Lorenzo Córdova es, quizás sin quererlo él mismo, una figura pública en este país. Y he señalado que no ha querido él serlo porque, el lector recordará, el ex presidente consejero del INE era un funcionario relativamente poco conocido hasta después del triunfo de AMLO en 2018. Numerosas menciones en la mañanera, sumado a unos desafortunados audios privados sacados a la luz pública, hicieron a Córdova un blanco de embates por parte de la 4T.
Muchos mexicanos han olvidado que fue precisamente durante la gestión de Córdova al frente del INE cuando Morena obtuvo su registro, el partido de Felipe Calderón no obtuvo el suyo, cuando AMLO ganó, el partido oficial arrasó, y cuando tuvieron lugar el mayor número de transiciones de gobierno en todos los niveles.
Sí, por mucho que pueda pesarle a sus detractores, el paso de Lorenzo Córdova por el INE fue impoluto y siempre estuvo el funcionario al lado de le ley y apegado a sus propias competencias en tanto que fue presidente. No les cae bien a muchos, sin embargo, el hoy profesor de la UNAM es un mexicano competente injustamente mal valorado por miles.
Arístides Guerrero, por su parte, candidato a la Suprema Corte, mejor conocido como “el chicharrón” ha decidido enzarzarse en una polémica pública contra Córdova.
El desconocido ciudadano, dispuesto a jugar a hacer el ridículo en las redes sociales para ser recordado el 1 de junio (no debe culpársele por recurrir a estas payasadas pues responden a la naturaleza de la reforma) ha “retado” a Córdova a debate, luego de que el exconsejero dijese: “espero jamás tener un asunto frente al juez chicharronero”.
Es más que un reto. Se trata, a mi juicio, de un intento del abogado candidato de llevar el “espíritu” de la 4T a las urnas. Y para ello ha elegido a uno de sus principales enemigos públicos: Córdova. Busca, en otras palabras, que la gente le identifique como amigo del obradorismo y opositor a la mafia conservadora, maligna, perversa, hipócrita y demoniaca del PRIAN, cuyo uno de sus representantes es –dicen ellos– Lorenzo Córdova.
Así las cosas en un México que será testigo activo y escenario de una tragicomedia llamada reforma judicial. Se celebraría la guasa y las ocurrencias de los participantes si no implicase la destrucción del Poder Judicial mexicano.