par de días se publicó un estudio cuya conclusión es que China produce más investigación en IA que en conjunto Estados Unidos, Reino Unido y todos los países de la Unión Europea. El análisis, de la empresa Digital Science, se titula“DeepSeek and the New Geopolitics of AI: China’s ascent to research preeminence in AI”; en español, “La nueva geopolítica de la inteligencia artificial: el ascenso de China a la preeminencia en la investigación de IA”.
Leí sus resultados en Times Higher Education: “China tiene el mayor grupo de talentos de IA, con 30 mil investigadores activos y una gran población estudiantil y postdoctoral”, ademas de que, en las solicitudes de patentes, el país asiático superó en 10 veces a Estados Unidos, “lo que refleja su capacidad para traducir la investigación en innovación”.
Por cierto, según The New York Times, con BYD —el coche llamado Construye Tus Sueños— China ya ha rebasado a Estados Unidos en autos eléctricos. Michael Dunne, exejecutivo de General Motors que trabajó en el sector automovilístico chino durante más de dos décadas, publicó en ese diario que BYD “el año pasado superó a Tesla, convirtiéndose en la marca de autos eléctricos más vendida del mundo”. En México cada día se venden más tales coches: por buenos y por su menor costo.
Por su vanidad Donald Trump es presidente de la, todavía, nación más poderosa del mundo. Ha pretendido, con agresividad comercial y aun bélica, que Estados Unidos domine de nuevo en todos los sectores. En el tecnológico no lo está logrando.
¿Y México? Competimos con naciones como Argentina, Brasil y Chile, muy lejos de los países líderes. Para acelerar el paso la sociedad mexicana debe superar grandísimos problemas que crecieron durante los gobiernos del PRI y del PAN.
Uno de los mayores problemas es el de la inseguridad, agravada desde que Felipe Calderón declaró su fallida guerra contra el narco.
AMLO, en el primer gobierno de izquierda, no tuvo el éxito prometido en la lucha contra el crimen organizado, aunque debe reconocerse que, con la Guardia Nacional, puso las bases para la construcción de una eficaz estructura de seguridad pública. Sobre tal cimentación la presidenta Claudia Sheinbaum ha logrado resultados notables, apoyada en un policía responsable y trabajador, Omar García Harfuch.
En un sistema político, el de Morena, muy dominado por el recuerdo, el ejemplo y el pensamiento del fundador, Claudia Sheinbaum, por haber renunciado a la vanidad —todo el mérito invariablemente lo atribuye a AMLO—, ha hecho el milagro: conseguir triunfos, reconocidos dentro y fuera de México, en el asunto más difícil, la seguridad.
Por la renuncia a la propia vanidad Claudia no ha tenido problemas en entregar el mando de las operaciones a quien quizá sea el integrante del gabinete presidencial menos comprometido con las ideas tradicionales de la izquierda mexicana.
No es que Omar García Harfuch sea un neoliberal disfrazado de izquierdista, como Marcelo Ebrard. El señor Harfuch es mucho más —quizá mucho menos— que eso: alguien sin formación ideológica. Él es simple y sencillamente un profesional de la investigación policiaca cuya vanidad, del tamaño que sea, se satisface con cada arresto de un capo, con cada decomiso de fentanilo, con cada golpe al huachicol.
No hay trascendencia, solo eficacia, en quedar bien con la propia conciencia por hacer adecuadamente el trabajo. El obtener la mayor satisfacción personal únicamente por cumplir con las obligaciones, sin pensar en las glorias que el futuro cantará a sus personajes heroicos, es sin duda la razón por la que funciona casi como reloj suizo el tándem Sheinbaum-Harfuch.
Posdata: A veces la historia llega sin buscarla. Luis Donaldo Colosio solo quería realizar una campaña electoral perfectamente normal, tranquila, sin sobresaltos en la lógica de su tiempo y de su partido, cuando las balas de la traición lo alcanzaron y lo llevaron a ser calle, monumento, documental, libro, leyenda.