Pareciera que en el Poder Judicial no hay peor pecado que hablar de corrupción. Hace unos días hice una serie de pronunciamientos públicos refiriéndome a la corrupción grave y arraigada en este poder, lo que ha desatado una campaña de desprestigio en mi contra.
De manera por demás cobarde y misógina, y haciendo uso de recursos públicos, tales como las instalaciones del Poder Judicial de la Federación y su canal de televisión, Juan José Olvera López, magistrado del Primer Tribunal Colegiado en Materia Penal del Primer Circuito, dedicó quince minutos de la conferencia de prensa –a la que pretenciosamente denomina “mañanera de los jueces”– a hacer una serie de señalamientos sin fundamento en mi contra, mismos que desmonté a través de un video publicado en mi cuenta de X.
Después siguió el comunicado de un colectivo que agrupa a las personas juzgadoras que promovieron medios de defensa contra la reforma, insistiendo en atacarme con falsedades, afirmando por ejemplo que cobré como magistrada siendo secretaria, cuando lo cierto es que fui comisionada por el Consejo de la Judicatura Federal para ocupar el cargo de Coordinadora General de Asesores de la Presidencia.
Y ahora, en primera plana del diario Reforma, una magistrada me acusa de utilizar mis redes sociales y salir a medios a hablar de corrupción en lo que señala como una campaña encubierta. Esto no es así. La razón por la que la ley no regula los actos anticipados de campaña para la elección judicial no es porque exista un vacío, sino porque las personas aspirantes no somos más que ciudadanos y ciudadanas en pleno goce de nuestras libertades. Nuestra eventual llegada a la boleta es completamente aleatoria, depende en última instancia de una insaculación. Difundir nuestra trayectoria, dar nuestras opiniones, hablar de nuestra participación en el proceso es simple y sencilla libertad de expresión. No es nada diferente a lo que hacen todas las personas todos los días en esta era digital.
En fin, es claro que desde altas esferas de la judicatura se ha emprendido, aquí sí, una campaña negra que pretende acallar una voz interna crítica, en momentos en que, más que nunca, se requiere un esfuerzo colectivo de reconstrucción, de cara al futuro. No es momento de silenciar lo que más urge decir.
Estos ataques no me quitan el sueño. A lo largo de mi trayectoria he tenido la fortuna de que mi trabajo sea conocido por prácticamente todos los ministros y ministras que han integrado la Corte desde 1995. Fui colaboradora del ministro Gudiño, del ministro Góngora y del ministro Zaldívar. Tuve mayor o menor cercanía con casi todos los demás. Recibí siempre muestras de aprecio de don Juan Díaz Romero y de Sergio Salvador Aguirre Anguiano, que en paz descansen. Tengo respeto y estima hacia don Juan Silva Meza y don Guillermo Ortiz Mayagoitia, Margarita Luna Ramos, Olga Sánchez Cordero y Alberto Pérez Dayán. He coincidido en eventos académicos y feministas con las ministras Yasmín Esquivel y Margarita Rios-Farjat; y en los pasillos, de la Corte y de la vida, con todos los demás. Más allá de las diferencias y hasta rivalidades entre equipos; más allá de las distintas visiones y desacuerdos, me atrevo a decir que nadie cuestionaría mi integridad y mis méritos en la carrera judicial.
La reforma judicial es una realidad, por lo que el debate debe centrarse en cómo aprovecharla para mejorar. Si mi perfil es considerado idóneo y la suerte me favorece seré una candidata que ofrezca ese cambio y si no es así, seguiré trabajando por el objetivo que me he planteado. Siempre haciendo escuchar mi voz.