Una nación moderna y económicamente exitosa en el siglo XXI debe ser progresista, innovadora y adaptable al cambio. Se requieren liderazgos que estén a la altura del complejo entorno en que vivimos. Algunas de las características que normalmente se asocian con la modernidad y el éxito son:
- Infraestructura: una nación moderna y económicamente exitosa generalmente tiene una infraestructura sólida, que incluye carreteras, puertos, puentes, aeropuertos y otras redes de transporte, así como sistemas de comunicación, conectividad y energía confiables y eficientes.
- Talento: Una fuerza laboral calificada es esencial para una nación que quiere avanzar. Esto requiere un sistema educativo que proporcione a las personas las habilidades y los conocimientos que necesitan para tener éxito en la economía moderna.
- Innovación y tecnología: las naciones exitosas suelen estar a la vanguardia de la innovación y la tecnología, desarrollando nuevos productos y servicios que pueden impulsar el crecimiento económico y mejorar la vida de sus ciudadanos.
- Apertura al comercio y la inversión: las naciones modernas tienen economías abiertas que dan la bienvenida al comercio y la inversión de otros países. Esto puede ayudar a estimular el crecimiento económico y crear nuevos puestos de trabajo mejor pagados.
- Entorno político y económico estable: Un entorno político y económico estable es fundamental para atraer inversiones y promover el crecimiento. Esto incluye estado de derecho, un gobierno estable, un sistema legal predecible y políticas económicas bien pensadas.
- Sostenibilidad ambiental: en el siglo XXI, una nación moderna y económicamente exitosa también debe ser ambientalmente sostenible. Esto requiere políticas que promuevan la energía limpia, reduzcan las emisiones de gases de efecto invernadero y protejan los recursos naturales.
- Diversidad social y cultural: las naciones exitosas confían en la diversidad social y cultural, lo que puede promover la creatividad, la innovación y el crecimiento económico. Esto incluye la tolerancia hacia las diferentes culturas, religiones y estilos de vida.
Recuerdo que cuando iniciaba la pandemia, y la incertidumbre reinaba en nuestros países, leí una columna de Thomas L. Friedman, en The New York Times (21 de abril de 2020), en donde argumentaba que necesitábamos un gran liderazgo en ese momento. Y añadía que esos tiempos ponían a prueba a todos los líderes, desde las escuelas hasta la Casa Blanca, desde los ayuntamientos hasta las oficinas corporativas.
Pasó la pandemia y llegó la polarización y el desacuerdo. Hoy las naciones, de nuevo, están poniendo a prueba a sus líderes. Cuando los países viven épocas de crisis, cuando los ciudadanos están preocupados por la división, el encono, los rencores y los agravios, los liderazgos importan cada vez más.
Friedman se preguntaba ¿cómo vamos a manejar lo inevitable? ¿Cómo vamos a evitar lo que es inmanejable? ¿Cuánto confiamos en el gobierno? ¿Cuánto confiamos en las empresas? ¿Sabrán nuestros líderes lo que están haciendo? ¿Sabrán superar sus debilidades? ¿Estarán a la altura de los desafíos que debemos encarar?
Yo me pregunto hoy si lograremos sobreponernos a las divisiones para iniciar una nueva época de colaboración que permita a México convertirse en una nación moderna y exitosa. El año preelectoral en el que vivimos no dejará nada oculto. Todos los días descubrimos fortalezas y debilidades de nuestros líderes. Leer los periódicos y escuchar las noticias es una constante prueba de estrés. La realidad siempre pone a cada personaje en su lugar.
En su columna, Friedman transcribe una conversación que tuvo con Dov Seidman, quien es el fundador y presidente de la empresa de ética y cumplimiento LRN y de The HOW Institute for Society, que promueve el liderazgo basado en valores.
Seidman se unió al Programa Hauser de Líderes en la Escuela Kennedy de Harvard en el otoño de 2022. Rescato cinco de sus comentarios que pueden estimular la reflexión ciudadana cuando se vive en un país marcado por la polarización:
- “El liderazgo en todos los niveles y las diferentes esferas nunca había importado tanto: maestros, directores, presidentes, superintendentes escolares, directores de hospitales, directores ejecutivos de empresas, alcaldes, gobernadores, medios de comunicación y padres de familia. En todos los lugares en los que concurren estos líderes, se enfrentan a cuestiones morales y retos desconcertantes”.
