Es bueno que al presidente López Obrador y a la Jefa de Gobierno de la Ciudad de México les preocupe el desorden público y el vandalismo en ocasión del #8M. Es caso de un día y debe reconocerse que la abrumadora mayoría de las mujeres marchan de manera pacífica, vociferantes, indignadas por el diario acontecer. Otras, una minoría opta por visibilizar su lucha de manera más explícita con pintas, combativas y de confrontación con las fuerzas del orden. No se trata de buenas y malas, simplemente son maneras de expresar lo mismo. La tesis de las infiltradas y el pronóstico de la violencia fue utilizada por las autoridades para inhibir la participación y desprestigiar la legitimidad de la lucha. Sorprendente que policías se hayan sumado a la manifestación.

Un día de movilización, interrumpido por dos años de cruel pandemia que dan cuenta de que la violencia prosiguió y se acentuó en el espacio familiar. El presidente, al pretender tener el monopolio de la indignación, se vuelve poco empático y hasta hostil hacia los movimientos sociales, como el de las mujeres que reclaman un alto a la violencia. Para López Obrador no puede haber más víctima que él y los que dice representar.

Señala el presidente que en las personas con mayor educación su respaldo disminuye. No es cierto del todo. Lo están rechazando las clases urbanas y no se requiere de utilizar despectivamente el sujeto clases medias o el adjetivo aspiracionista para hacer el caso contra quien disiente de él. Las mujeres están en contra de la complacencia de las autoridades y de muchos otros ante la violencia, la discriminación por género y la evidente desigualdad de oportunidades.

La misoginia de ahora se viste de diversas formas, incluso de falsa solidaridad y apoyo a la causa feminista. El oportunismo nunca falta. Lo relevante es la denuncia, la visibilidad de la opresión en todas sus formas, violentas, crueles y dolorosas, también la que ocurre en la ficticia normalidad, en la aparente armonía o en las iniciativas convencionales de inclusión.

¿De qué sirve un gabinete paritario o una representación parlamentaria de iguales si las decisiones continúan siendo autoritarias, verticales y a la medida del sistema patriarcal que se ve ratificado en forma y fondo? ¿Fue acaso relevante para la lucha feminista que por primera vez una mujer, supuestamente comprometida con la causa, llegara a la importante responsabilidad de ser titular de la Secretaría de Gobernación? Más aún, ¿qué cambio sustantivo se advierte porque la hija de una digna luchadora social, dirigiera la Comisión Nacional de Derechos Humanos? La respuesta está en los resultados.

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De intenciones el país debiera estar cansado; sí lo están las mujeres. El presidente, tan afecto a los estudios de popularidad, sabe que su respaldo disminuye de manera relevante en las mujeres. No fue así al inicio del gobierno, pero el desencanto es mayor porque la mujer demanda respuestas y resultados, no retórica que hace santuario del espacio de las intenciones. Al ser radical, la lucha feminista trasciende la insatisfacción con un gobierno, un partido o un régimen político.

El rechazo es a un sistema que jerarquiza en detrimento de la mujer, que excluye a la mujer, que reprime y disminuye a la mujer. La violencia, la violación y el feminicidio son tres de sus expresiones más crueles y extremas de lo que en otros espacios se da en aparente normalidad como es la familia, la escuela o el trabajo pero que al suscribir la desigualdad y la opresión, incuban la violencia y sus desgarradoras expresiones.

Hay una palabra que por ahora condensa la causa feminista: visibilizar. Se trata de visibilizar la opresión; visibilizar la violencia; visibilizar la indolencia de las autoridades; visibilizar el feminicidio; visibilizar la agresión a la mujer en su hogar, en su trabajo, en la calle; visibilizar el sentido patriarcal de los valores y de la cultura dominante; visibilizar, visibilizar. El lenguaje de las autoridades se refiere al desorden, el vandalismo, la infiltración, la provocación. Cada cual con sus preocupaciones. Dos mundos distantes e inevitablemente confrontados.

Federico Berrueto en Twitter: @Berrueto