La expresión pareja no solo se aplica en las relaciones sentimentales: también se utiliza en la política, la ciencia, el deporte, etcétera. Pero inclusive en el contexto sentimental tal palabra no se refiere solamente a la unión entre un hombre y una mujer. Porque, como es bien sabido, hay tres sexos, femenino, masculino e intersexual. Y hay todavía más identidades de género, alrededor de seis.
Lo que sea, en más de un sentido la relación perfecta entre las personas sigue siendo la de pareja, en cualquiera de sus significados y, por supuesto, en cualquiera de sus combinaciones.
Donald Trump, hay que subrayarlo, busca aprobar una ley que diga que solo existen dos géneros, masculino y femenino. Ese sería un retroceso histórico brutal, que por desgracia aplaudiría la gente de derecha en México.
Retroceso, en efecto. Los seres intersexuales se conocen desde siempre, pero en la antigüedad no se les comprendía: se les llamaba hermafroditas. En la mitología griega, por ejemplo, la divinidad hermafrodita, al mismo tiempo masculina y femenina, era hija de Hermes y Afrodita.
En los primeros años del siglo pasado empezamos a reemplazar el concepto de hermafroditismo por el de intersexualidad, este último un término acuñado en 1917 por cierto genetista alemán.
Un matemático francés, Benjamin Olinde Rodrigues, fue el principal referente del movimiento sansimoniano. Olinde Rodrigues, socialista utópico, decía que “el individuo social no es solo el hombre ni solo la mujer: el individuo social completo es el hombre y la mujer”. La pareja, pues.
Claro está, la anterior es una expresión de la primera mitad del siglo XIX cuando no se hablaba de parejas intersexuales. Como se dijo antes en este artículo, hay parejas de todo tipo y no solo son sentimentales. Destaco que igualmente las hay en la política, cuando dos personas se asocian por razones ideológicas para buscar objetivos comunes.
La presidenta de México, Claudia Sheinbaum, goza de un gran reconocimiento, entre otros motivos porque ella, mujer progresista, ha demostrado ya varias veces que no se dejará dominar —ni política ni ideológicamente— por el ultraconservador Donald Trump.
A Claudia se le incluyó en la lista de las 25 personas más influyentes del mundo del diario británico Financial Times. Estuvo asimismo entre las diez personas finalistas de la revista Time para lograr el título de Persona del Año 2024. Y Forbes la ha ubicado como la cuarta mujer más poderosa del mundo.
Aquí, en nuestro país, la presidenta Sheinbaum no tiene rival en la competencia para seleccionar a la Persona Mexicana de 2024.
Pero, ni hablar, sería injusto darle a Claudia ese título —como se lo daremos todos y todas en México— sin mencionar al hombre con el que levantó, durante muchos años de duro trabajo, la estructura, hoy indestructible, de la llamada cuarta transformación. Hablo de Andrés Manuel López Obrador.
El sansimonismo actualizado diría que, en México, “el individuo verdaderamente transformador no es solo Claudia ni es solo Andrés Manuel: el individuo verdaderamente transformador completo es el tándem político e ideológico Claudia y Andrés Manuel”.
En este diciembre de 2024, cuando se dan los reconocimientos a las personas más destacadas del año que termina, no sería justo olvidar al tabasqueño.
Claudia brilla y tiene un gran apoyo popular, lo dicen las estadísticas del tracking ClaudiaMetrics. Pero, por elemental responsabilidad ética, tenemos que mencionar a AMLO, el líder ya en el retiro al que tanto le debemos tantas personas en México.
No por sentimentalismo estamos obligados a hacer referencia a López Obrador en un texto en el que se afirma que Sheinbaum es la Persona del 2024 en México. Se trata simple y sencillamente de un dato objetivo. Este año fue el de una pareja, la integrada por el presidente que hace dos meses salió de Palacio Nacional y la presidenta que ahora despacha en tal inmueble.
El próximo año, 2025, será solo de Claudia en el poder, ya que Andrés Manuel se convertirá necesariamente en solo un recuerdo inspirador. Pero durante la mayor parte de 2024 el fundador de Morena estuvo activo, más activo que nunca en su vida, y se notó.
Qué pareja irrepetible, única, histórica. Un privilegio haber conocido a ella y a él.