- “Lo que comenzó como una crisis de salud explotó en una crisis humanitaria y luego rápidamente se convirtió en una crisis económica y de desempleo sin precedentes. Y ahora también es una crisis moral, que obliga a los líderes a equilibrar el esfuerzo para salvar vidas y salvar los medios de subsistencia. Estas crisis están estallando juntas en la era de las redes sociales, por lo que el miedo, el pánico y la desinformación se propagan instantánea y ampliamente, y los líderes pueden ser desafiados, examinados, criticados y expuestos desde un millón de direcciones diferentes”.
- “Los grandes líderes siempre hablan con la verdad; y toman decisiones difíciles guiadas por valores y principios, no sólo por la política, la popularidad o las ganancias a corto plazo. Los grandes líderes entienden que cuando tantas personas vulnerables y asustadas están dispuestas, tan rápidamente, a poner su sustento, e incluso sus vidas, en las manos de sus líderes, y hacer los sacrificios que se les pide, esperan la verdad y nada más que la verdad a cambio”.
- “El verdadero antídoto contra el miedo es la esperanza, no el optimismo. La esperanza proviene de ver a su líder actuar de una manera que saca lo mejor de las personas al inspirar la colaboración, el propósito común y las posibilidades futuras. Se necesita esperanza para superar un gran miedo y enfrentar grandes desafíos. La gente, por supuesto, aprecia las buenas noticias y el optimismo de sus líderes, pero sólo si se basa en la realidad, los hechos y los datos”.
- “Además de la verdad y la esperanza, lo que la gente realmente quiere en un líder, incluso uno carismático, es humildad. Me siento más seguro frente a la incertidumbre cuando un líder me dice: no lo sé, pero aquí están los expertos sabios a los que voy a acudir, y así es como vamos a buscar las respuestas juntos”.
En los últimos años, la polarización y la división políticas se han vuelto cada vez más frecuentes en muchos países del mundo. A menudo se ven alimentadas por la rápida difusión de información y la facilidad con la que las personas pueden comunicar sus opiniones en línea. Sin embargo, hacer una pausa en este momento puede ser una forma brillante de repensar y reimaginar las cosas.
Hacer una pausa significa alejarse del flujo constante de información y la presión de responder de inmediato a cada noticia o publicación en las redes sociales. Significa tomarse el tiempo para reflexionar sobre valores y creencias, y escuchar las perspectivas de los demás sin reaccionar o descartarlas de inmediato.
Una pausa puede ayudar a reducir las reacciones emocionales y las respuestas instintivas. Cuando las personas son bombardeadas constantemente con información y opiniones que contradicen las suyas, puede ser fácil ponerse a la defensiva y reaccionar emocionalmente. Hacer una pausa puede brindarles el tiempo y el espacio para abordar las conversaciones y los debates de una manera más reflexiva y racional, para encontrar puntos en común y trabajar hacia soluciones que beneficien a todos.
¿Cómo vamos a construir confianza? Es tentador pensar que podemos hacerlo tomando medidas inmediatas. Pero la forma más efectiva de comenzar es con una pausa. Hacemos una pausa para dar sentido a nuestra situación y reconectarnos con nuestras creencias más profundas. Generar confianza no es sólo una cuestión de declaraciones. Debemos construir un relato, confiarle la verdad a las personas, entablar conversaciones sinceras sobre temas críticos y reconocer la capacidad que tienen para hacer lo correcto.
Esto es extremadamente difícil de realizar. No se puede reducir a una marcha ni se puede lograr con un solo discurso, por más inspirador que sea. No se puede comenzar a generar confianza sin una reflexión seria. Y eso comienza con una pausa, pero no termina allí. Será en la pausa donde nuestros líderes podrán comenzar a ver a dónde nos llevará el siguiente paso en la tarea de la construcción de una nación moderna y exitosa para nuestros hijos.
Ralph Waldo Emerson, el ensayista, poeta y filósofo estadounidense del siglo XIX, escribió sobre la importancia de las pausas en su ensayo titulado “Prudencia”. Emerson argumenta que las pausas son necesarias para una vida significativa y que nos permiten reflexionar sobre nuestras acciones y elecciones. “Las pausas entre las frases de un sabio son tan notables como su discurso”. Emerson creía que las pausas eran esenciales para la prudencia, que él definía como la capacidad de tomar decisiones sabias y bien pensadas. Él creía que hacer una pausa permitía a las personas considerar las consecuencias de sus decisiones y elegir el mejor curso de acción.